jueves, febrero 21, 2008

“Las librerías en Atenas y en Roma”, de Alfonso Reyes





Las librerías de Atenas aparecen mencionadas por primera vez en las primeras comedias de 430 a. c. más o menos. Según Pólux (léxicografo del siglo II d. c), allí se habla de barracas donde se venden libros. Los informes son escasos. El filósofo Zenón fue a dar a Atenas, como consecuencia de un naufragio, y se metió en una librería que encontró por las cercanías. Alejandro el Grande, aficionadísimo a los libros, da instrucciones para que le compren en Atenas las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides, algunos poemas y obras históricas. Tal vez había ya, para entonces, salas de lectura y servicio de "biblioteca circulante". Diógenes Laercio dice que, mediante cierto pago, es posible conocer así las obras de Platón.

En Roma las librerías eran conocidas, cuando menos por los días de Cicerón y Catulo. Se encontraban en los mejores distritos comerciales, y servían de sitio de reunión a los eruditos y a los bibliófilos. Sabemos de varias librerías en tiempos del Imperio: ante todo, la casa de los hermanos Sosii, editores de Horacio. No estaba lejos del Vertumno y del Jano, dos sitios sacros cercanos al Foro y junto a donde hoy se ven las ruinas del pintoresco templo de Castor, el de las tres columnas corintias.

Si de aquí cruzamos el Foro hacia la antigua iglesita redonda de San Cosme y San Damián, llegamos al Templo de la Paz, ya en ruinas, edificado por Vespasiano. Secundus, uno de los editores de Marcial, estaba establecido muy cerca. A unos cien pasos, como quien va al Capitolio, damos con el Foro de César, de donde un tiempo partía la vía de Argiletum al Esquilino. El editor Atrecto abrió su comercio en esta vía, a cuyos lados se veían otras tiendas de libros.

A la entrada, en las pilastras, se colgaban listas de los manuscritos a la venta, sobre todo las novedades. También solía haber unas cajas abiertas con algunos extractos de dichas obras para excitar la curiosidad del público. Marcial da esta curiosa respuesta a alguien que le pide consejo sobre un libro de obsequio: "Junto al Foro Cesáreo hay una librería, cuyas dos puertas están cubiertas de anuncios. Éstos dan los títulos de libros en existencia, y te bastará ver esta lista. Entra y pide mi libro. El dueño —que se llama Atrecto— tendrá el mayor gusto en mostrarte un lindo ejemplar de Marcial de su primero o segundo estante, y lo podrás adquirir por 5 denarios".

Aulo Gelio afirma que los libreros romanos también acostumbraban permitir la consulta de ejemplares raros o preciosos mediante un pago.

Aparte del librero, había también el que los franceses llaman bouquiniste, que no tenía establecimiento y andaba en el tráfico de libros, a veces en los pórticos y en las calles. En la bahía de Brindisi, Aulo Gelio compró un montón de rollos griegos por cualquier cosa. Y parece que los libros de escasa demanda iban a dar a las provincias, triste destino que Horacio teme para alguna de sus publicaciones.

Pero, en las grandes ciudades provincianas, había también buenas librerías. Plinio el Mozo se asombra de las buenas librerías que encontró en Lyon y se complace en ver que tienen sus obras. Sidonio Apolinar cuenta de famosas compras que un amigo suyo hizo en Rheims.

La venta de "libros viejos" era también cosa usual, al punto que dio lugar a fraudes, como sucede en todo tiempo, pues metiendo los volúmenes entre ciertas semillas cereales se les daba un falso aire amarillento de vejez, y eso aumentaba el precio. El orador Libanio cuenta que, de esta forma, hubo quien se atreviera a ofrecer en venta ¡el original de la Odisea!

Roma se conservó como centro de la librería hasta la declinación del mundo antiguo, y aun por algún tiempo más. Sulpicio Severo (que vivía hacia el año 400 de nuestra Era) refiere que su libro Vita S. Martini fue lanzado en Roma y que los libreros daban testimonio de que, a pesar de su subido precio, se vendía con facilidad.

Consta por el Venerable Beda que, todavía en la primera mitad del siglo VIl, Benito, Abad de Wearmouth, llevó a Inglaterra "una gran cantidad de libros adquiridos en Roma".

Pero las invasiones bárbaras dieron un golpe mortal a todas las formas de la cultura, y allá se fue también la organización del antiguo comercio de librería.








en Libros y libreros en la Antigüedad, 1952








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