jueves, junio 09, 2011

“La ausencia de Dios”, de Georges Bataille







*

Si por la noche el curso de la vereda se retira bajo mis pies, en un breve instante el corazón se me detiene: tengo una débil idea de la ausencia de Dios.




*

La ignorancia del hombre que no ha visto a Dios en su gloria es profunda, pero más profunda si Dios no le revela que NO EXISTE. Del mismo modo, no conozco a determinada mujer más que amándola, pero en el mismo instante la ignoro si ella no muere. Y desconozco todo objeto que no me haya cautivado sin medida y que no me decepcione sin medida.

No existe el ser ni la nada si mi objeto me afecta hasta el éxtasis y no hay ninguna afirmación, ninguna negación que entonces me parezca insensata.




*

“-No me leería si superas. –Yo sé. -¿Responderías si supieras?”.




*

Le hablo a mi semejante: un malestar invade la habitación y sé que nunca me escuchará. Mi lenguaje anuncia pobremente la melancolía de no ser ni Dios, ni un idiota.




*

No poseo otra verdad que el silencio, en el nombre del cual, despertado entre mis sábanas por las chinches, hablo como si me rascara. Lo que anhelo: la interminable noche de ausencia, una eternidad de palabras enfermas, a pesar mío pregonadas al oído, mi impotencia, la enfermedad mortal de las palabras, mis lágrimas, mi ausencia (más pura que mis lágrimas), mi risa, más dulce, más maligna y más vacía que la muerte.




*

Volviéndose loco, en medio de la posibilidad hueca e infinita, Dios, en un chispazo de lucidez, soñó que era un enfermo al que las chinches devoraban. Se convirtió entonces en una chinche que el enfermo, tras haber prendido la luz, encontró en un pliegue de las sábanas y apretó entre sus uñas. El enfermo volvió a dormirse y soñó: soñó que era arena vacía, sin arriba ni abajo, sin reposo, sin posibilidad tolerable. No pudo despertarse, ni gritar, ni morir, ni detener ese movimiento de terror fugitivo. Ese sueño suscitado por algo sin límites no era ni ausencia, ni nada, sino una confusión llena de rabia.




*

Para una mosca caída en la tinta, el universo es una mosca caída en la tinta, pero para el universo la mosca es ausencia del universo, pequeña cavidad sorda ante el universo y por donde el universo se omite a sí mismo. ¿Acaso la mosca sería para Dios lo que para la voluptuosa es el excitado agujero de atrás, que la sustrae de lo que ella es, dejándola abierta y desfalleciente?





en La felicidad, el erotismo y la literatura: Ensayos 1944-1961, 2008














No hay comentarios.: