
Pasaban por el aire las aves repentinas,
El olor de la tierra era profundo y amargo,
Y a lo lejos las cabalgatas del mar largo
En la arena sus crines sacudían.
Era el cielo azul, el campo verde, la tierra oscura,
Era la carne de los árboles, elástica y dura,
Eran las gotas de sangre de la resina
Y las hojas en que la luz se descombina.
Eran los caminos en un ir lento,
Eran las manos profundas del viento,
Era el libre y luminoso llamamiento
Del ala de los espacios fugitiva.
Eran los pinares donde el cielo posa,
Era el peso y era el color de cada cosa,
Su quietud, secretamente viva,
Y su exhalación afirmativa.
Era la verdad y la fuerza del mar largo,
Cuya voz cuando se quiebra, sube,
Era el regreso sin fin y la claridad
De las playas donde derecho el viento corre.
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