© Versión de Juan Carlos Villavicencio
Ha empezado el frío al inicio del otoño,
mientras los árboles del jardín se deshojan lentamente.
Gélida la escarcha sobre la escalera de jade,
cuando se levanta el viento y envuelve todo el pabellón.
Este amanecer las nubes han partido tras las cumbres
y los pantanos y los ríos crecieron gracias a la lluvia.
Ya acaba la cosecha en los campos y colinas
donde siempre el campesino ha cuidado de sus frutos.
Los que viven siendo ricos no recuerdan a los pobres:
a nadie le importa lo que les sucede.
Mientras tengamos abrigo en invierno
nadie va a soñar con aquellos que no lo tienen.
Mi corazón evoca a los antiguos sabios
a los que no les importaban ni tesoros ni oropeles.
Tu amor es como el de ellos
y ni de tus virtudes eres codicioso.
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