Entre
dos puertas,
con
su humillo, la palabra entelerido.
Las
mantas sobre los huesos
y
la avanzada en los dominios
del
frío, del frío que borra la cara
de
las espuelas.
El
desfile en sus voces coloreantes,
de
la lámpara al pajar,
en
las hinchadas mejillas del granadero,
dormido
guardián.
El
miedo entre dos árboles,
asaltando
las estacas del parral,
vistiéndose
en un sillón tan anchuroso
como
la palangana con los libros.
El
frío se aclara en el miedo.
Frío
entre los perros,
flujo
en la crecida de la medianoche,
allí
donde lloró el antílope.
Después
de frío y de miedo,
viene
fatalmente: sobrecogido.
Enteco
entre dos árboles.
Lloroso,
borrado, impalpable.
Vestido
de pimiento bailón,
en
su sueño el lagarto
comienza
a humear.
en Poesía completa, 1970
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