lunes, junio 30, 2014

"Gary Medel, el que llega y los que no", de Luis Miranda Valderrama





“Lo mejor que uno puede tener: que atrás mío siempre estuvo mi familia, mis padres, 
mis hermanos, mis tías, mis tíos y, sobre todo, mis hijos; que es, lo que yo creo, 
lo mejor que me ha pasado en mi vida, aparte del fútbol, de mis novias, cualquier cosa”.

Gary Medel, Sevilla Fútbol Club TV, 2012


A Gary Medel lo captaron en un campeonato de colegios municipalizados de Conchalí organizado por un cazatalentos de la UC de nombre Alfonso Garcés. Sólo días antes de que se diera inicio a los partidos, uno de los colegios convocados falló y el presidente de la asociación de fútbol de la comuna, también dirigente del Sabino Aguad, pidió que el equipo infantil del club se incorporara al torneo.

Era 1996. El trabajo de Garcés consistía -aún lo es- en aceptar todo tipo de partidos y observar a niños futbolistas en busca de alguno especial. De modo que aceptó.

-¿Por qué siempre me preguntan por él y no por otros jugadores que he descubierto? -se pregunta Garcés-. ¿Será porque no tienen cara de perrito? ¿Será que Gary es el mejor jugador que he descubierto?

Espera unos segundos. Sonríe.

-Pues, yo creo que sí -responde.

A diferencia de los demás equipos participantes, el combinado infantil del Sabino no era homogéneo y se trataba de una mezcla dispar de estaturas y edades. Gary, de nueve años, era el más pequeño de todos. Pero cuando entró a la cancha se distinguió por ser el guapo, el de mayor despliegue físico y el que jugaba con mejor técnica.

Garcés anotó en sus registros: Gary Alexis Medel Soto, su fecha de nacimiento y, a un costado de los datos del muchacho, describió un par de características que han permanecido invariablemente en toda la carrera del futbolista: buena anticipación, rechazo, valiente, buen pie, llega al área, velocidad, le falta estatura.

-El más fuerte y el más rápido -dice Garcés. Como la película, rápido y furioso. Es agresivo por naturaleza.

Fichó por Universidad Católica y comenzó a viajar entre dos mundos. Debió convivir entre la dureza de La Palmilla, con el asfalto gris de los pasajes y el peligro de la oscuridad, con la calma de un barrio de clase alta. En el sector de San Carlos de Apoquindo, donde se ubica el club de la UC, hay avenidas anchas, muchos árboles, casas de dos pisos con antejardín, piscinas y autos 4x4.

Roberto Garro tiene 32 años y jugó casi toda la serie adulta con Gary Medel en el Sabino Aguad. Antes lo vio crecer en los pasajes de la población y jugando a la pelota. Allí se dio cuenta de que aquel pendejo enano se hacía más compacto, duro, fuerte y adquiría el carácter y la agresividad que el fútbol jugado en ese lugar le exigía para no ser devorado por los más grandes y peligrosos. Un día, según recuerda, vio al niño Medel pelearse a combos con otros diez niños sin temor alguno a lo que pudiera pasarle. La clave de sobrevivir como niño en La Palmilla era aparentar que el temor era inexistente.

Algunos compañeros sentían miedo de la violencia que proyectaba el fútbol poblacional, pero Gary, como si se tratara de un sargento en batalla, los gritoneaba con insultos y los mandaba a la línea de juego sin misericordia.

-Dale, sigue jugando, ahueonao -les decía.

Incluso a él le temían.

Cuando entró a las divisiones inferiores de la Católica, debía viajar a diario 21,1 kilómetros entre su casa y el estadio del club. Había una micro amarilla, la 327, que hacía el recorrido completo y que se demoraba dos horas de ida y dos de vuelta. Todos los días.

El contraste, entonces, era brutal y sostenido, porque el niño estuvo obligado a vivir entre realidades diferentes durante más o menos ocho años, el tiempo que demoró su formación como futbolista profesional.

