Mariposa, no sólo no cobarde,
mas temeraria, fatalmente ciega,
lo que la llama el Fénix aún le niega,
quiere obstinada que a sus alas guarde:
pues en su daño arrepentida tarde,
del esplendor solicitada, llega
a lo que luce, y ambiciosa entrega
su mal vestida pluma a lo que arde.
¡Yace gloriosa en la que dulcemente
huesa le ha prevenido abeja breve,
suma felicidad a yerro sumo!
No a mi ambición contrario tan luciente,
menos activo, si cuanto más leve,
cenizas la hará, si abrasa el humo.
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