Traducción de Carlos Montemayor
Aunque vive Arígnota en la lejana Sardis,
muchas veces vuelve acá en sus pensamientos.
Cuando vivimos juntas siempre te consideró
semejante a una diosa,
y cuánto con tu canto gozaba.
Ahora deslumbra entre las mujeres
Lidias como a veces, ya puesto
el sol, la luna de manos de rosas
supera a todas las estrellas,
cubre con su luz las saladas aguas del mar
y los campos de abundantes flores,
donde el bello rocío desciende, donde florecen
rosas y tiernos botones silvestres
y los tréboles se abren.
Pero muchas veces, errabunda por el recuerdo
de la dulce Athis, el anhelo en su
alma delicada y la ansiedad en el corazón la devoran.
Y con fuerza nos grita que vayamos con ella, y su grito,
no inadvertido a nosotras, a mitad del camino
lo hace resonar Himeneo a través de los mares…
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