jueves, noviembre 30, 2006

"Siete sábados", de Carlos Almonte






a AA...



Sábado 1. Es una mañana fría. Las hojas amarillas cubren el extenso prado. Los pasillos aún están vacíos, al igual que las habitaciones, aulas y oficinas. Me siento en la escalera y enciendo un cigarrillo. Abro un libro pero no lo leo; dejo pasar las hojas lentamente, mientras veo llegar a los demás. No saludo a nadie. No hablo con nadie. Permanezco en total silencio, entreverado en la excusa de unas páginas sin nombre y una actitud arisca, que desde mi más tierna infancia acompañó mis pasos inseguros y primeras rebeldías. Hasta que la veo aparecer, de kefia albinegra en la cabeza y unos veinte libros en las manos. Su perfil, tan sólo su perfil, su disfrute lento, descansado, podría haber significado guerras o peleas de navajas entre compadritos ebrios, o arrabales. No le digo nada. Desde mi estratégica vigilia, no la miro más allá de lo que indica el protocolo de hombre solitario, sin vergüenzas contenidas ni ofrecidas. Espero a que el tabaco se consuma sin fumarlo y recién entonces lo expulso lejos de mi mano. Huele el aire a flores árabes, y el sonido de caballos que huyen o persiguen me desvela de tan pulcra ensoñación. Ha ocurrido, esta escena, la ilusión, en menos de un minuto y ya comienzo a recordarla. Hace frío, tal vez demasiado para ser otoño.

Sábado 2. Las hojas han caído y, ya desde la grava, sincronizan sus pequeños pasos de avecilla enternecida. Aunque esta imagen no comforme realmente su libérico carácter -hecho de fucsias filigranas y enraizados formidables-. Me contengo al adherirme a ella, tal como lo haría un cirio a un plato arcano de metales. Labro, surco e imagino un pliegue a un costado de su espalda. La protejo de sus enemigos; canto estrofas de batallas y triunfales alegrías: Allahu Akbar, Allahu Akbar, Allahu Akbar. Me seduzco en la agonía de su ausencia. No es lo mismo un día sin verla aparecer; no es la misma entrega, no es la misma paz. Ya ha dejado de llover.

Sábado 3. El invierno ha transcurrido en diez mañanas de observarla sin decirle nada. El sol entibia las flores y seca la tierra. A pesar del tiempo y su curso indesmentible, no decido aún si quiero enrevesar aquel ligero y cándido rubor. No sé si quiero enviar papeles, documentos, mapas o códigos que nadie entenderá; y escuchar su voz aguda, o restregarme en su piel áspera y rugosa. Ni siquiera entiendo el espectáculo del lado, una entidad rebota versos lúgubres, airados discursos que claman por justicia, prosa de filosofías decandentes, bustos cercenados, enmohecidos, y su mirada esquiva, hacia atrás, hacia un costado, que ni sonríe ni complace. Todavía falta un próximo periodo de tristeza, cuatro bombas y misiles, improperios, invasiones, lo de siempre. Me resulta fácil ver aquel final; aún así no creo ser capaz de tolerarlo. Ella ríe sin saber, canta por costumbre; los hermanos caen junto al río, el agua llena de su sangre. Ella toma un arma sin saber, mata por costumbre...

Sábado 4. Hoy lo he comprobado: El deseo embauca a la razón, le hace trampas. Aunque en este caso no se trate de un deseo físico, aunque lo incluye. Nuestra dependencia, hoy he concluido, se basa en el intercambio, en la inacción, en la telepatía, en el casual encuentro a la hora del café. Romper esta dinámica, sin su consentimiento, sería un acto burdo, anacrónico e invasivo. Más bien esperaré sus instrucciones, o que el tiempo, llamado acá un sensato devenir, nos induzca al siguiente paso, al encuentro razonado, bajo álamos y arbustos desprovistos de pétalos y ramajes; junto al río que imagino, correntoso o congelado. Nos sentamos a observar el clima y comentar, desde el silencio, el vuelo triangular de las aves migratorias.

Sábado 5. Es la medianoche. Las fogatas comienzan a apagarse y el ganado, intranquilo por los astros que no entregan el fulgor acostumbrado, se reparte en las colinas como si se despidieran entre ellos. Nadie más, en todo el campamento, advierte el hecho. Sin la experiencia de la noche del desierto, camino entre las tiendas hasta tropezar con una piedra de color azul, ubicada entre dos tiendas amarillas. Oigo risas, música de las montañas, el rasgueo de las cuerdas; huelo el suave aroma del vino y su voz, entre cortada y sorpresiva, me reprende una vez más. El viento del norte me esconde de mi propia sombra y al tornarse huracanado logra desviar mis pensamientos, entreabrir mis ojos y volver a unos pasos de ella, que aún sigue riendo y describiendo las bondades de su laúd.

Sábado 6. He dormido varios días con sus noches. Su recuerdo se entremezcla en sueños y memorias desveladas. No es cierto aquello que soñé, me insisto una y otra vez, pero su andar y levitar... Creo en el siguiente sueño, me repito como un sura de elegante sabiduría, ante su figura hecha de piedra: sus muslos cubiertos por el velo y su rostro suave como el horizonte en el desierto. Le hablo como si estuviera al lado y sus manos descubrieran mis cabellos. La extraigo, la reemplazo, la devasto, el pensamiento, la arena se levanta y cae en lluvia, la observo caminar, hablar, pisotear las hojas secas, la oigo en el tiempo de la paz, la imagino sosteniendo espadas, un revólver, cobrando la justicia que no llega de otra forma, rebelando el pacto negro de la historia, la verdad en un espacio de delirio. La recuerdo, la adoro, la espero...