Según Sábato, “la madurez de un hombre comienza en el instante en que advierte por primera vez sus limitaciones y empieza a avergonzarse de sus defectos”. Gary construyó el fundamento de su vida desarraigándose de su hogar y visitando, por interés mutuo, un lugar que en otras circunstancias le hubiese estado vedado. Se resume en tipo de superficies y su color: tierra café y pasto verde, pasto verde y tierra café, como un sinfín. Primero junto a su padre y después viajando solo, como un escolar de malas calificaciones y desordenado, pero con una única alternativa de futuro: aquel viaje en la 327 hacia San Carlos de Apoquindo, de ida y regreso.

“Gary fue la mezcla de lo que vivió. Venía más táctico acá y mantenía el corazón y la fuerza que todos le reconocen, eso es de acá”, explica Garro. “El Sabino Aguad siempre tuvo fama de ser un equipo guapo. La población es difícil también y el club recogió esa personalidad. El sábado o el domingo es el momento en que uno se siente importante si juegas en el club del barrio. Si le ganábamos a un rival de otra población, la semana era mucho mejor”.

Roberto Garro, que estudió Comercio Exterior y hasta hace unos meses trabajaba en el área de montaje eléctrico en una empresa antes de que lo despidieran, jugó con Gary en el equipo adulto del Sabino Aguad cuando todavía era un adolescente. Como su amigo era el muchachito que ascendía en las divisiones inferiores de uno de los tres clubes más importantes del medio chileno, inmediatamente se convertía en una presa admirada y al mismo tiempo recelada. Lo querían ver, provocar y golpear. Lo que no sabían era que la víctima era más bien el depredador. Le pateaban las canillas y él los agredía. Lo picaneaban y él los escupía de vuelta. Lo derrotaban y él regresaba una y otra vez para vengarse.

Fuera o dentro de la cancha, con rivales o miembros de las barras, ellos armados con cuchillos o con pistolas, Gary los enfrentaba sin miedo alguno porque así se había formado en su población y en su club. Guapeza por guapeza era su moral. Un día, hace cuatro años, en 2010, cuando Medel jugaba en Boca Juniors y estaba a punto de llegar a su primer mundial, el de Sudáfrica, llegó de visita con una novia argentina a la sede del Sabino Aguad. Allí confesó:

-A qué le puedo tener miedo, a quién, si jugando acá me amenazaron con una pistola en la cara.

Medel se armó como jugador y como hombre bajo esta dualidad. No le teme a los países a los que va a vivir, a las nuevas ligas en las que juega, a los equipos donde es contratado o a los jugadores con los que compartirá o enfrentará. Ya subió y bajó desde La Palmilla a San Carlos de Apoquindo y mezcló estilos de juego y la forma de sobrevivir a todo.



* * *



Una familia llega a la sede del primer club de Gary Medel. Es un hombre joven, su mujer y una guagua. Lo saludan los más viejos.

-Él también jugó con Gary -dice el más anciano.

-Y también jugué con el hermano mayor, el Lucho -responde el hombre, mientras su mujer se sienta con la guagua y él sigue de pie.

-Ése sí que era bueno -interviene un tercero.

-Pero ahora viene el Kevin, el menor -apunta el más viejo. Y técnicamente es mejor que Gary.

-Sí, pero hay que ver hasta dónde llega -agrega el hombre joven-. Porque Gary tiene mucho de esto (hace el gesto de golpearse el pecho a la altura del corazón).

El hombre se llama Marcial Osores. Tiene 33 años y ha visto a los tres hermanos Medel en la cancha. Hasta hoy, el que despunta y se ha salido de la norma es Gary, porque después de 2009 tuvo un mundial adulto, lo que le permitió firmar suculentos contratos con equipos europeos y convertirse en uno de los futbolistas chilenos mejor pagados de la década

Medel goza del éxito personal y deportivo. Vive en Inglaterra y defiende a un club pequeño donde él es la figura rutilante. Sigue en pie, pese a que su carácter aún lo traiciona en ocasiones.

A los 27 años espera tener un Mundial de Brasil 2014 consagratorio.

-¿Le han dicho que Gary nunca ha tenido miedo? -pregunta Osores.

Antes era normal que en un equipo adulto se cruzaran en la misma cancha un adolescente y un jugador veterano, y en ese cruce se ganaba en dureza y se perdía en inocencia. Hoy los campeonatos en Conchalí se estructuran más por edades, para evitar conflictos y peleas. Al parecer, ha dado resultados. El fútbol de barrio es un poco más tranquilo que antes. Pero quizás por ese motivo es muy difícil que salga un nuevo Gary Medel.

“Tú lo veías y te dabas cuenta de que era muy diferente. Uno ve jugadores buenos, uno se considera un jugador bueno y hasta que podría llegar a ser profesional, pero cuando mirabas al Gary te dabas cuenta de que no se trata de técnica ni de carácter. Pistolas, cuchillos, antiguamente se veía de todo alrededor de la cancha, ¿y qué pasaba con él? Nunca agachó el moño. Es otra raza, no más”.

Marcial Osores tenía el sueño de ser futbolista profesional. O, al menos, de estar muy cerca. Los hombres más viejos que están sentados en la sede del club afirman que llegó a ser un lateral extraordinario. Un ex miembro del Sabino Aguad que en esos momentos jugaba en la U, Héctor “Galleta” Suazo, les consiguió a Marcial, a Luis, el hermano de Gary, y a dos compañeros más de club, la posibilidad de entrenar en el club Trasandino de Los Andes, que en ese momento militaba en la tercera división del fútbol chileno.

“Nos dieron la posibilidad de entrenar en el primer equipo -cuenta Marcial Osores-. Era de la tercera división, pero, oye, estábamos allí. Teníamos que viajar todos los días desde Santiago a Los Andes y teníamos que estar temprano allá, como a las nueve de la mañana. Y nos íbamos los cuatro. A veces uno se quedaba dormido y teníamos que esperarlo y llegábamos una hora atrasados”.

El talento existía. Cada vez que entrenaban con regularidad, las jugadas salían solas y Luis Medel las finiquitaba con un gol. “Pero los atrasos eran constantes, a veces uno se quedaba a fumar un pitito y llegábamos más tarde y más tarde. Éramos muy pendejos y no teníamos disciplina. Hasta que el técnico nos llamó un día”.

A la tercera semana, el entrenador los reunió y se los dijo a los cuatro de una vez. A causa de los atrasos constantes él no podía seguir contando con ellos. Les agradecía el tiempo y las ganas, pero era todo.

Se había acabado. El sueño. No era más.

“Me dio pena. El regreso en bus fue triste, porque todo el que está en una cancha de fútbol quiere llegar. Yo tuve un sueño de tres semanas donde me sentí adentro. El Lucho también, que es extraordinario y es mejor que Gary. Pero ya fue. Ahora tengo familia y un buen trabajo. Pero en ese bus supe que el sueño se había acabado”.

Marcial estudió para técnico paramédico y ahora trabaja en la Clínica Alemana, donde siempre le preguntan por su amigo más famoso.

“El Gary sufrió para llegar”, dice. “El Gary es distinto a todos nosotros porque cuando vio que su futuro peligraba, hizo todo para que no se acabara. El Gary dormía con la pelota. Por el fútbol él puede cambiar todo lo que quiera”.

Marcial mira a su mujer con su hijo, se acerca y el niño le pide los brazos. Las fotos de los antiguos y actuales jugadores del Sabino Aguad Kunkar, donde Gary Medel tiene un par, están colgadas en las cuatro paredes de la sede. El Gary llegó donde quería. Pero jamás se ha ido de este lugar.








en Qué pasa, 20 de mayo 2014,
recogido del libro Los mejores de América

















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