–Me
vine en esto, porque es la mejor forma de andar acá en Santiago –dice,
sacándose el casco, aludiendo, claramente, a su bicicleta. –Igual está lleno de
sacos de weas que se creen la raja con la bicicletita, está peor que en
Valparaíso.
Algunas
advertencias: estamos en un infernal martes, superando los 32°, en la
santiaguina comuna de Ñuñoa. Conversaremos con el escritor Marcelo Mellado, que
ya en el borde de sus 60 años, se ha transformado en uno de los narradores más
interesantes del panorama local, con sus textos –los cuentos Ciudadanos de baja intensidad, República bananera, Armas arrojadizas o las novelas La
provincia, El informe Tapia y La batalla de Placilla–, no exentos de
extravagancia y polémica, ha sabido impregnar, desde hace unos años, una
original y paródica mirada del imaginario político cultural de nuestro país,
desde la provincia, hoy instalado en Valparaíso. Hablaremos de sus obsesiones y
temas, de su escritura y su forma de entender el mundo. Una última advertencia:
la siguiente entrevista estará plagada de chuchadas.
Marcelo, acabas de sacar Humillaciones, tu más reciente libro de
cuentos, háblame un poco del proceso de su escritura.
Ahí
hay una línea conceptual que se sigue: los cuentos son un registro que uno
tiene para resolver cuestiones concretas, cuestiones operativas, como retóricas
de la operatividad político cultural, por decirlo de alguna manera, y en ese
sentido funcionan, no sé qué tan efectivos sean, pero a mí me sirven para
resolver cosas que tienen que ver con la estética de los pueblos abandonados,
en ese registro, rápido como de informe específico, de informe de situación, o
de informe político.
¿Te planteas de una forma
distinta al escribir una novela?
Sí,
en el sentido de que la novela es morosa, es pretenciosa, es wagneriana, es
decir es más pasá a caca. Hay que ser
pretencioso y maricón en el sentido escénico, tiene esa weá media maricona,
negativamente hablando. Pero tiene esa cosa, también, experimental y
polifónica. Los dos registros son distintos y fascinantes, de igual forma.
Te gustan de igual manera
ambas escrituras.
Asumiendo
su registro, sí, su momento. Es como bañarse con agua helada o agua caliente.
Hay momentos para cada tipo de baño.
Igual, pasa con la novela
que tiene una cosa súper aspiracional, como que no puedes ser un autor
respetable si no tienes una novela, están medio subvalorados los cuentos en ese
sentido.
Es
muy común esa idea. En el registro canónico reculiao del mercado y la
literatura regida por esa razón, claro. Menos mal que existe Borges, pero sí,
la novela es lo que hay que escribir. Alguien dijo hay que escribir novelas, y
estamos mandoneados por ese modus operandi del mercado y del campo académico,
ambos se nutren y se mariconean para que terminen todos los agentes dedicados a
lo mismo.
Cuando uno revisa tu obra,
se da cuenta de que tienes una temática muy armada, tus personajes, el tono,
¿de dónde sacas todo eso?
Vienen
de las prácticas de pueblos abandonados o de la retórica municipal,
fundamentalmente del mundo municipalizado, sin glamour, son humillaciones sin
glamour. Muchos funcionarios municipales, profesores asesinados, profesores gay
con aspiraciones profesionales y políticas, como todos los colegas de uno, uno
se nutre de todo el mundo del clasemedianismo profesional y también de la
aspiracionalidad funcionaria, ese es mi modelito de trabajo… que ya me tiene
bastante aburrido, en todo caso.
¿En serio?
Es
que lo tengo agotado, ya pos, hueón. Ahora quiero pasar a otro nivel en que las
cosas comiencen a funcionar distinto.
¿Cuál sería ese nivel?