Sábado 7. Hoy la veré por última vez. Pasado el mediodía me iré antes que ella, perdiéndome entre bajos edificios y araucarias jóvenes, aspirando alergias orientales y experimentando una leve y tal vez sutil tristeza, que no se apagará ni aún el día de mi muerte. No haré nada por hablarle, por intercambiar aunque sea un adiós definitivo. Sé que ella tampoco hará nada por hablarme o acercarse. Así es ella. Así soy yo. Así somos nosotros, el uno para el otro, juntos en esta analogía. Sé que la recordaré, extrañándola, viendo apenas su cabeza girar mientras observa el brillo que refleja el ventanal izquierdo. Sé que pensaré en ella más de lo que indica la distancia y cercanía. Es absurdo, acaso para alguno, o para todos, pero sé que entenderé este amor en pocos días, y, lo que es peor, sé que no la buscaré entonces; seguiré aquel rumbo prefijado entre piedras y montañas secas. Alguna vez la encontraré, quizás, sin intención, una soleada tarde, y la cruzaré sin saludar ni realizar gesto alguno; al igual que hará ella. Y me perderé de nuevo, nos perderemos, en la sombra fija de los días, en la extraña gelidez de nuestro olvido.










miércoles, noviembre 29, 2006

"La voz del Demonio", de William Blake



Todas las Biblias o códigos sagrados han sido causa de los errores siguientes:

1.- Que el hombre tiene dos principios reales de existencia: un cuerpo y un alma.
2. - Que la Energía, llamada Mal, no procede si no del cuerpo; y que la Razón, llamada Bien, no procede si no del alma.
3. - Que Dios atormentará al hombre durante la Eternidad por seguir sus energías.
Pero los siguientes contrarios son verdaderos:
1. - El hombre no tiene un Cuerpo distinto de su Alma. Aquello que llamamos cuerpo es una porción de alma percibida por los cinco sentidos, pasajes principales del alma en esta edad.
2. - La Energía es la única vida y procede del Cuerpo. La Razón es el límite o circunferencia externa de la Energía.
3. - La Energía es la Delicia Eterna.

Quienes contienen su deseo, lo hacen porque su deseo es lo bastante débil como para poder ser contenido. De este modo, quien contiene, o la Razón, usurpa el lugar del deseo y gobierna a los abúlicos.

Y una vez contenido, se vuelve gradualmente pasivo hasta ser apenas la sombra del deseo.

La historia de esto se halla escrita en el Paraíso Perdido, y el Dominador o Razón es llamado Mesías.

Y al primitivo Arcángel, capitán de la armada celeste, es llamado Demonio o Satán, y sus hijos son llamados Pecado y Muerte.

Mas en el libro de Job, el Mesías de Milton es llamado Satán.

Porque esta historia ha sido adoptada por ambos partidos.

A la Razón le parece que el Deseo ha sido expulsado, pero la versión del Demonio fue que el Mesías cayó y construyó un cielo con lo que había hurtado al Abismo.

Así está revelado en el Evangelio donde lo vemos implorar al Padre que le envíe al que reconforta o al Deseo, sobre el cual la Razón pueda concebir Ideas para con ellas construir. El Jehová de la Biblia no es sino aquel que mora en la fogosa llama. Sabe que, después de su muerte, Cristo se transformó en Jehová.

Pero en Milton el Padre es el Destino, el Hijo la Razón de los cinco sentidos y el Espíritu Santo es la Nada.












Nota: Milton escribió prisionero cuando habló de los Angeles y Dios, y en libertad cuando habló del Infierno y los Demonios, porque fue un verdadero Poeta y del partido de los Demonios, sin saberlo.










Del Matrimonio del Cielo y del Infierno, 1790 (aprox).










martes, noviembre 28, 2006

"Ezra Pound", de Homero Aridjis

Fragmentos




- E
n emisión radiofónica desde Roma expresó: "La descomposición del Imperio Británico viene de adentro, y si toda esa organización sifilítica declara la guerra a Canadá, o Alberta, no veo motivo alguno para que no le declare la guerra a los judíos de Londres. Sea que hayan nacido judíos o hayan elegido la judería por predilección".


- El 10 de diciembre de 1943 reanudó sus transmisiones dirigidas desde Milán a las tropas norteamericanas en Europa y Africa del Norte. "Cualquier ser humano que no sea un gusano idiota perdido, debe darse cuenta que el fascismo es superior en todo a la judeocracia rusa, y que el capitalismo apesta", les decía.


- Me tocó conocer a Ezra Pound en el festival de los Dos Mundos en Spoleto, en junio de 1967. Conocí a los dos Pounds a la vez: al poeta de Personae y de las traducciones del chino al inglés, y al hombre que llegó a firmar sus cartas con la swástika nazi, a elogiar Mein Kampf y a dar una conferencia sobre los "principios del fascismo italiano".




Extractos del artículo publicado por el escritor mexicano en el suplemento “El Angel” del periódico Reforma, 8-10-1995


 

lunes, noviembre 27, 2006

"El infierno tan temido", de Juan Carlos Onetti

-Fragmento-



La primera carta, la primera fotografía, le llegó al diario entre la medianoche y el cierre. Estaba golpeando la máquina, un poco hambriento, un poco enfermo por el café y el tabaco, entregado con familiar felicidad a la marcha de la frase y a la aparición dócil de las palabras.
...
Risso la miraba desde arriba. El pelo claro, teñido, las arrugas del cuello, la papada que caía redonda y puntiaguda como un pequeño vientre, las diminutas, excesivas alegrías que le adornaban las ropas. Es una mujer, también ella. Ahora le miro el pañuelo rojo en la garganta, las uñas violentas en los dedos viejos y sucios de tabaco, los anillos y pulseras, el vestido que le dio en pago un modisto y no un amante, los tacos interminables tal vez torcidos, la curva triste de la boca, el entusiasmo casi frenético que le impone a las sonrisas. Todo va a ser más fácil si me convenzo de que también ella es una mujer.
...
Intacta a veces, con bigotes de lápiz o desgarrada por uñas rencorosas, por las primeras lluvias otras volvía a medias la cabeza para mirar la calle, alerta, un poco desafiante, un poco ilusionada por la esperanza de convencer y ser comprendida. Delatada por el brillo sobre los lacrimales que había impuesto la ampliación fotográfica de Estudios Orloff, había también en su cara la farsa del amor por la totalidad de la vida, cubriendo la busca resuelta y exclusiva de la dicha.








