© Versión de Juan Carlos Villavicencio
Parto sin decir adiós al mar.
Esta vez
no voy a incursionar en aquellas conocidas orillas para decir adiós
a las gaviotas. Ya no puedo soportar su ausencia.
Tal vez estoy envejeciendo,
mis células comienzan a flaquear y tal vez
mi corazón está fallando.
Ya no puedo soportar
esa distancia entre cuerpo y cuerpo.
¿Debo irme?
¡Sin volver atrás!
Sin embargo, en mis labios lacerados,
siento el ardiente escozor del yodo y la sal del mar.
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