Por
ejemplo, ya se produjeron algunos cambios, como la instalación de los centros
culturales, por la que nosotros peleamos tanto. La maldita de la Paulina
Urrutia, cuando fue ministra, impuso la industria cultural, siempre se crean
unos Frankenstein al final, pero eso venía de antes. Casi todas las iniciativas
del régimen cultural en Chile vienen de cuestiones que fueron trabajadas antes
por nosotros, por comunidades, por asociatividades culturales, creo. Quiero
pensar que nosotros inventamos el maletín literario, cuando muchos años antes,
habíamos hablado de la biblioteca mínima familiar, claro que ha sido mal
implementado. Lo mismo con los centros culturales, antes de la ley Bicentenario
nosotros evidenciamos que era necesaria la creación de espacios, y después hay
que venir a agradecérselo a los huevones, cuando son políticas que simplemente
tienen que hacerlas. En Chile las políticas se hacen así, a la mala, es un país
que se va haciendo poco a poco. Eso del binominal por ejemplo: las weás pasan
cuando ya no son necesarias o ya te olvidaste. Hace diez años si hubiéramos
roto el esquema binominal, puta que estaríamos contentos, ahora me da lo mismo.
No es el momento, las revoluciones nunca son en el momento que uno quiso,
hueón. O cuando uno fue testigo, era muy pendejo. Lo mismo con la reforma
educacional, más encima aguardentosa, porque los hueones la están manejando…
menos mal que la revolución no se hace con todos los deseos que uno tiene
porque si no seríamos ayatolas. Entonces, dan ganas de meterme en otro
registro, de otras productividades.
En ese sentido, tú siempre
has sido bien crítico con la izquierda tradicional chilena. Hoy estamos con
este gobierno de la Nueva Mayoría, que tiene un discurso súper progresista e
integrador, ¿qué te pasa con eso?
Me
cargan. Se impuso un progresismo pasado a caca, causero (de causa),
pendejístico, impostor. Mapuche, grupos minoritarios, gays, hamburguesa de soya,
animalismo, todas weás pasá a caca,
de un narcisismo que forma parte de una impostura generacional insoportable y
reaccionaria. Igual que el anarco fascismo, todos esos perros culiaos, buenos
para carretear, y que son unos sacoweas no más, y toda la profusión
artisticucha culturosa y tamboril, que es muy porteña, lo vemos mucho en Valpo,
porque tenemos el horror de tener allá el Consejo de la Cultura, entonces se
observa mucho esa presencia, existe un Estado culturoso que promueve muchas
causas que en el fondo evidencian patologías de huevones que quieren corregir
al otro, como el ciclista insoportable, del que hablábamos antes, que puebla
Santiago, que cree tener supremacía moral frente al que anda en auto, todos los
hueones bien pasaditos a caca, como el mapuche que no es mapuche, el maricón
que tampoco lo es, la simulación extrema del progresismo. Yo también soy
tributario de eso, pero oye, hueón, paremos el hueveo, y además yo soy viejo,
entonces esas cosas dichas a fines de los setentas, podían tener sentido, pero
extendidas como chicle hasta ahora, las vuelven insoportables y mentirosas.
Falta un rediseño de los modelos revolucionaros, de los modelos emancipadores.
¿Por qué no se ha dado ese
rediseño?
Porque
la izquierda chilena es muy ordinaria, fascista, conservadora, maricona,
reculiá, traidora, chilena, y porque este es un país brutalmente mediocre,
maricón y conchesumadre.
Ehh… ¿Algo más?
Sí,
como chilenos somos huérfanos, cobardes, maricones, no tenemos capital
simbólico, entonces estamos obligados a copiarles a todos los hueones. Los
grafiteros culiaos tienen que copiarle a los grafiteros españoles, los hinchas
del fútbol le copian a los argentinos, o sea es un país conchesumadre y copión.
Y lo poco y nada que produce, es despreciado, entonces van a la segura estos
culiaos, y eso es culpa de la mediocridad de la izquierda chilena.
* * *
En
Humillaciones, Mellado extiende un
proyecto literario que ha venido puliendo por años, desde los márgenes de la
industria editorial, a veces con mayor visibilidad que otras. En el libro nos
encontramos profesores frustrados, ex funcionarios municipales desesperados por
volver a su antiguo lugar de trabajo, agentes culturales llenos de culpa e
imposturas, personajes mediocres que tratan de zafar siempre de la peor forma.
Es como si Mellado mapeara la derrota política de cierta épica revolucionaria.
Siempre desde el humor y la ofensa, imbatible.
Cuando apareció Ciudadanos de baja intensidad, coincidió
con un auge de la edición independiente en Chile, sin embargo, en el cuento “Edi
Yonki”, brillante por cierto, tienes una mirada bien crítica del fenómeno.
