Pinochet: No, que él concurra al Ministerio de Defensa.
Carvajal: Que concurra al Ministerio de Defensa.
Pinochet: ¿El va a concurrir?
Carvajal: No, se negó (...)
Pinochet: La idea de él, es llevarnos para allá y meternos en un sótano... Así que no, por ningún motivo (ruidos). que vaya al Ministerio de Defensa. Allá llegamos todos. Por ahora, ataque La Moneda. Fuerte.
Carvajal: Sí, se está haciendo.
Pinochet: Patricio, aquí te habla Augusto. Dime, el señor Altamirano y el señor este otro, Enríquez, el otro señor Palestro y todos estos gallos, ¿dónde están metidos? ¿Los han encontrado o están fondeados?
Carvajal: No tengo informaciones de dónde se encuentran.
Pinochet: Es conveniente darle la misión al servicio de inteligencia de las tres instituciones para que los ubiquen y los tomen presos. Estos gallos deben estar fondeados, son verdaderas culebras.
Carvajal: Conforme, conforme... El comandante Badiola está en contacto con La Moneda. Le va a transmitir este último ofrecimiento de rendición. Me acaban de informar que habría intención de parlamentar.
Pinochet: Tiene que ir al Ministerio él con una pequeña cantidad de gente...
Carvajal: Éstos están ofreciendo parlamentar.
Pinochet: Rendición incondicional, nada de parlamentar. Rendición incondicional.
Carvajal: Muy bien, conforme. Rendición incondicional en que lo toma preso, ofreciéndole nada más que respetar la vida, digamos.
Pinochet: La vida y su integridad física y en seguida se le va a despachar para otra parte.
Carvajal: Conforme, o sea que se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país.
Pinochet: Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país... Y el avión se cae, viejo, cuando vaya volando. (Risas)
Carvajal: Que concurra al Ministerio de Defensa.
Pinochet: ¿El va a concurrir?
Carvajal: No, se negó (...)
Pinochet: La idea de él, es llevarnos para allá y meternos en un sótano... Así que no, por ningún motivo (ruidos). que vaya al Ministerio de Defensa. Allá llegamos todos. Por ahora, ataque La Moneda. Fuerte.
Carvajal: Sí, se está haciendo.
Pinochet: Patricio, aquí te habla Augusto. Dime, el señor Altamirano y el señor este otro, Enríquez, el otro señor Palestro y todos estos gallos, ¿dónde están metidos? ¿Los han encontrado o están fondeados?
Carvajal: No tengo informaciones de dónde se encuentran.
Pinochet: Es conveniente darle la misión al servicio de inteligencia de las tres instituciones para que los ubiquen y los tomen presos. Estos gallos deben estar fondeados, son verdaderas culebras.
Carvajal: Conforme, conforme... El comandante Badiola está en contacto con La Moneda. Le va a transmitir este último ofrecimiento de rendición. Me acaban de informar que habría intención de parlamentar.
Pinochet: Tiene que ir al Ministerio él con una pequeña cantidad de gente...
Carvajal: Éstos están ofreciendo parlamentar.
Pinochet: Rendición incondicional, nada de parlamentar. Rendición incondicional.
Carvajal: Muy bien, conforme. Rendición incondicional en que lo toma preso, ofreciéndole nada más que respetar la vida, digamos.
Pinochet: La vida y su integridad física y en seguida se le va a despachar para otra parte.
Carvajal: Conforme, o sea que se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país.
Pinochet: Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país... Y el avión se cae, viejo, cuando vaya volando. (Risas)
Presidente, mi interés se centra en su posición frente al comunismo. Usted es, históricamente, el único que hasta ahora ha logrado derrocar un régimen marxista. Para muchos es usted el antimarxista por excelencia. ¿Ha sido siempre antimarxista? ¿Conoce usted bien el marxismo?
Mi repudio a los marxistas-leninistas es producto de mi conocimiento de su doctrina, con la que tomé mis primeros contactos cuando estuve a cargo de los relegados comunistas en Pisagua en enero y parte de febrero de 1948 y, posteriormente, cuando fui Delegado del Jefe de la Zona de Emergencia en el centro carbonífero de Schwager. Allí nuevamente tuve que ocuparme de los comunistas y sus actividades. Más adelante me adentré en el estudio y el análisis de su doctrina y de sus métodos. En esas lecturas observé con preocupación cómo tiende el marxismo a alterar los principios morales que deben sustentar la sociedad, hasta alcanzar su destrucción a fin de sustituirlos por las consignas ideológicas del comunismo.