1962







sábado, noviembre 25, 2006

"El secreto", de Gabriel Ferrater




Llegará el día más largo de algún larguísimo
verano. Muy de mañana, antes que el teléfono
llame a la playa o al bosque, nos iremos.
Entre el vaho de las calles recién regadas
atravesaremos la ciudad, hasta tomar
el tren más lento que salga. Bajaremos
en la tercera estación, en un pueblo
de tierra sin verdes. El disco rojo
de una taberna nos dará la señal.
Creeremos. Nos sentaremos, y todo el día,
sin mirar mientras nos miran, beberemos
la tibia cerveza del silencio.
Volveremos bien seguros de que ningún recuerdo
ha entrado en nosotros. Cuando encontremos
al primer amigo y, dentro de un bar encendido
de voces y manos, comprendamos que ese día
ha sido el del prodigio, que se han dicho
la palabra sencilla de los justos, y que los unos
han sabido creer a los otros cuando negaban
las horas de tantos años, y todos ríen,
reiremos también, y guardaremos el secreto.
Y más que nunca, cuando les llegue el tormento
del desgarrón del puro anochecer (cuando pisaran
caretas, y la piel al descubierto
les dijera todo el asco de cómo eran
antes: tal como habrán vuelto a ser)
y se hermanen todos dentro del odio mutuo,
callaremos. Que no sepa nadie
que no dijimos ni sentimos nada. Que puedan
odiarnos también, fraternalmente.



Versión de José María Valverde


 

viernes, noviembre 24, 2006

"El gesto de la muerte", de Jean Cocteau



Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.

El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.




miércoles, noviembre 22, 2006

"Celebrando al Profeta, que Dios le bendiga y le dé paz", de Yusuf Islam

Charla dada por Yusuf Islam (Cat Stevens) en Abu Dhabi, EAU, el 21 de abril de 2005
Traducido al español por Omar Ribas





El regalo de la Paz y la Luz del Islam; celebrando al Último de los Mensajeros de Dios al-hamd wa salawat-. Agradezco a aquellos implicados en que la invitación sea en esta bendita ocasión. En un mundo en el que la gente está rodeada por la oscuridad, la ignorancia y el miedo, es un signo de esperanza estar celebrando el mensaje de paz y luz del Islam, y el último gran Mensajero, que Dios le bendiga y le dé paz, nacido y escogido para entregarlos a toda la humanidad.

Mi visión del Islam y Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, antes de leer el Corán

Yo era como mucha gente en Occidente; bendito con unos avances materiales inmensos, una tecnología magnífica y unos sistemas políticos altamente evolucionados, pero criado casi en un estado de embarazosa pobreza respecto al conocimiento e información sobre el Islam. Imágenes de los musulmanes como extraños raciales, con extrañas costumbres religiosas, genios, alfombras mágicas, lunas y estrellas, guerra y derramamiento de sangre, las cruzadas, dominaban mi punto de vista; era lo que se me había presentado, lo que se podría decir que representaba al Islam, hasta que realmente lo descubrí cuando me dieron una traducción inglesa del Corán en 1976.

Unificación de la escritura de la humanidad bajo Dios Único

La primera lección que aprendí del Corán fue el mensaje de unidad y paz. Esta no era esa religión oscura, extranjera, que había esperado. Primero hablaba de la creencia en Dios Único Señor de toda la gente, creaciones y acontecimientos en este universo incomparable, hablando de nosotros como de naturaleza adánica; hijos de la humanidad de los mismos padres, Adán, la paz sea con él, y Eva, pertenecientes a la misma familia. Los versos hablaban de los demás Profetas como hermanos que predicaron la unificación de la escritura del género humano, mostrando a cada hombre y a cada mujer el camino al Paraíso. Vi los nombres de Jesús, de Moisés, de Abraham, de Jacob, de Noé, y por supuesto, crucialmente, el nombre de su último mensajero, el último mensajero de Dios, Muhámmad, que la paz de Dios sea con todos ellos. No había división que pudiera ver entre la enseñanza esencial de todos los Profetas y los hombres sabios de religión. El Corán indicó una declaración universal que definió a la verdadera fe y religión, dijo: “La virtud no consiste en volver el rostro hacia Oriente u Occidente; el que tiene virtud es el que cree en Al-lah, en el Último Día, en los ángeles, en los Libros y en los profetas, el que da de su riqueza, a pesar del apego que siente por ella, a los parientes, huérfanos, necesitados, hijos del camino, mendigos y para liberar a esclavos; el que establece el salat y entrega el zakat; el que es fiel a los compromisos cuando los contrae; el paciente en la adversidad y en la desgracia y en los momentos más duros de la lucha. Esos son los veraces y esos son los temerosos” (Sura al-Báqara, 2:177)

Descubrí que la palabra “Islam” significaba entrar en “paz” con Dios y con toda Su creación

Como no había signo de racismo o separación entre los Profetas, conocí que este libro era verdaderamente una Revelación del Dios Único. Desde ese momento me di cuenta que no me quedaba nada por hacer excepto ser un musulmán, y eso fue lo que hice hace veintiocho años atrás.

Después de aceptar el Islam, mi descubrimiento de la Sunna, el ejemplo vital del Profeta, que Dios le bendiga y le dé paz

