domingo, diciembre 13, 2015

Presentación de Grodek, antología del poeta Georg Trakl, de Carlos Cociña





Georg Trakl
Grodek (antología)
Traducción de Juan Carlos Villavicencio
DscnTxt Editores, octubre 2014

El post Facio de esta antología denominado «Georg Trakl: La Melancolía del Ocaso» es de Hugo Mujica, quien hace una análisis de la vida y obra de Trakl (Salzburgo, 3, 02, 1887 – Cracovia, 2014). Allí se indica que las luces poco formales lo hacen recibirse de Maestro en Farmacia, en 1910, donde se aficiona a la cocaína, el cloroformo, y el opio, además del alcohol del que se declara adicto.

Sus primeras obras son de dramaturgia, y sus nombres dan indicios claros de su imaginario: Día de los muertos, Fata morgana, María Magdalena y una obra para títeres, Barba Azul.

Movilizado en la guerra, en diciembre de 1914, después de la batalla de Grodek, nombre de su último poema, se suicida.

Sus escritos se concretan en dos libros: Gedichte (Poemas), y Sebastian im Traum (Sebastián en sueños), publicado póstumamente, y los poemas publicados en la revista Der Brenner, en 1914 y 1915, donde está Grodek, nombre de esta antología.

Georg Trakl se sometió a una vida concebida y realizada como tragedia, como una pérdida de otro momento y espacio, un camino que va desde la pureza azul de la infancia a lo ensangrentado. Pero esa pureza plateada de la infancia tampoco ocurrió: «Un niño despierta confuso de sus sueños, / su rostro se derrumba gris ante la luna». («Romance de la noche», p. 11), o “Plateado el esqueleto de un niño se estrella contra/ el desnudo muro.” («Föhn», p.137), y aún cuando las campiñas «Exhalan un olor más dulce las frutas amarillentas;/ leve es la risa/ del alegre, música y danza en bodegas sombrías;/ en el jardín crepuscular paso y silencio del niño muerto.» («Canción de las horas», p. 81), y es más radical cuando dice «Plateada caía la cabeza de aquel que no nació.» (Canción de Kasper Hauser, p. 109), por lo tanto «Grande es la culpa del que ha nacido. Ay, ustedes/ dorados aguaceros/ de la muerte/ cuando el alma sueña con flores más frescas.» («Anif», p. 121), y quizás la única esperanza está en «Aquellos nietos que no han nacido.» («Grodek», p. 177). Así la vida humana tiene sentido en un estado pre nacimiento, en lo que se podría llamar «alma», en un sentido religioso, que se reafirma cuando «…Silenciosos sobre el osario se abren los dorados ojos/ de Dios.» («Canción de las horas», p. 41).

El espacio escrito por Trakl tiene momentos, asociados a la naturaleza, cuando, en la «Canción de la horas», «Exhalan un sabor más dulce las/ frutas amarillentas;/ leve es la risa» (p. 81), risa, leve, pero existe, sin embargo, en el pantano, con «…la aparición de la noche: emergen sapos/ de las plateadas aguas.» (p. 103). (Y estos sapos no son los de Marianne Moore).

Hay momentos vividos que pueden ser magníficos cuando «Hacia el anochecer de mi corazón» es «Magnífico el sabor del vino joven y las nueces, / Magnífico: Tambalearse ebrio en el bosque crepuscular.» (p. 27), y en el «Otoño transfigurado», «Tremendo termina así el año con vino dorado y frutos de los huertos» y «– que hermosas las imágenes se alinean–/ todo se hunde en calma y en silencio.” (p. 35).

La ciudad, en tanto está bajo el manto del «espíritu del mal», y esa ciudad no, no puede ser abandonada.

En la ciudad, que es el mundo, todo cae, cae a lo oscuro, al espacio de la «hermana», su propia sangre. Por ello la pureza vislumbrada en la primera edad, sólo está en el no nacer, lo demás contamina. Ese es el estado de la belleza, y para acercársele hay que ser extraño, estar aislado.

Por ello para Tralk se hace necesario el doble suicidio, la doble extrañeza. Y construye y deja su belleza, sus poemas.



Diciembre 2015













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