viernes, agosto 10, 2012

"Del Diario de Silvia", de Teresa Wilms Montt

Fragmento VIII




En mi alma hay dos cunas vacías, dos cunas heladas que no pueden entibiarse ni al calor de mis besos, ni al desesperado consuelo de mi llanto.

Dos cunas graves como féretros, como cavidades de mármol blanco.

En mi alma hay dos puertas cerradas como dos montañas de roca, las cuales no pueden abrir mi manos, aunque se quiebren los huesos y se desgarre la piel.

Son dos puertas lacradas por la voluntad del Destino.

En mí hay una mística tristeza que ahonda hasta el infinito, como puñal de terciopelo, que asesinara todas mis quimeras.

Hay en mi alma un pozo muerto, donde no se refleja el sol, y del que huyen los pájaros con terrores de virgen ante un misterio de cadáveres.

Mi alma es un palacio de piedra, donde habitan los ausentes, trayéndome la sombra de sus cuerpos para alivio y compañía de mi vida.

Mi alma es un campo desbastado donde el rayo quemó hasta las raíces, y donde no puede florecer ni el cardo.

Mi alma es una huérfana loca, que anda de tumba en tumba buscando el amor de los muertos.

Mi alma es una flecha de oro perdida en un charco de fango.

Mi alma, mi pobre alma, es una ciega que marcha a tientas sin apoyo y sin guía.

Mi alma es una muerte errante; es el fantasma de la pena.









1922






Retrato de Julio Romero de Torres








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