—Lo reconozco en la humedad, María,
en olores y aromas
con los que reconstruyo los árboles y flores
de que me estás hablando
y que siento muy próximos.
Es aquel cementerio que descubrí en mi juventud,
cuyos verdes recreo en mi cerebro
ahora que lo recorro a oscuras, de tu brazo,
y en el que te he pedido descansar para siempre.
Que esta tierra que piso, silenciosa,
en la que descubrí las riquezas del mundo,
sus incontables escrituras,
guarde los restos ciegos, sordos, mudos
del cuerpo que el destino tuvo a bien asignarme.
En esta ciudad libre, regulada y pacífica,
en este campo santo acogedor
pasará inadvertida una tumba argentina
con unos viejos versos en sajón
apenas descifrables.
De lo que fui, lo más está en mis libros,
lo guardan bibliotecas.
Guarde Ginebra lo que a nadie importa.
en Material del asombro (1970-2015), Hiperión, 2016
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