Sí,
porque las editoriales independientes, yo creo que por una falta de concepto,
terminaron instaladas como pymes elementales, tratando de competir o insertas
en la gran industria. No hicieron un juego o una alternativa interesante, sino
que se metieron al negocio general, van a las ferias detrás de la Cámara del
Libro, sin un proyecto propio.
En el cuento, haces una
caricatura de los editores que lloriquean.
Sí,
es que hay una cuestión poco digna. No sé si conocís a una estúpida porteña que
pertenece a una asociatividad de investigadores poéticos, La Casa no sé cuánto,
Morada, La Casa Negra, no sé de qué mierda La Casa, que lamenta no haber tenido
apellido mapuche, si fuera de apellido Melinao sería feliz ella. Bueno, esa
gente imbécil hace funas porque no la invitaron a una feria de Viña y esto es
una empresa privada, no los invitan porque no les interesa su producto, porque
sus tortillas son malas, o ellos creen que son malas, no veís que tienen mucha
sal. ¿Por qué tienen que invitar a hueones que les cagan el negocio, si la
Cámara del Libro es una huevá de mierda que es una empresa? Y ahí se mete la
conciencia culposa, ¿por qué se sienten culpables si podrían decirles que no
están invitados y punto? Entonces, ese escandalillo que viene de los tiempos de
la toma de sitio, de la vieja culiá que es clienta del municipio, que reclama
al alcalde y la hueona tiene dos puestos, tres taxis. El que no llora no mama y
eso es una cosa de indignidad.
Tengo entendido que al
final sí les dieron un espacio en la feria.
Ay,
sí, si las hueonas hacen un escándalo y le llaman funa. Un escándalo de vieja
culiá, eso es. Yo nunca me he quejado si no me invitan. O sea, puedo putear,
pero no voy a armar un escándalo de vieja culiá, es como armar un escándalo si
no me gano un fondart, esa hueá es falta de pudor, en nuestra izquierda falta
pudor, no tienen vergüenza. Y nuestros padres nos enseñaron esa weá, nos
enseñaron a ser pudorosos.
Estás viviendo en
Valparaíso, ¿no?
Sí,
estoy viviendo en el cerro Bellavista.
¿Y qué tal la relación con
el puerto?
Mientras
mantenga la weá con el cerro, con la gente, con las viejas, con los alemanes,
con algunos cuicos gentrificadores, no tengo ningún problema. Porque el porteño
pasado a caca me cae mal, los poetas para qué decir, esos hueones deberían
estar prohibidos, los tamborileros están en otra, no me meto con esa weá, no me
dedico ya a la weá cultural. Siempre estoy preocupado pero estoy muy fóbico
para comparecer en una asamblea y mirarle la cara a estos hueones, a algún
poeta o algún hueón pasado a caca, tengo mis amigos de antaño y a ellos los
veo. Hay que tener mucho Perogrullo para soportar el esquema neurótico
patológico de la cultura porteña, son hueones que creen en una weá muy rara.
Allá en Valparaíso, hiciste
algo así como un Encuentro de Pueblos Abandonados hace un tiempo.
Sí.
Es un colectivo operativo de escritores que viven en la provincia y cuyo eje
fundamental tiene que ver con la extrema visibilidad de pertenencia a Santiago,
el santiaguinismo radical, y también lo que significa habitar pueblos en que la
actividad cultural es secundada a extremos. Todos pertenecemos a la cultura
municipal, imagínate lo que eso significa. Entonces nos coordinamos con Daniel
Rojas Pachas en Arica, con Óscar Barrientos en Punta Arenas, con Mario Verdugo
en Talca, y otros más que tenemos prácticas que reivindicamos como
territoriales. Es un ajuste de cuentas con la generación del ’50, de Lihn, a
quien admiro mucho y todo, Lafourcade y todos esos maricones del cuiquerío que
marcó una cosa muy cuica, de esto sí y esto no, y dejaron como criollos a todos
los demás, porque su obsesión era ser modernos y urbanos pero de Santiago, París
y New York, y rompieron con toda una generación potente de escritores como
Manuel Rojas, Carlos Droguett, Mariano Latorre, José Santos González Vera, a
quienes rebajaron como criollistas, entonces es un gesto de política cultural
que queremos revertir. Ahora vamos a hacer una versión del encuentro en Arica y
Tacna, un encuentro chileno pero fuera de Chile, desterritorializado. Rojas Pachas
hace algo muy interesante allá. El encuentro partió en Llolleo, hicimos uno en
Valparaíso y queremos hacerlo en otras partes.