Una de las cosas más maravillosas después de abrazar el Islam fue descubrir la vida única y la historia del bendito Profeta, que Dios le bendiga y le dé paz, que explicaban y enseñaban con el ejemplo práctico las palabras y las enseñanzas del Glorioso Corán, la Sunna. En la historia humana, hay miles de hombres que han influido el curso de la humanidad; todos han dejado su marca en las páginas del tiempo. Reyes, guerreros, filósofos, escritores, poetas… Pero ¿cuántos nos han pasado sin dejar ningún registro e imagen de su personalidad o ejemplo? ¿Cuántos nos han dejado una documentación tan perfecta de sus dichos y conducta, que continúa contribuyendo al bienestar presente y futuro de la humanidad? Por eso hoy, en Medina, en la Península de Arabia donde estamos ahora, encontramos un flujo sin fin de personas que visitan y dan los saludos de paz, y que invocan las bendiciones de Dios sobre el Mensajero de la Misericordia, Muhámmad al-Mustafá, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sál-lam. Desde cómo peinaba su pelo hasta la manera en que caminaba, de los detalles de sus momentos íntimos con su familia a los pronunciamientos y declaraciones del Profeta, que Dios le bendiga y le dé paz, referentes al discurso entre religiones y naciones, cada momento de su vida y enseñanzas proféticas han sido escrupulosamente guardados, puestos por escrito, y seguidas. El mayor legado es que beneficia al más amplio número de personas durante el período más prolongado de tiempo ilimitadamente. A nadie excepto el Profeta Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, le fue dado este papel como Sello del ensaje de Dios. El Corán lo confirma, “Realmente en el Mensajero tenéis un hermoso ejemplo para quien tenga esperanza en Al-lah y en el Último Día y recuerde mucho a Al-lah” (Sura al-Ahzab, 33:21).

Una de las cosas más importantes de su vida y misión fue la llamada a la humanidad a la unidad de propósito del universo. El hecho de que el Profeta, que Dios le bendiga y le dé paz, cuidara de cada ser humano e intentara con la mejor disposición asegurar su seguridad en el más allá, debe ser la más elocuente de sus característica compasiva y misericordiosa. “Una vez el Enviado de Al-lah, que Al-lah bendiga y le dé paz, dijo: “No hay nadie que atestigüe sinceramente que no hay más dios excepto Al-lah y que Muhámmad es su mensajero, que Al-lah lo salve del fuego del Infierno”. Su compañero Mu’ad dijo: “¡Oh Mensajero de Dios! ¿No debería informar a la gente de esto para que puedan tener buenas nuevas?” Replicó con vacilación: “(Quizás) Cuando la gente lo oiga, ellos sólo dependerán de esto”. (Sahih al-Bujari, 1:130)

Mientras que el Islam es proyectado hoy como enemigo y hostil al cristianismo, judaísmo y demás religiones, la verdad es que el Profeta, que Dios le bendiga y le dé paz, fue el gran educador, que enseñó a la gente el significado y la explicación de su propia religión, que corrigió y los asistió en seguir el camino recto, tal como enseñaron los Profetas y mensajeros previos. “Di: ¡Oh gente del Libro! Venid a una palabra común para todos: Adoremos únicamente a Al-lah, sin asociarle nada, y no nos tomemos unos a otros por señores en vez de Al-lah” (Sura Ali Imrán, 3:64)

Amor y Misericordia

Termino con una conclusión, que el Profeta, que Dios le bendiga y le dé paz, enseñó para aquellos que quieren aprender el Islam, y beneficiarse de la Misericordia que el Profeta, que Dios le bendiga y le dé paz, distribuyó a toda la gente, dijo: “No entraréis en el cielo hasta que creáis; y no creeréis hasta que os améis unos a otros. Extended “As-salam”. (La paz).



 

