Después
del disparo las plumas arrancadas se mecen
En
el aire y son atrapadas por los rayos del sol.
El
instante de su descenso es admirable.
El
eco de arco iris de un pájaro al detener su trueno
pone
en los ojos de mi hija un signo
De
interrogación. Ella no ve el arco iris
Pues
el caer encogido del ave fue muy súbito.
Es
por la inmovilidad del ave que sus ojos
Me
están interrogando. Tiene tres años;
Al
cortarse los dedos ha probado que la sangre sabe a sal;
Pero
nunca ha presenciado la sangre quieta,
Ni
jamás vio antes la quietud de la muerte.
Le
digo: “¡Mira, las plumas!”, mas ella compungida
Y
afligida se echa atrás. Y yo me alegro
De
haberla lastimado, arrancado las alas de su corazón,
Y
que ella sobrepase mi paternal solicitud.
en 19 poetas de hoy en los Estados Unidos,
1966
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