Discurso pronunciado en la Conferencia Internacional sobre el
Financiamiento para el Desarrollo
Excelencias:
Lo que aquí diga no será
compartido por todos, pero diré lo que pienso, y lo haré
con respeto. El actual orden económico mundial constituye un sistema de saqueo
y explotación como no ha existido jamás
en la historia. Los pueblos creen cada vez menos en declaraciones y promesas.
El prestigio de las instituciones financieras internacionales está por debajo
de cero.
La economía mundial es hoy
un gigantesco casino. Análisis recientes indican que por cada dólar que se emplea en el comercio mundial, más de
cien se emplean en operaciones especulativas que nada tienen que ver con la
economía real. Este orden económico ha conducido al subdesarrollo al 75 por
ciento de la población mundial.
La pobreza extrema en el
Tercer Mundo alcanza ya la cifra de 1200 millones de personas. El abismo crece,
no se reduce. La diferencia de ingresos entre los países más ricos y los más
pobres que era de 37 veces en 1960 es hoy de 74 veces. Se ha llegado a extremos
tales, que las tres personas más ricas del mundo poseen activos equivalentes al
PIB combinado de los 48 países más pobres.
En el 2001 el número de personas con hambre física alcanzó la
cifra de 826 millones; la de adultos analfabetos, 854 millones; la de niños que no asisten a la escuela, 325 millones; la de
personas que carecen de medicamentos esenciales de bajo costo, 2 mil millones;
la de los que no disponen de saneamiento básico, 2 mil cuatrocientos millones.
No menos de 11 millones de niños menores de 5 años mueren anualmente por causas evitables, y
500.000 quedan definitivamente ciegos por falta de vitamina A.
Los habitantes del mundo
desarrollado viven 30 años más [en promedio] que los del África Subsahariana. ¡Un
verdadero genocidio!
No se puede culpar de esta
tragedia a los países pobres. Estos no conquistaron y saquearon durante siglos
a continentes enteros, ni establecieron el colonialismo, ni reimplantaron la
esclavitud, ni crearon el moderno imperialismo. Fueron sus víctimas. La
responsabilidad principal de financiar su desarrollo corresponde a los Estados
que hoy, por obvias razones históricas, disfrutan los beneficios de aquellas
atrocidades. El mundo rico debe condonar la deuda externa y conceder nuevos préstamos
blandos para financiar el desarrollo. Las ofertas tradicionales de ayuda,
siempre raquíticas y muchas veces ridículas, son insuficientes o no se cumplen.
Lo que hace falta para un
verdadero desarrollo económico y social sostenible es muchas veces más de lo
que se afirma. Medidas como las sugeridas por el recién fallecido James Tobin para frenar el torrente
incontenible de la especulación monetaria, aunque no era su idea ayudar al
desarrollo, serían hoy tal vez las únicas capaces de generar fondos suficientes que, en
manos de los organismos de Naciones Unidas y no de funestas instituciones como
el FMI, podrían suministrar ayuda
directa al desarrollo con la participación democrática de todos, sin el sacrificio
de la independencia y la soberanía de
los pueblos. El proyecto de consenso que se nos impone por los amos del mundo
en esta conferencia, es el de que nos resignemos con una limosna humillante,
condicionada e injerencista.
Hay que repensar todo lo
creado desde Bretton Woods hasta hoy. No hubo entonces verdadera visión de
futuro. Prevalecieron los privilegios y los intereses del más poderoso. Ante la
profunda crisis actual, nos ofrecen un futuro todavía peor, en el que no se
resolvería jamás la tragedia económica,
social y ecológica de un mundo que será
cada vez más ingobernable, donde habrá cada día
más pobres y más hambrientos, como si una gran parte de la humanidad sobrara.
Es hora de reflexión serena
para los polÌticos y hombres de Estado.
La creencia de que un orden económico
y social que ha demostrado ser insostenible pueda ser impuesto por la fuerza es
una idea loca. Las armas cada vez más sofisticadas que se acumulan en los
arsenales de los más poderosos y ricos, como ya expresé una vez, podrán matar a los analfabetos, los
enfermos, los pobres y los hambrientos, pero no podrán matar la ignorancia, las
enfermedades, la pobreza y el hambre.
De una vez por todas
debiera decirse adiós a las armas. ¡Algo tiene que hacerse para salvar la
humanidad! ¡Un mundo mejor es posible!
Gracias.
Monterrey, México, 21 de marzo de 2002
en Palabra
de Fidel: Selección de Discursos, 2002
No hay comentarios.:
Publicar un comentario