Así, por espacio de veinte años me fui interiorizando en esa ideología que no vacilo en calificar de siniestra, hasta convencerme finalmente de que la única forma de enfrentar a tan hipócrita y contaminadora doctrina consiste en la fortaleza espiritual y la firmeza y cohesión de quienes la repudian. Asimismo entendí que no es posible pensar en una lucha anticomunista eficaz cuando se está enmarcado en añejos esquemas democráticos. Siempre respeté y admiré esta concepción política, la democracia, pero, no obstante sus bondades, si no media una debida adecuación, es absolutamente incapaz de enfrentar al comunismo. Mucho menos puede detener la acción de una doctrina totalitaria porque, paradójicamente, es en la propia democracia tradicional donde se encuentran las mayores facilidades para destruirla.
¿Vio usted en consecuencia, en el triunfo de la Unidad Popular el comienzo del fin de la antigua democracia chilena?
Con enorme inquietud recibí el triunfo del candidato de la equivocadamente llamada Unidad Popular, y con creciente angustia presencié cómo en Chile se deterioraba su consistencia social, moral, económica y política. Sin embargo, este proceso no se inició en el gobierno de la Unidad Popular, porque desde tiempo atrás la demagogia venía arrastrando al país hacia su destrucción. En su etapa final, dio la primera mayoría relativa en las urnas a un hombre que reconocía ser marxista-leninista y que, dos meses después, sectores mayoritarios del Congreso designaban Presidente de Chile. Fue un espectáculo muy desconcertante el que dimos al mundo: un país tradicionalmente democrático entregó su libertad a un sector totalitario. No se impuso éste por la fuerza de las armas, como ha sucedido en todos los países en donde gobierna el comunismo, sino que fue entregado por una corriente de la propia democracia.
…
¿Pero el habría sido elegido de todas maneras, tarde o temprano, un gobierno marxista?
La demagogia habría continuado abriendo el camino al comunismo y señalándolo como la panacea para Chile. Tal política habría continuado socavando los cimientos mismos de la institucionalidad, hasta hacer posible más adelante el triunfo, tal vez definitivo, del comunismo. Porque, según los comunistas, el tiempo trabaja para ellos.
Tengamos, pues, la certeza de que los comunistas hubieran seguido tratando de imponerse, quizás en mejores condiciones, y hasta conseguir un éxito más decisivo.
Dios hace siempre las cosas para bien, y el caso de Chile así lo prueba. Al repasar hoy los hechos con la perspectiva del tiempo transcurrido [1979], llegamos a la conclusión de que todo lo sucedido en esos años fue para mejor.
¿Cree usted que todos aprendieron la lección?
Al recordar esos días de angustia, en que uno se sentía impotente a pesar de querer a toda costa evitar el caos que se veía venir, considero que esas penurias son hoy nuestro mejor aliciente para afrontar con energía y hasta dureza a todos aquellos que, creyendo que el peligro pasó, quieren volver al inaceptable juego político que arrastró al país hacia el abismo. Son los mismos que ya nos llevaron a la noche negra del marxismo. Son los mismos que, para satisfacer sus ambiciones, cultivaron un proselitismo demagógico que hoy quisieran reeditar mediante el regreso al antiguo sistema democrático. A ellos los repudia Chile entero porque sabe que son los más grandes responsables de las desgracias que sufrimos.
¿Incluso lo sucedido el 11 de septiembre de 1973?
Chile debió reaccionar ante su creciente degradación política para evitar tener que llegar a un Once de Septiembre. Pero a esas alturas no había otra forma para salir de la tiranía sin retorno a que nos llevaba el Gobierno de la Unidad Popular.
Repito que el drama se había iniciado mucho antes del 4 de septiembre de 1970. Comenzó cuando en el escenario político la autoridad transaba y cedía para no enajenarse el posible apoyo de un adversario interesado. Fue por ello que se aceptaron los peores actos de indisciplina, el robo, las ocupaciones ilegales de la propiedad rural o urbana; aceptaron la injuria y el libertinaje de una prensa aviesa y corrompida, porque sólo se pensaba en triunfar en las urnas sin importar el precio de degradación social que se pagaba.