martes, noviembre 21, 2006

"Casa de muñecas", de Henrik Ibsen

-Fragmento-


CRISTINA: Krogstad, tenemos que hablar.
KROGSTAD: ¿Nosotros dos? ¿Qué podremos decimos todavía?
CRISTINA: Muchas cosas.
KROGSTAD: No lo hubiera creído jamás.
CRISTINA: Es que usted no me ha comprendido bien nunca.
KROGSTAD: No había mucho que comprender; esas cosas ocurren diariamente. La mujer sin corazón despide al hombre con quien está en relaciones cuando encuentra otro partido más ventajoso.
CRISTINA: ¿Me cree usted, pues, falta de corazón enteramente? ¿Supone que no me costó nada el rompimiento?
KROGSTAD: Sin duda.
CRISTINA: ¿Ha creído eso realmente, Krogstad?
KROGSTAD: Si no era así, ¿por qué me escribió usted como lo hizo?
CRISTINA: No podía actuar de otro modo. Decidida a romper, debía arrancar de su corazón todo lo que sintiera por mí.
KROGSTAD (Frotándose las manos): ¡Ah! ¡Eso es!... Y todo por el vil interés.
CRISTINA: No debe usted olvidar que yo tenía entonces que sostener a mi madre y a dos hermanos pequeños. No podíamos esperar a usted, que sólo tenía entonces esperanzas tan remotas...
KROGSTAD: Aún suponiendo que fuera así, usted no tenía derecho a rechazarme por otro.
CRISTINA: No lo sé. Muchas veces me lo he preguntado.
KROGSTAD (Bajando la voz): Cuando la perdí a usted, creí que me faltaba el suelo. Míreme: soy como un náufrago asido a una tabla.
CRISTINA: Quizás esté próxima la salvación.
KROGSTAD: La tenía ya, y usted ha venido a quitármela.
CRISTINA: Yo he sido ajena a la cuestión, Krogstad. Hasta hoy no he sabido que la persona a quien iba a substituir en el Banco era usted.
KROGSTAD: Lo creo, puesto que me lo dice; pero ahora que lo sabe, ¿no renunciará al cargo?
CRISTINA: No, porque a usted no le serviría de nada.
KROGSTAD: ¡Ah! ¡Bah! Yo, en el lugar de usted, lo haría de todos modos.
CRISTINA: He aprendido a obrar juiciosamente. Me lo han enseñado la vida y la dura necesidad.
KROGSTAD: Pues a mí la vida me ha enseñado a no dar crédito a las palabras.
CRISTINA: En eso le ha dado a usted una sabia lección, pero ¿cree usted en los hechos?
KROGSTAD: Tengo buenas razones para hablar así.
CRISTINA: Yo también soy un náufrago asido a una tabla; no tengo a nadie a quien consagrarme, a nadie que necesite de mí.
KROGSTAD: Usted lo ha querido.
CRISTINA: No podía elegir.
KROGSTAD: ¿Adónde quiere usted ir a parar?
CRISTINA: ¿Qué le parece a usted si esos dos náufragos se tendieran la mano?
KROGSTAD: ¿Qué dice usted?
CRISTINA: ¿No vale más juntarse en la misma tabla?
KROGSTAD: ¡Cristina!
CRISTINA: ¿Cuál supone usted que es el motivo que me ha traído a esta ciudad?
KROGSTAD: ¿Habría usted acaso pensado en mí?
CRISTINA: Necesito trabajar para poder soportar la existencia. Toda mi vida, hasta donde alcanzan mis recuerdos, la he pasado trabajando. Era mi mayor y mi única alegría. Ahora me encuentro sola en el mundo, y advierto un vacío horrible. No pensar más que en sí misma quita todo atractivo al trabajo. Vamos, Krogstad, dígame usted por quién y por qué voy a trabajar.
KROGSTAD: No le creo; eso no es más que orgullo de mujer que se exalta y desea sacrificarse.
CRISTINA: ¿Me ha visto usted alguna vez exaltada?
KROGSTAD: ¿Sería usted capaz de hacer lo que dice? ¿Conoce todo mi pasado?
CRISTINA: Sí.
KROSTAD: ¿Conoce usted mi reputación, lo que se dice de mí?
CRISTINA: Sí, lo he comprendido bien hace poco. Usted supone que yo habría podido salvarlo.
KROGSTAD: Estoy seguro de ello.
CRISTINA: ¿No se puede reparar todo?
KROGSTAD: ¡Cristina! ¿Ha pensado usted bien lo que dice? Sí, lo veo en su cara. ¿De modo que tendría el valor ...?
CRISTINA: Yo necesito alguien a quien servir de madre, y los hijos de usted necesitan madre. Nosotros también nos sentimos inclinados el uno hacia el otro. Tengo fe en lo que hay en el fondo de usted, Krogstad... Con usted nada me asustará.
KROGSTAD (Estrechándole las manos): ¡Gracias, Cristina gracias!... Ahora es preciso que me levante a los ojos del mundo, y sabré hacerlo. ¡Ah! Pero me olvidaba... (La música ejecuta la tarantela).
CRISTINA (Escuchando): ¡Silencio! ¡La tarantela! ¡Váyase usted, váyase en seguida!
KROGSTAD: ¿Por qué?
CRISTINA: ¿Oye usted esa música? Es que concluye el baile, y van a volver.
KROGSTAD: Bien, me marcho. Ya todo es inútil. Usted no sabe, por supuesto, el paso que he dado contra los Helmer.
CRISTINA: Por lo contrario, Krogstad, lo conozco.
KROGSTAD: ¿Y tenía el valor de ...?
CRISTINA: Sé lo que puede la desesperación en una persona como usted.
KROGSTAD: ¡Oh! ¡Si pudiera deshacer mi obra!
CRISTINA: Puede usted: su carta está todavía en el buzón.
KROGSTAD: ¿Está usted segura?
CRISTINA: Lo sé, pero...
KROGSTAD (Mirándola fijamente): ¿Es ésa la explicación? ¿Desea usted salvar a su amiga a todo precio? Haría usted mejor en confesarlo francamente. ¿Es así?
CRISTINA: Krogstad, cuando una persona se ha vendido una vez por salvar a alguien, no reincide.
KROGSTAD: Voy a pedir mi carta.
CRISTINA: Nada de eso.
KROGSTAD: ¡Vaya! No faltaba más. Espero la vuelta de Helmer para decirle que deseo recuperar mi carta.... que no trata más que de mi cesantía..., que no necesita leerla...
CRISTINA: No, Krogstad, no pida usted la carta.
KROGSTAD: Pero, sin embargo..., ¿no es por eso realmente por lo que me ha hecho usted venir aquí?
CRISTINA: Durante las últimas 24 horas han ocurrido aquí cosas increíbles, y es conveniente que Helmer lo sepa todo; ese fatal misterio debe disiparse. Hace falta que se expliquen: basta de embustes y de evasivas.
KROGSTAD: Bien, si usted lo toma por su cuenta... Pero hay algo que hacer en todo caso y que importa hacer en seguida...
CRISTINA (Escuchando): ¡Despáchese usted! Váyase!... El baile ha terminado, y no estamos ya seguros.
KROGSTAD: La espero a usted abajo.
CRISTINA: Conforme. Me acompañará usted hasta la puerta de mi casa.
KROGSTAD: Jamás he sido tan feliz. (Sale por la puerta exterior. La del recibidor sigue abierta hasta el fin).




Acto Tercero, Escena I.
1879.

lunes, noviembre 20, 2006

"El manifiesto blanco", de Lucio Fontana




El arte se encuentra en un período de latencia. Hay una fuerza que el hombre no puede manifestar. Nosotros la expresamos en forma literal en este manifiesto. Por eso pedimos a todos los hombres de ciencia del mundo que saben que el arte es una necesidad vital de la especie, que orienten una parte de sus investigaciones hacia el descubrimiento de esa sustancia luminosa y maleable y de los instrumentos que producirán sonidos, que permiten el desarrollo del arte tetradimensional. Entregaremos a los experimentadores la documentación necesaria. Las ideas no se refutan. Se encuentran en germen en la sociedad, luego los pensadores y los artistas las expresan. Todas las cosas surgen por necesidad y son de valor en su época... La plástica consistió en representaciones ideales de las formas conocidas, en imágenes a las que idealmente se les atribuía realidad. El espectador imaginaba un objeto detrás de otro, imaginaba la diferencia entre los músculos y las ropas representadas.

Hoy, el conocimiento experimental reemplaza al conocimiento imaginativo. Tenemos conciencia de un mundo que existe y se explica por sí mismo, y que no puede ser modificado por nuestras ideas. El materialismo establecido en todas las conciencias exige un arte en posesión de valores propios, alejado de la representación que hoy constituye una farsa. Los hombres de este siglo, forjados en ese materialismo nos hemos tornado insensibles ante la representación de las formas conocidas y la narración de experiencias constantemente repetidas. Se requiere un cambio en la esencia y en la forma. Se requiere la superación de la pintura, de la escultura, de la poesía, de la música. Se necesita un arte mayor acorde con las exigencias del espíritu nuevo.

