miércoles, septiembre 21, 2016

The Night Of, de Adrián González Viña






[Nota DscnTxt: esta crítica contiene spoilers]
 

A HBO le ha venido muy bien The Night Of. Tras unos meses de preocupantes noticias que incluían la cancelación de Vynil (2016) tras renovarla el pasado enero y los retrasos y polémicas de Westworld (2016-), el verano ha sido el mejor momento para erigirse de nuevo como una cadena capaz de ofrecer material novedoso. A simple vista, el argumento de The Night Of no difiere, como han dicho sus creadores, de un episodio de Ley & Orden (1999-2010). Se ha cometido un crimen, hay un detenido, se produce el juicio y este tiene un resultado. Pero lo que diferencia y distancia para bien a la propuesta de los brillantes Steven Zaillian & Richard Price es el punto de vista, el enfoque elegido para contar esto. En ocho partes que suman casi diez horas llenas de estilo y hondura emocional, veremos cómo las vidas de Nasir Khan y su abogado Jack Stone (espléndidos Riz Ahmed y John Turturro) cambian por completo cuando el joven sea acusado del asesinato de Andrea Cornish, tras una noche de drogas y sexo. Pero en lugar de resolver la trama en 40 minutos, los responsables se deleitan en la lentitud (e irónicamente injusto) del sistema judicial –y en menor medida el penitenciario– estadounidense, cubriendo los casi cinco meses que van desde la noche del crimen hasta la lectura del veredicto. Pero aquí no importa tanto establecer culpas (aunque sí que se desvela la identidad de la persona que mató a la chica) sino contemplar ese sistema y lo que puede hacerle a alguien.

El proyecto en sí ha tenido una vida turbulenta, hasta el punto de dudarse de su mera existencia en más de una ocasión. Como es bien sabido, James Gandolfini dio vida al personaje de Stone en lo que en principio era el piloto de una serie, remake de un título británico de nombre Criminal Justice (2008-2009). Lamentablemente, el actor murió antes de que HBO tomara una decisión sobre comprar la temporada de la hipotética serie, y, por respeto, se esperó un tiempo antes de decidir su continuar la historia. Finalmente se supo que sería una miniserie de ocho entregas, con el mítico Robert De Niro sustituyendo a Gandolfini, para ser a su vez sustituido por Turturro un par de semanas después. A mediados de 2014 se anunció el resto del reparto, y poco más se supo hasta hace un par de meses, cuando de “Criminal Justice” pasó a llamarse The Night Of y el estreno se puso en verano. Pero desde que se estrenó, con un arranque de casi 80 minutos, se pudo comprobar que estábamos ante algo especial. Las credenciales de sus responsables no eran para menos, ambos con un impresionante currículum como guionistas y novelistas, tanto en cine como en televisión. Pero hay algo tangible en la mirada de Zaillian y Price, algo especial que automáticamente distingue este producto de tantos y tantos policiacos que nos asolan cada semana. Sirva como ejemplo de la maestría de estos narradores la secuencia en la que Naz es registrado y se encuentra el arma del crimen en su chaqueta a la vez que el policía encargado de la investigación pregunta por una posible descripción de dicha arma. La genialidad de la sencillez de este momento es digna de todos los elogios.

Y con tal sencillez genial sucederán muchas cosas en estas ocho entregas, mientras el tiempo pasa y los detalles se van acumulando. No hay grasa en lo aquí contado, sólo paciencia y calma en la descripción de los acontecimientos. La perspectiva es múltiple, y salta de Naz a Jack, a sus padres y al policía encargado de la investigación, a la fiscal y a los sospechosos que van surgiendo por el camino. Hay suspense cuando toca (la persecución de Jack a Duane Reade), terror en las oscuras noches en la cárcel (pocas veces ha dado tanto miedo una prisión), la intriga del quién-lo-hizo y un bienvenido sentido del humor recorriendo cada fotograma, que ayuda a respirar y revela también el cinismo de los trabajadores de la ley, algo suponemos que inevitable para poder lidiar con lo que ellos combaten cada día. Esta es una narración de pequeños gestos que son los que hablan de los personajes (la relación entre Stone y el gato), de largas charlas antes que acciones y una capacidad para condensar que logra que ningún espectador se pierda sin a su vez perder el tiempo. Pero también, y es una pena porque impide a la miniserie alcanzar la grandeza absoluta, cae en algunas simplezas y torpezas de escritura que su estupendo estilo o su lograda profundidad no pueden salvar. Escenas como en la que nuestro protagonista descubre con facilidad un momento de secreta intimidad homosexual en la cárcel, o que Chandra esté dispuesta a pasar drogas por Naz. De hecho, toda la subtrama romántica que involucra a Naz y Chandra es un problema, uno que aboca a la joven a la bidimensionalidad como personaje y la acaba reduciendo a una fémina que solo quiere salvar a su amado. Las interesantes connotaciones iniciales de racismo y solidaridad como el nexo entre los personajes quedan diluidas cuando hace aparición el romance, y es una pena porque además ella es la que acaba sufriendo el destino más cruel, lo cual la convierte más en un instrumento argumental que en un rol de peso. Unido esto a la aparente facilidad con la que cualquier hombre que estaba presente en la noche del crimen o en la vida de Andrea puede haberla matado, el conjunto desfallece un tanto. Da la impresión de que los creadores están tan pendientes de su sangrante repaso al sistema que descuidan el resto, como quitándoselo de encima para centrarse en lo que les interesa. El problema es que esto hace que su crítica sea entonces de trazo gordo, y por lo tanto más fácilmente atacable.

El resto funciona mucho mejor, tanto a nivel interpretativo como en la apuesta técnica, una suerte de realismo tenebroso que empapa ese Nueva York de tonos ocres y deliberado feísmo, donde los personajes viven existencias tristes y frías. Donde la justicia no importa tanto, porque el proceso ha sido tan retocado y preparado –gran escena aquella en que la fiscal fuerza al forense para que corrobore su idea de cómo se hizo Naz la herida de la mano– que el resultado final no puede tener nada de puro. Es una negociación de la vida humana, hecha desde asunciones firmes y transacciones monetarias, y la miniserie hace que este aspecto reluzca con fuerza. Es la maquinaria necesaria para que la sociedad no se desespere, pero lo curioso es que la misma funciona con la brutalidad de un crimen, y las lecciones que el protagonista aprende en su tiempo entre rejas le podrán servir para el mundo exterior. Pero que nadie busque aquí ningún afán de trascendencia o un estudio sobre la naturaleza del ser humano ni nada por el estilo. The Night Of es un relato de corte criminal que, dentro de este subgénero, brilla sin problemas por la calidad de todos los ingredientes convocados. Pero es eso al fin y al cabo, un magnífico entretenimiento de peso de casi diez horas que emite una clara y distintiva denuncia, la crónica de una ¿injusticia? que sucede todos los días y ante cada crimen. La presunción de inocencia existe por algo, ya que bajo la presión adecuada y estudiada su vida con tal objetivo en mente, todos tenemos potencial de asesinos y se podría vender nuestra imagen como tal. Lo que Steven Zaillian & Richard Price buscan es evidenciar que el sistema está roto, y que debe hacerse algo para evitar que las experiencias así sean vividas por gente antes de probarse su culpabilidad. Y lo hacen con un relato envolvente y adictivo, excelente en la ejecución y que se cierra con bastante fortuna (excepto por el ya mencionado uso de Chandra), exponiendo la inquietante calma tras la tormenta.





en eam (cinema magazine), 6 de septiembre 2016















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