Ahora
todas nuestras sierras cantan sonetos santos en este
mundo
forestal
donde
los robles retumban como cañonazos y caen como
cataratas,
arrojando
su estampido en el pozo verde del bosque.
Ven
a nosotros, Jesús, a través de la muralla de arboles,
y
encuéntranos, tranquilos adoradores en estas iglesias al
aire
libre,
cantando
nuestro otro Oficio con nuestras sierras y
hachas.
Sigue
enseñando a tus niños en el bullicio del bosque,
y
que un poco de sol penetre en nuestra vegetación mental
y
umbríos estudios.
Cuando
el tiempo haga blanquear el campo con los granos
y
llene nuestras regiones con el sol de la trilla,
ven
a nosotros, Jesús, a través de las murallas de trigo
cuando
las vengan a derribar nuestros dos tractores:
siembra
unas brisas leves en los acres de nuestro espíritu,
y
refresca las regiones donde nuestras plegarias maduran,
y
apáganos, Cielo, con tus ríos vivos.
Traducción de
Ernesto Cardenal
Originalmente en A man in the divided sea, 1946
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