Poco saben las flores que de nuevo
vuelven a este campo: no perciben
que alguien de larga cabellera rubia
ya no pasea por la alfombra verde
y que de entre las manos que las cogen
ausentes están dos, aquellas pálidas.
Pero más ignorantes que las flores
somos nosotros, que jamás sabremos
por qué ese dios eternamente oculto
resucita difuntas primaveras
mas no despierta a aquella que se duerme
en la planicie blanca del olvido.
Traducción de Enrique Lihn
en Aún es tiempo (Antología), 1999
Originalmente en Narciso ciego, 1952
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