Bien avanzado el otoño el cuerpo despierta
y encontramos leones en la playa—
nada que temer.
El viento se levanta; nace el agua,
esparciendo blancas mortajas en una playa rocosa,
nos saca
de la cama de la tierra.
No vinimos a permanecer enteros.
Vinimos a perder nuestras hojas, como los árboles,
los árboles que vuelven a empezar
proyectados por grandes raíces.
Así, los hombres capturados por los Moros
resucitan, reman en el aire del mar
frío, y viven una segunda vida.
Eso tenemos que aprender de la pobreza y los harapos,
que deberíamos probar la maleza de Dillinger,
y arrojarnos al océano,
no siempre caminar por tierra seca,
y, bailando, encontrar en los árboles un salvador,
un hogar en la hierba negra,
y en la muerte sustento.
en Eating the Honey of Words: New and Selected Poems, 1999
Traducción de David Villagrán
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