domingo, marzo 02, 2014

Entrevista a Paco de Lucía, de Diego Caballero

Entrevista titulada originalmente "El Niño de Lucía"


1947-2014


Traje, peinado y guitarra. Paco de Lucía es una estela amarilla que nada entre las luces lechosas del escenario, ordena al grupo con gestos fugaces de pasión y mide el lamento y la rebeldía desde un cuerpo sinuoso que ha sido eternamente su mejor acompañante. Busca en las raíces del flamenco de la tradición para crear una fuerza propia y universal que tiene respuestas en todos los rincones, e intenta abrir sus carnes y lanzarlas a los cuatro vientos. El cuerpo intimista de la obra gitana es para el Niño de Lucía un fenómeno que va cambiando y del que hay que abrir nuevos campos.

El maestro llegó cuando el personal subalterno había colocado la última silla sobre la pedrería achinada del Patio de la Montería y sus acompañantes llevaban ensayando una hora larga. Venía de Atenas e iba para Argentina como el que sale de casa para comprar el periódico, la gaseosa y el pan, pero antes quiso posar su mano de lana en el broche final de la IV Bienal de Arte Flamenco, más que nada para hacer olvidar los gritos desquiciados que la prensa sevillana lanzó hace un par de años. El maestro es tímido y cierra los ojos, pero devuelve alaridos de pasión cuando es el flamenco y su heterodoxia el fondo de la tela que debe pintarse. La estrella rutilante danzando en las olas sibilinas de un café con leche y acariciando a una dama rubia de sinuosas curvas. Paco de Lucía se presenta ante un público más flamenco que visual. Los Reales Alcázares imponen que la actuación comience rompiendo cánones y sin perder las raíces: una minera ligada con fandangos, el mejor pretexto para hacer buena música.

Al maestro Sabicas no le gusta demasiado que te juntes para tocar con gente rara como Al Di Meola o Chick Corea, que no lo necesitas para ser el más importante.
Es una opinión que respeto como si viniera de mi mismo padre, porque ante Sabicas hay que quitarse el sombrero, pero no deja de ser una opinión. Los flamencos no sabemos de acordes, ni hemos dispuesto de la capacidad de ir a la escuela para aprender música. Y es que el flamenco está en un momento especial, que necesita aportaciones de todos lados para que aprendamos también de lo que no es usual en nuestra música. A mí sí me han servido estas uniones. La guitarra está cambiando y yo tengo una obligación con la gente que me sigue, de abrir nuevos campos. Mike Oldfield es un gran músico que no está en nuestra onda y del que tenemos mucho que aprender, por eso yo he ido a buscar su música.

Una experiencia agotadora.
Ni tanto. A veces me desquiciaba y hasta tenía pesadillas por las noches, no podría dormir; realmente era muy difícil el sitio donde me había metido. Sabicas piensa que no debe haber evolución del flamenco, que debe ser monótono y siempre que siga sonando a antiguo. Mi opinión es que hay que dejarlo que suene igual pero con palabras nuevas.

Estaba anunciado que participaras en el disco de Camarón de la Isla y se quedaron esperando. ¿Qué pasó?
Simplemente que me encontraba de gira, bastante lejos, y me resultó imposible la vuelta para el disco.

¿Es muy distinto tocar en Sevilla a hacerlo en Moscú o Japón?
En cualquier sitio es más fácil tocar que aquí. Hay mucha gente que sabe de verdad y oyen de otra manera. Aquí se fijan en si tienes aire o no, si eres flamenco en definitiva, pero por ahí no, te oyen tocar como músico, que es precisamente donde me siento más relajado y con menos miedo. En Sevilla estás pensando en tocar cosas más sencillitas y flamencas, por ahí tienes más libertad.

Te acaba de tachar una joven de machista, medio en broma, medio en serio. ¿Acaso las mujeres no pueden llegar a dominar la guitarra?
Lo que sí es cierto es que para tocar flamenco se necesita mucha fuerza física y mucho nervio. Hay que acariciar la guitarra y luego romperla, la dinámica tiene que ser muy fuerte. Además, muchas mujeres no se sentarían ocho horas con la guitarra en la mano, es muy desagradecido, ensayar constantemente.

