lunes, febrero 27, 2012

“Melancolía artificial”, de Roberto Merino






Tres poemas




Abmaterialización (o ubicuidad)

La calle muda en ruido de señales.
No hay dominio, deslinde, regresión.
No morirás de noche, ya mañana
está cerca, chamusca tus pestañas
y se cuela otra vez por la persiana.
Poco agua trae, son los mismos días
los que se llevan, exiguos y cesantes,
lo que en ti hiciste arder y te fue caro.
Yo persigo mis pasos en tus huellas.
Yo estoy libre sin ti, mi semejante.
Compartimos un rostro atrabiliario
en distintos espejos y distantes
los finales nos tañen separados.
Para que vivas quemo este poema.




Melancolía artificial

Es probable que sólo haya venido
para que pase el amor entre estas páginas
(una palabra en un idioma extraño).
Ese esplendor tardío y tan usado
en su efímera pose, ya distante
de la esfera que alumbra sus propósitos.
No lejos de los bosques prohibidos
el mar nocturno hiende sus orillas.
Pensar en esos límites ahora
demasiado rekmotos, los que eran
antes de ayer el punto de partida.
La estrella solitaria, la luz fría
que vela al acercarse lo que llama
(amanecer, vivir, otras palabras).




El bosque 151

Donde hubo fuego queda la realidad.
A partir de eso el mundo se me vela
(en la pieza vacía no hay cabida).
¿Interrogar, torturar ese fantasma,
la sábana de la que ha desertado?
La única hermosa, la única mirada,
ciega a mis ojos no mira lo que alumbra
(un cuerpo sin luz propia desvelado).
No busque entonces en el jardín nocturno
otra prueba del tiempo detenida:
habrá de sobra lluvia y corrupción
y una luz de mañana que nos niegue.
Por último saber que estas palabras
no alteraron el ruido ni el silencio.




en Melancolía artificial, 2009
(1ª edición, 1997)










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