Varias
veces la muerte intentó cuajarse
en
el aire y con su dedo dibujó el perfil
de
un rostro que no era el mío.
Llegó
buscando la señal
tatuada
en las hojas del latúe.
Ahí
se desarmó toda esa familia.
Trataron
de sonreír, pero algo en sus cuerpos
se
desprendía. Y luego los envolvieron
a
cada uno en sus frazadas.
Y
yo solo contaba quince años
cuando
vi a la vida huir como un perro
arrojado
a las cenizas.
Entonces
le dije a mi hermano:
Te
mostraré lo que es el miedo en un
puñado
de polvo (Eliot).
Permanece
tranquilo.
La
muerte es un accidente, lo demás no tiene importancia.
en Weichapeyuchi ül: cantos de guerrero, 2012
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