Quién fue? Quién es? donde estoy, me preguntan
en otras tierras en donde voy errante.
En Chile no preguntan, los puños hacia el viento,
los ojos en las minas se dirigen a un punto,
a un vicioso traidor que con ellos lloraba
cuando pidió sus votos para trepar al trono.
Lo vieron estos hombres de Pisagua, los bravos
titanes del carbón: derramaba las lágrimas,
se sacaba los dientes prometiendo,
abrazaba y besaba a los niños que ahora
se limpian con arena la huella de su pústula.
En mi pueblo, en mi tierra lo conocemos. Duerme
el labrador pensando cuándo sus duras manos
podrán rodear su cuello de perro mentiroso,
y el minero en la sombra de su cueva intranquila
estira el pie soñando que aplastó con la planta
a este piojo maligno, degradado insaciable.
Sabe quién es el que habla detrás de una cortina
de bayonetas, o detrás de animales de feria,
o detrás de los nuevos mercaderes,
pero nunca detrás del pueblo que lo busca
para hablar una hora con él, su última hora.
A mi pueblo arrancó su esperanza, sonriendo,
la vendió en las tinieblas a su mejor postor,
y en vez de casas frescas y libertad, lo hirieron,
lo apalearon en la garganta de la mina,
le dictaran salario detrás de una cureña,
mientras una tertulia gobernaba bailando
con dientes afilados de caimanes nocturnos.
en Canto general, 1950
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