El 4 de septiembre de 1970 los partidos triunfantes encontraron el terreno bien abonado. Los nuevos conductores de la Nación sólo necesitaban continuar la labor de destrucción para contribuir a hacer de Chile un nuevo “Paraíso Comunista”.
¿Dónde estaba usted ese 4 de septiembre?
En Iquique. Cuando en la noche del 4 de septiembre de 1970 escuchamos en el Cuartel General de la VI División de Ejército las noticias del triunfo del candidato de la Unidad Popular, nos sentimos abrumados. Quienes concordábamos en que en esa elección la disyuntiva era la libertad o el totalitarismo comunista, temimos que nuestra Patria terminara por ser destruida y subyugada. Recuerdo que esa noche reuní a mis oficiales y les expresé: “Chile entra a un período que no deseo calificar, pero quien conozca a los marxistas-leninistas comprenderá por qué siento horror al pensar en los sucesos que ocurrirán a muy breve plazo. Esta crisis no tiene salida. Sin embargo, aún espero que los partidos políticos no acepten este azote para el país. Y en cuanto a lo que a mí respecta, creo que ha llegado el fin de mi carrera, pues el Sr. Allende tuvo hace unos años una dificultad conmigo en Pisagua y debe conocer mi actuación con los comunistas en Iquique. Creo que el problema de Chile se agravará día a día, para llegar, finalmente, a manos del Ejército, cuando todo esté destruido...”
Pero no había llegado el fin de su carrera. Parece que Allende no se desquitó...
En efecto, mi destino no se encauzó como yo lo pensé ese día. Al parecer Allende me confundió, como sucedió otras veces, con el General Manuel Pinochet, y yo, recordando las tácticas que ellos emplean, me mantuve en silencio y actué con cautela.
La demagogia habría continuado abriendo el camino al comunismo y señalándolo como la panacea para Chile. Tal política habría continuado socavando los cimientos mismos de la institucionalidad, hasta hacer posible más adelante el triunfo, tal vez definitivo, del comunismo. Porque, según los comunistas, el tiempo trabaja para ellos.
Tengamos, pues, la certeza de que los comunistas hubieran seguido tratando de imponerse, quizás en mejores condiciones, y hasta conseguir un éxito más decisivo.
Dios hace siempre las cosas para bien, y el caso de Chile así lo prueba. Al repasar hoy los hechos con la perspectiva del tiempo transcurrido [1979], llegamos a la conclusión de que todo lo sucedido en esos años fue para mejor.
¿Cree usted que todos aprendieron la lección?
Al recordar esos días de angustia, en que uno se sentía impotente a pesar de querer a toda costa evitar el caos que se veía venir, considero que esas penurias son hoy nuestro mejor aliciente para afrontar con energía y hasta dureza a todos aquellos que, creyendo que el peligro pasó, quieren volver al inaceptable juego político que arrastró al país hacia el abismo. Son los mismos que ya nos llevaron a la noche negra del marxismo. Son los mismos que, para satisfacer sus ambiciones, cultivaron un proselitismo demagógico que hoy quisieran reeditar mediante el regreso al antiguo sistema democrático. A ellos los repudia Chile entero porque sabe que son los más grandes responsables de las desgracias que sufrimos.
¿Incluso lo sucedido el 11 de septiembre de 1973?
Chile debió reaccionar ante su creciente degradación política para evitar tener que llegar a un Once de Septiembre. Pero a esas alturas no había otra forma para salir de la tiranía sin retorno a que nos llevaba el Gobierno de la Unidad Popular.
Repito que el drama se había iniciado mucho antes del 4 de septiembre de 1970. Comenzó cuando en el escenario político la autoridad transaba y cedía para no enajenarse el posible apoyo de un adversario interesado. Fue por ello que se aceptaron los peores actos de indisciplina, el robo, las ocupaciones ilegales de la propiedad rural o urbana; aceptaron la injuria y el libertinaje de una prensa aviesa y corrompida, porque sólo se pensaba en triunfar en las urnas sin importar el precio de degradación social que se pagaba.
El 4 de septiembre de 1970 los partidos triunfantes encontraron el terreno bien abonado. Los nuevos conductores de la Nación sólo necesitaban continuar la labor de destrucción para contribuir a hacer de Chile un nuevo “Paraíso Comunista”.
