Mordí la mano que me acariciaba
su polvillo salobre,
su miel ácida,
con la turbia saliva y el sollozo
mordí la mano,
sollamé su dorso.
En el filo
en el fondo
o en la linde,
me sostuve con ella,
me sostuvo.
Hogueras apagadas, pozo inepto,
yo mordí la caricia
de la Nada.
en Fuego de mayo, 1996
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