La era artística de los colores y las formas paralíticas toca su fin. El hombre se torna de más en más insensible a las imágenes clavadas sin indicios de vitalidad. Las antiguas imágenes inmóviles no satisfacen las apetencias del hombre nuevo formado en la necesidad de acción, en la convivencia con la mecánica, que le impone un dinamismo constante. La estética del movimiento orgánico reemplaza a la agotada estética de las formas fijas. Invocando esta mutación operada en la naturaleza del hombre en los cambios psíquicos y morales y de todas las relaciones y actividades humanas, abandonamos la práctica e las formas de arte conocidas y abordamos el desarrollo de un arte basado en la unidad del tiempo y del espacio.

Concebimos la síntesis como una suma de elementos físicos: color, sonido, movimiento, tiempo, espacio, integrando una unidad físico psíquica. Color, el elemento del espacio, sonido, el elemento del tiempo, y el movimiento que se desarrolla en el tiempo y en el espacio, son las formas fundamentales del arte nuevo, que contiene las cuatro dimensiones de la existencia. Tiempo y espacio.




1946

 

domingo, noviembre 19, 2006

«Compromiso y contrainsurgencia. Escrito del Coronel Walter E. Kurtz», de Michael Herr







Mientras nuestros funcionarios y tropas realicen excursiones en servicio limitadas a un año, seguirán siendo diletantes en la guerra y turistas en Vietnam. Mientras haya cerveza fría, comida caliente, rock & roll y todos los otros encantos sigan siendo lo esperado, nuestra conducta sobre la guerra ganará sólo en impotencia. El uso de poder de fuego indiscriminado y al por mayor sólo aumentará la efectividad del enemigo y fortalecerá su resolución de demostrar la superioridad de una cultura agraria por sobre la tecnocracia más grande del mundo... La tragedia central de nuestro esfuerzo en este conflicto ha sido la confusión de una tecnología sofisticada con el compromiso humano. Nuestras bombas pueden destruir la geografía a tiempo, pero ellas nunca ganarán la guerra... Nosotros necesitamos menos hombres, y mejores; si ellos fueran comprometidos, esta guerra podría ganarse con una cuarta parte de nuestra presente fuerza.





en Apocalipsis ahora, 1979








sábado, noviembre 18, 2006

"Himno a Satán", de Leopoldo María Panero






Ten piedad de mi larga miseria
Charles Baudelaire




Tú que eres tan sólo
una herida en la pared
y un rasguño en la frente
que induce suavemente a la muerte:
tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano día tras día
buscando entre la mierda
la razón de su vida;
yo que nací del excremento
te amo
y amo posar sobre tus manos delicadas mis heces.
Tu símbolo es el ciervo
y el mío la luna:
que caiga la lluvia sobre
nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina y sangre
las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.





de Poemas del manicomio de Mondragón, 1987




















viernes, noviembre 17, 2006

«El deber de la desobediencia civil», de Henry David Thoreau

Fragmento / Traducción de Hernando Jiménez




La masa de hombres sirve pues al Estado, no como hombres sino como máquinas, con sus cuerpos. Son el ejército erguido, la milicia, los carceleros, los alguaciles, posse comitatus,[1] etc. En la mayoría de los casos no hay ningún ejercicio libre en su juicio o en su sentido moral; ellos mismos se ponen a voluntad al nivel de la madera, la tierra, las piedras; y los hombres de madera pueden tal vez ser diseñados para que sirvan bien a un propósito. Tales hombres no merecen más respeto que el hombre de paja o un bulto de tierra. Valen lo mismo que los caballos y los perros. Aunque aún en esta condición, por lo general son estimados como buenos ciudadanos. Otros –como la mayoría de los legisladores, los políticos, abogados, clérigos y oficinistas– sirven al Estado con la cabeza, y como rara vez hacen distinciones morales, están dispuestos, sin proponérselo, a ponerle una vela a Dios y otra al Diablo. Unos pocos, como héroes, patriotas, mártires, reformadores en el gran sentido, y hombres – sirven al Estado a conciencia, y en general le oponen resistencia. Casi siempre son tratados como enemigos. El hombre sabio será útil sólo como hombre, y no aceptará ser «arcilla» o «abrir un hueco para escapar del viento»,[2] sino que dejará ese oficio a sus cenizas.





1849









[1] Grupo armado para mantener la ley, grupo armado del sheriff.

[2] De Hamlet, Shakespeare (1564-1616).




















jueves, noviembre 16, 2006

"Diario de un seductor", de Leopoldo María Panero






No es tu sexo lo que en tu sexo busco
sino ensuciar tu alma:
desflorar
con todo el barro de la vida
lo que aún no ha vivido.





de El que no ve, 1980


 

miércoles, noviembre 15, 2006

"Pterseus", de Juan Carlos Villavicencio



Ha venido a romper la huella de sus tiempos
                                                sobre el trono,
oscuro grito del hastío i el tatuaje de la luna
            grabado en sus perdidas miradas,
ajenos por olvido, o apenas siendo objetos.
Ha crecido rojo como el sol de oriente
            i su furia para quitarles ya la lluvia
                                    i entregarles el desierto.
Sí, han caído color sangre tres cabezas de mujeres
                                                            i serpientes:
ahora de cenizas otras alas i otras herraduras de plata
            reflejando el incendio de los templos
            i de todos sus misterios el derrumbe,
o silente un nuevo abismo sin piedad.


