Cuatro poemas
El hombre de la
mayoría de edad
Pareciera que una noche sobre tus ojos hubieran
puesto la claridad de las sábanas ocupadas por ella. Hoy, dibujas con las
puntas de tus dedos el lugar de su cabeza y abres tu mano para precisar el
tamaño de sus pechos. Su piel fue marcada por las líneas de tu vida resuelta.
Hoy, vuelves a mirar tus manos en su ausencia, las
abres frente a un espejo y ves cómo tu cuerpo recibe las dobleces del alma y la
corriente de tus venas impide el corazón cercano a la muerte. Y solo alcanzas a
lanzarte contra el espejo, golpearlo para luego sumergirte en su olvido. Esa
mujer ya está en pedazos y, como ya has vivido ese momento, piensas recogerla y
tirarla.
Ese espejo te ha dicho que la fragua del tiempo te
volverá arena para un reloj con forma de mujer.
La gravedad de la
araña
La gravedad dibuja su casa:
Descubre un hilo que sostiene
las preguntas de mi piel
y un gusano bajo la tensión de la araña.
La gravedad responde cuando el viento se lleva sus
hojas entre los árboles.
Somos tres
La imagen que atraviesa las calles.
La ambición de transitar por los caminos del otro.
El otro de mi esquina más odiada.
El infinito
Una mano que cerrándose no puede abarcar el aire.
Entre sus líneas, las huellas de ese intento.
en Prestidigitaciones y otros juegos de memoria,
2014
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