jueves, febrero 20, 2014

“La esperanza”, de Pedro Prado









Jamás barco alguno llegará del mar libre a detenerse en la desierta caleta.

Jamás las olas arrojarán sobre la arena restos de distantes naufragios.

Todo lo llevan, hacia remotos confines, lejanas i poderosas corrientes.

En la costa roqueña i salvaje no hay un indicio que revele la vida del hombre sobre el agua infinita i amarga.

Mar solitario, agitado i misterioso, nada aguardo de ti i cada día hacia ti me dirijo.

Veo tus olas, i tus olas vienen i vienen sin descanso.

Broncas se desploman i atruenan el aire i estremecen la roca en que me poso como una ave de tempestad.

Veo tus olas, i tus olas vienen i vienen sin descanso.

Mis ojos que te observan, monstruo inquieto, las adivinan, las presienten bajo la tela del agua, en la palpitación que se insinúa, que se hincha, crece i se levanta, que va a tomar una forma i a dar nacimiento a algo que aguardamos.

¡No sólo será Venus la nacida de las aguas! Aun quedan olas i olas incontables.

Allí comienzan, allí asoman otras i otras, mis ojos se turban ante su número: pero mi esperanza no se pierde i confía.



en Los pájaros errantes, 1915
















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