¿Dónde estaba usted ese 4 de septiembre?
En Iquique. Cuando en la noche del 4 de septiembre de 1970 escuchamos en el Cuartel General de la VI División de Ejército las noticias del triunfo del candidato de la Unidad Popular, nos sentimos abrumados. Quienes concordábamos en que en esa elección la disyuntiva era la libertad o el totalitarismo comunista, temimos que nuestra Patria terminara por ser destruida y subyugada. Recuerdo que esa noche reuní a mis oficiales y les expresé: “Chile entra a un período que no deseo calificar, pero quien conozca a los marxistas-leninistas comprenderá por qué siento horror al pensar en los sucesos que ocurrirán a muy breve plazo. Esta crisis no tiene salida. Sin embargo, aún espero que los partidos políticos no acepten este azote para el país. Y en cuanto a lo que a mí respecta, creo que ha llegado el fin de mi carrera, pues el Sr. Allende tuvo hace unos años una dificultad conmigo en Pisagua y debe conocer mi actuación con los comunistas en Iquique. Creo que el problema de Chile se agravará día a día, para llegar, finalmente, a manos del Ejército, cuando todo esté destruido...”
Pero no había llegado el fin de su carrera. Parece que Allende no se desquitó...
En efecto, mi destino no se encauzó como yo lo pensé ese día. Al parecer Allende me confundió, como sucedió otras veces, con el General Manuel Pinochet, y yo, recordando las tácticas que ellos emplean, me mantuve en silencio y actué con cautela.
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10 comentarios:
el pueblo al fin celebra.
borre el comentario de mi blog por que me parecia un mensaje muy ambiguo, y creia que descontexto tenia una sola mirada a lo real, o al menos el descontextoeditor. la verdad es una sola, pinochet es un asesino, torturo, mintio, reprimio, en fin, y la muerte es lo minimo para miles de personas que tenian que verlo libre en el mismo pais que ellos, en el mismo pais donde vivian sus hijos. No es solo opinion mia, es la del pueblo, el que salio a celebrar el domingo a la cuidad, ese el el verdadero tribunal, el pueblo querido amigo, un pueblo que no dice depende, ni aca hay dos chiles, un solo pueblo no mas.
De más pues. De acuerdo con todo. Ahora... la muerte nos llega a todos, a los buenos, a los malos y a los "más menos"... entonces no sé si se considerará como castigo la muerte en este caso. Por otra parte, jode que al tipo no lo hayan castigado, metido preso. Puto por ello y putos los otros a su lado. En lo realitivo a "que descontexto tenia una sola mirada a lo real", tenemos la certeza de que la mirada nunca es una. ¿Salimos todos los que nos consideramos de izquierda o contradictatoriales a celebrar? ¿Salió todo el pueblo a las calles? Ha muerto un ex dictador, un asesino, un criminal y la cabeza de toda una mancha en la historia de nuestro país, que es sólo uno, pero que existe sobreviviendo en su ambiguedad y en escisión interna evidente. No verlo es otra cosa.
Pd: ¿Lo de 'querido amigo' a qué refiere? ¿Cuál es la verdad en ello?
Suerte.
claramente no es un castigo, (nunca nombre eso)pero ya que no hubo justicia, al menos es un pequeño alivio no tener que ver la impuniad de ese viejo en nuestro pais. y si, el verdadero pueblo salio a celebrar, era cosa de estar ahi.
amigos, enemigos, da igual.
cuán susceptibles que andan muchachos, los unos y los otros. la paz sea con todos vosotros.
Ok
la onda mas reliosa parece. Juan carlos, no te enojis, demas que no ersi mi amigo, tampo enemigo, pero te tengo mucho cariño, en serio. ya tendre mas cuidado con los comentarios en tu blog ah.
No pos, Mane, si no me enojo... Pasa que se puede discutir, ¿no? Yo no me hago drama por no estar de acuerdo y espero que tampoco te los hagas tú. Yo también te tengo cariño, en serio. No es necesario tener cuidado con tus comentarios, ya que éste es un espacio abierto para tantos, si no para todos. Eres bienvenida a volver y opinar cuando quieras y cómo quieras.
ya bacan, por q encuentro bacan tu blog. y bacan q nos tengamos cariño.
maneyvillavicenciotiernenunahistoriaparticyular
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