Paco de Lucía piensa que la mujer y la guitarra son del mismo sexo, de ahí que sean radicales, incompatibles, de sinuosas curvas, seres que nunca serán dominados aunque las apariencias digan lo contrario. El niño de Lucía sonríe y aclara sin miedo, mirándose de reojo las cuidadas manos gatunas, por si una uña ha osado moverse de su casilla millonaria. “A los machistas nos pasa eso, que pensamos en las mujeres debajo de nuestro pie, totalmente dominadas, pero en realidad es mentira. A lo mejor por eso no se llevan bien, por su parecido, y hay tan pocas mujeres que sean excelentes guitarristas”.

¿Son cosas de la prensa canalla o es verdad eso de que tienes un gemelo en Moscú que se llama Paco de Rusia?
La Asociación de artistas de Rusia me dio un homenaje hace unos meses, homenaje que iba acompañado de una sorpresa, la actuación en directo, me dijeron, de un fiel seguidor. Se llama Paco de Rusia y se peina como yo. Yo me peino así para taparme, pero él, aunque tiene pelo, se peina a mi manera para parecerse a mí. No, no toca mal, está empezando ahora.

Durante tu anterior actuación en la Bienal sólo te faltó que te tiraran rollos de papel como a Curro Romero. Parece que todo el mundo se puso de acuerdo para darle palos a Paco de Lucía.
Lo que sucedió tiene una explicación fácil y pasa necesariamente por decir que en Sevilla hay críticos de flamenco que no tienen ni puta idea de lo que es el flamenco, son personas que más que escribir lo que saben, es juntar una frase detrás de otra, pero sí conocen que ningún gitano, por muy bien que cante o baile, está capacitado para escribir en un periódico. Sin dudarlo, son los gitanos quienes más saben de flamenco; pero vamos a las críticas. Me negué a que me grabaran el concierto porque el sonido iba a salir muy mal. Ellos se creen que tiene poder y que con una crítica mala pueden hundir a cualquiera. Es de risa, por una cuestión personal te hacen una crítica mala. No me afectó, pero me dio rabia esa autoridad de los críticos.

Háblanos de tu método de trabajo. ¿Por qué tocas siempre con los ojos cerrados y en pleno éxtasis?
Tocar es algo muy complicado, tanto que necesita plena concentración. Soy una persona tímida que prefiere, antes que el escenario, el patio de butacas; no he nacido para que todo el mundo esté pendiente de mí, tanta gente mirando. Tienes que tener un estado de ánimo tan equilibrado, por eso cierro los ojos cuando actúo. Si los abres y ves a la gente hablando o a un tío que bosteza, pues ya te han jodido la actuación. Cerrando los ojos consigo concentrarme mucho mejor.

Tocando con los modernos, con la gente rara que dice Sabicas, tienes que olvidarte un poco de las raíces para entrar en lo popular y mayoritario.
Con ellos tuve que tocar su música y olvidarme del flamenco, por eso lo pasaba a veces bastante mal, pero por otro lado mereció la pena por lo que tuvo de aprendizaje. Por lo demás, yo estoy reivindicando a un pueblo y una raza que son los flamencos, marginados durante siglos hasta que llegaron Manuel de Falla y Federico García Lorca, que iniciaron su dignificación. Antes era una deshonra ser flamenco. Tenemos que agradecer mucho a Manuel de Falla y a todos los músicos que nos traigan savia nueva. Nosotros somos músicos y flamencos, es nuestro lugar. No me iré de las raíces y trataré de hacer cosas nuevas sin que se pierda el olor y el sabor del flamenco. En mis actuaciones hay mucho de rabia reivindicativa a cuenta de esta marginación, que todavía queda, pero en menor medida, porque afortunadamente las cosas van cambiando.

¿Lo tienes todo decidido antes de salir al escenario?
Evidentemente, no. Hay un margen de improvisación muy grande en mis actuaciones.

¿Se aprende a tocar en el silencio abismal de los teatros o en la hojarasca calenturienta de los bares nocturnos?
Se aprende a tocar, es el caso de la mayoría de nosotros, emborrachándose y en la calle a altas horas de la madrugada. Por eso decía lo de las mujeres. Este no es un ambiente propicio para ellas. Por lo demás, una mujer siempre levantará menos pesas que un hombre; está en la naturaleza que sea así.

Te dejamos, porque necesitarás calentar la máquina y hacer dedos.
No te creas, no suelo tocar mucho para hacer dedos, siempre lo hago para hacer música o para grabar nuevos discos. Y tampoco necesito calentar la máquina. Una hora antes de actuar sí que tengo que tocar un poco, limarme las uñas y concentrarme; pero cuando estoy en mi casa, no.






en Puerta de Sevilla, 15 de octubre, 1986













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