2006








martes, noviembre 14, 2006

"La poesía destruye al hombre", de Leopoldo María Panero






La poesía destruye al hombre
mientras los monos saltan de rama en rama
buscándose en vano a sí mismos
en el sacrílego bosque de la vida
las palabras destruyen al hombre
¡y las mujeres devoran cráneos con tanta hambre de vida!
Sólo es hermoso el pájaro cuando muere
destruido por la poesía.



de El último hombre, 1984


 

lunes, noviembre 13, 2006

"El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad

Fragmento / © Traducción de Juan Carlos Villavicencio

 

—Estaba pensando en tiempos remotos, cuando los romanos vinieron aquí vez por primera, hace mil novecientos años, el otro día... La luz iluminó este río a partir de entonces. ¿Dicen, caballeros? Sí, fue como una llamarada que se propaga en la llanura, como un relámpago entre las nubes. Vivimos bajo esa llama temblorosa. ¡Ojalá dure mientras la tierra siga girando! Pero aquí había oscuridad tan sólo ayer. Imaginen los sentimientos del comandante de un espléndido, ¿cómo se llama?, trirreme en el Mediterráneo, que es enviado inesperadamente al Norte; transportado por tierra a través de las Galias a toda prisa, puesto a cargo de uno de esos barcos que los legionarios (y no me cabe duda de que debieron haber sido un maravilloso grupo de hombres hábiles) solían construir, al parecer, por centenas en sólo uno o dos meses, si podemos creer lo que leemos. Imagínenlo aquí, en el mismo fin del mundo, un mar color de plomo, un cielo color de humo, una especie de barco tan fuerte como una concertina, remontando este río con provisiones u órdenes, o lo que fuera. Bancos de arena, pantanos, bosques salvajes; bien poco que comer para un hombre civilizado, sin otra cosa para beber que el agua del Támesis. Ni vino de Falerno ni paseos por tierra. De cuando en cuando un campamento militar perdido en los bosques, como una aguja en un pajar. Frío, niebla, tempestades, enfermedades, exilio y muerte; muerte acechando en el agua, en el aire, en los matorrales. Debieron morir como moscas. Oh, sí, lo hizo. Y lo hizo muy bien, sin duda, sin pensar mucho en ello, excepto después para jactarse de lo que había hecho en su vida, quizás. Eran lo bastante hombres como para enfrentarse a las tinieblas. Tal vez lo alentaba la esperanza de obtener un ascenso en la flota de Ravena, si contaba con buenos amigos en Roma y sobrevivía al horrible clima. O podríamos pensar en un joven y honrado ciudadano vistiendo una toga –a quien quizás le gustan los dados demasiado–, y venía aquí en el séquito de un prefecto, de un recaudador, o de algún comerciante incluso, para rehacer su fortuna. Desembarca en una zona cubierta de pantanos, atraviesa bosques y en algún lugar tierra adentro siente que la barbarie, la más absoluta barbarie, lo va rodeando... toda esa misteriosa vida de la selva que se agita en los bosques, en las junglas, en el corazón de los salvajes. No hay posible iniciación para tales misterios. Ha de vivir en medio de lo incomprensible, que también es detestable. Y hay en todo ello una fascinación que actúa sobre él: la fascinación de lo abominable. Pueden imaginar el creciente arrepentimiento, el ansia de escapar, la impotente repugnancia, la renuncia, el odio.


1902










domingo, noviembre 12, 2006

“El desafío de la creación”, de Juan Rulfo





Desgraciadamente yo no tuve quién me contara cuentos; en nuestro pueblo la gente es cerrada, sí, completamente, uno es un extranjero ahí. Están ellos platicando; se sientan en sus equipajes en las tardes a contarse historias y esas cosas; pero en cuanto uno llega, se quedan callados o empiezan a hablar del tiempo: “hoy parece que por ahí vienen las nubes...”. En fin, yo no tuve esa fortuna de oír a los mayores contar historias: por ello me vi obligado a inventarlas y creo yo que, precisamente, uno de los principios de la creación literaria es la invención, la imaginación. Somos mentirosos; todo escritor que crea es un mentiroso, la literatura es mentira; pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación.

Considero que hay tres pasos: el primero de ellos es crear el personaje, el segundo crear el ambiente donde ese personaje se va a mover y el tercero es cómo va a hablar ese personaje, cómo se va a expresar. Esos tres puntos de apoyo son todo lo que se requiere para contar una historia: ahora, yo le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo al lápiz, porque yo escribo a mano; pero quiero decir, más o menos, cuáles son mis procedimientos en una forma muy personal. Cuando yo empiezo a escribir no creo en la inspiración, jamás he creído en la inspiración, el asunto de escribir es un asunto de trabajo; ponerse a escribir a ver qué sale y llenar páginas y páginas, para que de pronto aparezca una palabra que nos dé la clave de lo que hay que hacer, de lo que va a ser aquello. A veces resulta que escribo cinco, seis o diez páginas y no aparece el personaje que yo quería que apareciera, aquél personaje vivo que tiene que moverse por sí mismo. De pronto, aparece y surge, uno lo va siguiendo, uno va tras él. En la medida en que el personaje adquiere vida, uno puede, por caminos que uno desconoce pero que, estando vivo, lo conducen a uno a una realidad, o a una irrealidad, si se quiere. Al mismo tiempo, se logra crear lo que se puede decir, lo que, al final, parece que sucedió, o pudo haber sucedido, o pudo suceder pero nunca ha sucedido. Entonces, creo yo que en esta cuestión de la creación es fundamental pensar qué sabe uno, qué mentiras va a decir; pensar que si uno entra en la verdad, en la realidad de las cosas conocidas, en lo que uno ha visto o ha oído, está haciendo historia, reportaje.

A mí me han criticado mucho mis paisanos que cuento mentiras, que no hago historia, o que todo lo que platico o escribo, dicen, nunca ha sucedido; y es así. Para mí lo primero es la imaginación; dentro de esos tres puntos de apoyo de que hablábamos antes está la imaginación circulando; la imaginación es infinita, no tiene límites, y hay que romper donde cierra el círculo; hay una puerta, puede haber una puerta de escape y por esa puerta hay que desembocar, hay que irse. Así aparece otra cosa que se llama intuición: la intuición lo lleva a uno a pensar algo que no ha sucedido, pero que está sucediendo en la escritura.

Concretando, se trabaja con: imaginación, intuición y una aparente verdad. Cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer: el trabajo es solitario, no es posible concebir el trabajo colectivo en la literatura, y esa soledad lo lleva a uno a convertirse en una especie de médium de cosas que uno mismo desconoce, pero sin saber que solamente el inconsciente o la intuición lo llevan a uno a crear y seguir creando.

