Cenaron y cenamos todos
y no cenó ninguno.
Francisco de
Quevedo
Bajo
el umbral de la noche
con
el estómago en el cerebro
jugando
a comer aire
una
noche nos comieron los ojos
luego
la lengua
y
al despertar
solo
nuestras manos miraban y sentían.
Nos
dijeron que era bueno
y
nos acordamos de Dios.
Pero
ÉL trabajó y descansó.
Nosotros
no sabemos de domingos
solo
de esa noche cuando nos dijeron que era bueno.
Desde
entonces andamos a tropezones con nuestra ignorancia.
en La memoria iluminada: poesía mapuche
contemporánea, 2007
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