Soy pájaro del Hacedor
en su azul más primigenio
–divinamente alto y claro–
canto dulces notas, verdaderas
para los oídos de Dios y sus Serafines.
De la tierra mortal
me yergo como una flama
hacia un cielo sin desgracias
y vierto en la afligida tierra
de su nacimiento
semillas de éxtasis,
de fuego.
Mis credos sobrevuelan
el tiempo y el espacio
hacia una luz inextinguible;
traigo la felicidad
de la cara del Eterno
y la bendición
de la Visión del Ser.
Instaurado en las ramas
del Árbol del saber,
mesuro los mundos
con ojos de rubí
aglomerado con lo que cerne
por los torrentes de la eternidad.
Nada se esconde
a mi vehemente corazón,
mi mente inmóvil
carece ya de costa,
mi canto
es el místico arte del arrobo,
mi vuelo...
un inmortal deseo.
1946
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