A todo esto, ¿cómo ves el
panorama escritural chileno en cuanto a lo actual?
Es
un diagnóstico que no deja de ser. Se inventó, dado las nuevas construcciones
administrativas de Chile, una institucionalidad que tomó otro curso. Se ve
productividad, se ve mercado y campo cultural funcional en los territorios
incluso. Si tú vas a Valdivia, hay producción hasta científica, en Valpo también,
hay producción en general y harta investigación. Está ejerciéndose el concepto
de Deleuze, esa idea entre concepto y percepción: el artista genera una mirada
que le es propia, algo de eso hay. Surge de la lectura de nuestras prácticas
arcaicas, eso lo hizo la Violeta Parra, lo hizo Víctor Jara, ir al territorio.
Pero, en contextos
distintos, supongo.
Sí,
el contexto era otro. Lo hizo la Universidad de Concepción en la época cuando
no te pedían magíster ni doctorado pa’ pasarse a caca, sino que contrataron
directamente a la Violeta Parra, para que hiciera lo suyo, sin imponerle ningún
registro, que hiciera lo suyo. Hoy se están haciendo sistemáticamente lo que
hicieron algunos adelantados de la época del 50. Cachai que en Valparaíso hubo
un encuentro de escritores en donde fue Juan Rulfo, po. La misma Universidad
Católica de Valparaíso, fueron los primeros que levantaron la idea de pensar la
ciudad, unos visionarios, algo que ahora es tema pero en ese entonces no, ahora
que no hay ciudad quieren pensar la ciudad, ahora que el estado privatizó y se
deshizo de todo, y a pesar de que uno nunca le compró mucho a los mijitos ricos
de la escuela de arquitectura de la Cato Valpo, fueron adelantados en esa idea.
Marcelo, aparte, tú eres
profesor y…
Chucha,
esa es una de las humillaciones más grandes que puede sufrir un ser humano.
¿Tanto así?
Es
que es una humillación en sí misma, a uno debieran darle un cartón certificado
de humillación al titularse. Imagínate que a los profes los humillaron con
platas del Estado. Hueones que eran señores feudales, en un pueblo de mierda
como Llolleo, yo fui testigo de dónde pararon las platas de las subvenciones
cuando veías a hueones en un auto tipo senador UDI.
¿Y qué piensas de la
Reforma Educacional?
Yo
creo que tenía que venir, pero ojalá hubiera sido más radical. Esa hueá de los
liceos emblemáticos los haría mierda, por emblemáticos, solo por eso. El
Instituto Nacional lo quemaría completo, por emblemático, los haría cagar a
todos los emblemáticos. ¿Qué es esa weá clasemediana aspiracional vende pomá’?,
hay que terminar con toda esa weá. En Chile no tenís un gásfiter, un tapicero,
todos los hueones quieren ser abogados, hay que recuperar el amor por los
oficios, ¡los simples oficios, hueón! Entonces el tema de la Reforma pasa
también por temas conceptuales de país y eso es un trabajo largo, pero lo bueno
es que se empezó y eso se debatió. Incluso, estoy de acuerdo con las ironías
del cuico Eyzaguirre, se le salió, pero todos lo decimos, nada más insoportable
que un padre y apoderado queriendo que su hijo entre en la universidad, desde
kínder los hueones preguntando por cuál es el nivel de ingreso a la universidad
del colegio. Es patético.
¿Y en qué estás ahora en
cuanto a lo literario?
Había
empezado a escribir una novela que se llamaba “Mopa”, que tenía que ver con
Valparaíso y las quebradas y las escaleras meadas, y los cerros, y el
travestismo con el teatro de muñecos y el audiovisualismo. Pero se me cruzó
otra imagen, por cosas catastróficas familiares que pasan, y entonces me puse a
escribir otra cosa. Recuperé una imagen que es el país imaginario que tenía mi
hijo cuando chico, es una novela de aventuras, una especie de Conan el Bárbaro,
pero chilensis. Se ha transformado en una especie de ucronía, utopía, y
heterotopía, pero es una novela chilena del oeste, una cosa así. Es otro
registro, la ocupación mitológica del territorio.
en Paniko.cl, enero de 2015
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