Hasta hace poco los indios se identificaban como Aranya Sanskriti, o sea la Civilización de la Selva. Según el poeta Rabindranath Tagore, la peculiaridad de la cultura india consiste en su definición de la vida en la selva como la más alta forma de evolución cultural.
En Tapovan (Las escuelas forestales de la India), Tagore escribió que “la civilización india se ha caracterizado por ubicar sus fuentes de regeneración –material e intelectual- en las selvas y bosques, no en la ciudad. La cultura que ha surgido de la selva ha sido influida por los diversos procesos de renovación y reafirmación de la vida que están siempre actuando en el ambiente selvático y que varían de una especie a la otra, de una estación a la otra y en su apariencia, su sonido y su olor”.
Actualmente tenemos problemas para proteger nuestros sistemas esenciales de apoyo a la vida y al corazón de nuestra identidad como civilización porque hemos sacrificado “el principio unificador de la vida en diversidad, del pluralismo democrático, que se había convertido en el principio de la civilización india”.
Lo hemos hecho en aras de las categorías reduccionistas del pensamiento occidental que desechan la coexistencia. El tigre se opone a la tribu, la tribu se opone a los árboles. La dependencia mutua y la afinidad están siendo reemplazadas por el antagonismo, la polarización y la exclusión que amenazan a todos: a las tribus, a los tigres y a la biodiversidad de las selvas y bosques.
Esta polarización entre la protección de las especies humanas y no humanas en nuestras selvas ha sido evidente en dos intensos debates que han acaparado la atención de la nación en meses recientes: uno sobre la creciente desaparición en India de los tigres, cuyo número ha caído de 40 mil hace un siglo a menos de tres mil ahora, y el otro sobre las tribus registradas (a las que la Constitución india reconoce derechos específicos) y la ley de Reconocimiento de los Derechos de la Selva. Las tribus, que comprenden algo más del 8 por ciento de la población india, han sido desplazadas de sus hogares en las selvas para dar paso a represas, minas y autopistas.
Las leyes para la conservación de la selva de la época colonial de la India se basaban en los prejuicios occidentales de que las especies humanas y las no humanas no pueden coexistir, de que los parques deben estar sin gente y de que los asentamientos humanos no deben tener biodiversidad.
Esta es la premisa de la teoría de la Terra Nullius que apuntaló la colonización. De acuerdo con ese paradigma de la “propiedad”, si la tierra y las selvas han sido conservadas en su estado original, o sea que no han sido “desarrolladas”, no pertenecen a sus habitantes originales .
Cuando colonizó Australia, el gobierno británico hizo uso de esa teoría para justificar el despojo de sus tierras a los indígenas que allí vivían desde al menos 60 mil años. Los colonialistas británicos no reconocían que la tierra estaba siendo usada porque los indígenas la utilizaban de una manera diversa. De ese modo fueron ignorados sus derechos. Sin embargo, como dictaminó en 1992 la Alta Corte en el famoso Caso Mabo, el no reconocimiento no extingue los derechos. La Ley sobre el Derecho de los Nativos dictada en Australia en 1993, al igual que la propuesta Ley Tribal de India ahora, reconoce la continuidad de los derechos de los aborígenes.
Las tradiciones indígenas de la India se han basado en la diversidad, el pluralismo, la multifuncionalidad y la no exclusividad. La ley de reconocimiento de los derechos tribales fortalecerá la protección de las selvas al proporcionar seguridad legal a los verdaderos guardianes de nuestra naturaleza.
El sustento económico basado en la conservación del medio ha mantenido vivas tanto a las tribus como a las selvas. Y si hoy se han empobrecido no es porque la biodiversidad y el sustento basado en el uso tribal tradicional del medio selvático no genere riqueza sino porque fuerzas comerciales externas se han apropiado de esa riqueza.
En The Agricultural Testament (El Testamento agrícola), Sir Albert Howard escribió: “En la agricultura de Asia nos encontramos ante un (antiguo) sistema campesino de cultivo de la tierra que, en lo esencial, se estabilizó muy tempranamente en el continente. Lo que hoy está ocurriendo en los pequeños campos de labranza de India y China ya ocurrió hace muchos siglos. Las prácticas agrícolas en Oriente han superado la prueba suprema y son ya tan permanentes como las de la selva primitiva, las praderas y los océanos.”
Estos principios de producción tradicional pueden ser integrados con un manejo diversificado y multifuncional de los bosques, que conserve a las diversas especies y proteja tanto a la selva como al sustento de su gente. Podemos, si nos preocupamos por ello, asegurar que los tigres, las tribus, los árboles y todas las otras formas de vida sean protegidas y puedan continuar su viaje evolutivo en paz y armonía.
Si fracasamos, porque nuestras miras estrechas nos ciegan y no nos permiten ver cuáles son nuestros más amplios deberes, terminaremos por destruir los fundamentos de nuestros sistemas de vida.
24-01-2007
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