Creo que eso es, en principio, la base de todo cuento, de toda historia que se quiere contar. Ahora, hay otro elemento, otra cosa muy importante también que es el querer contar algo sobre ciertos temas; sabemos perfectamente que no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte. No hay más, no hay más temas, así es que para captar su desarrollo normal, hay que saber cómo tratarlos, qué forma darles; no repetir lo que han dicho otros. Entonces, el tratamiento que se le da a un cuento nos lleva, aunque el tema se haya tratado infinitamente, a decir las cosas de otro modo; estamos contando lo mismo que han contado desde Virgilio hasta no sé quienes más, los chinos o quien sea. Mas hay que buscar el fundamento, la forma de tratar el tema, y creo que dentro de la creación literaria, la forma -la llaman la forma literaria- es la que rige, la que provoca que una historia tenga interés y llame la atención a los demás.

Conforme se publica un cuento o un libro, ese libro está muerto; el autor no vuelve a pensar en él. Antes, en cambio, si no está completamente terminado, aquello le da vueltas en la cabeza constantemente: el tema sigue rondando hasta que uno se da cuenta, por experiencia propia, de que no está concluido, de que algo se ha quedado dentro; entonces hay que volver a iniciar la historia, hay que ver dónde está la falla, hay que ver cuál es el personaje que no se movió por sí mismo. En mi caso personal, tengo la característica de eliminarme de la historia, nunca cuento un cuento en que haya experiencias personales o que haya algo autobiográfico o que yo haya visto u oído, siempre tengo que imaginarlo o recrearlo. Si acaso hay un punto de apoyo, ése es el misterio. La creación literaria es misteriosa, y uno llega a la conclusión de que si el personaje no funciona, y el autor tiene que ayudarle a sobrevivir, entonces falla inmediatamente. Estoy hablando de cosas elementales, ustedes deben perdonarme, pero mis experiencias han sido éstas, nunca he relatado nada que haya sucedido; mis bases son la intuición y, dentro de eso, ha surgido lo que es ajeno al autor.

El problema, como les decía antes, es encontrar el tema, el personaje y qué va a decir y qué va a hacer ese personaje, cómo va a adquirir vida. En cuanto el personaje es forzado por el autor, inmediatamente se mete en un callejón sin salida. Una de las cosas más difíciles que me ha tocado hacer, precisamente, es la eliminación del autor, eliminarme a mí mismo. Yo dejo que aquellos personajes funcionen por sí y no con mi inclusión, porque entonces entro en la divagación del ensayo, en la elucubración; llega uno hasta a meter sus propias ideas, se siente filósofo, en fin, y uno trata de hacer creer hasta en la ideología que tiene uno, su manera de pensar sobre la vida, o sobre el mundo, sobre los seres humanos, cuál es el principio que movía las acciones del hombre. Cuando sucede eso, se vuelve uno ensayista. Conocemos muchas novelas-ensayo, mucha obra literaria que es novela-ensayo; pero, por regla general, el género que se presta menos a eso es el cuento. Para mí el cuento es un género más importante que la novela porque hay que concentrarse en unas cuantas páginas para decir muchas cosas, hay que sintetizar, hay que frenarse; en eso el cuentista se parece un poco al poeta, al buen poeta. El poeta tiene que ir frenando el caballo y no desbocarse; si se desboca y escribe por escribir, le salen las palabras una tras otra y, entonces, simplemente fracasa. Lo esencial es precisamente contenerse, no desbocarse, no vaciarse; el cuento tiene esa particularidad; yo precisamente prefiero el cuento, sobre todo, sobre la novela, porque la novela se presta mucho a esas divagaciones.

La novela, dicen, es un género que abarca todo, es un saco donde cabe todo, caben cuentos, teatro o acción, ensayos filosóficos o no filosóficos, una serie de temas con los cuales se va a llenar aquel saco; en cambio, en el cuento tiene uno que reducirse, sintetizarse y, en unas cuantas palabras, decir o contar una historia que otros cuentan en doscientas páginas; ésa es, más o menos, la idea que yo tengo sobre la creación, sobre el principio de la creación literaria; claro que no es una exposición brillante la que les estoy haciendo, sino que les estoy hablando de una forma muy elemental, porque yo les tengo mucho miedo a los intelectuales, por eso trato de evitarlos; cuando veo a un intelectual, le saco la vuelta, y considero que el escritor debe ser el menos intelectual de todos los pensadores, porque sus ideas y sus pensamientos son cosas muy personales que no tienen por qué influir en los demás ni hacer lo que él quiere que hagan los demás; cuando se llega a esa conclusión, cuando se llega a ese sitio, o llamémosle final, entonces siente uno que algo se ha logrado. Como todos ustedes saben, no hay ningún escritor que escriba todo lo que piensa, es muy difícil trasladar el pensamiento a la escritura, creo que nadie lo hace, nadie lo ha hecho, sino que, simplemente, hay muchísimas cosas que al ser desarrolladas se pierden.



 

sábado, noviembre 11, 2006

"Sueño en el valle de la luna", de Elicura Chihuailaf





Estoy aquí en una piedra blanca
Los cerros y las nubes se alzan
como si fueran serpientes que disputan
Entre las aguas y la tierra parece
dividirse mi espíritu
No deseo pensar, estoy tan lejos de mi jardín
Sostengo el trompe en la memoria
(el sonido del amor)
Mas tomo la guitarra y entro al sueño
Descanso mis dedos sobre sus cuerdas tensas
pues sé que luego las sentiré vibrar
estremecidas por el canto de la floresta









viernes, noviembre 10, 2006

“El rey, el cirujano y el sufí”, Anónimo árabe





En la antigüedad, un rey de Tartaria estaba paseando con algunos de sus nobles. Al lado del camino se encontraba un Abdal (un sufí errante), quien exclamó:
-Le daré un buen consejo a quienquiera que me pague cien dinares.
El Rey se detuvo y dijo:
-Abdal, ¿cuál es ese buen consejo que me darás a cambio de cien dinares?
-Señor -respondió el Abdal-, ordena que se me entregue dicha suma y te daré el consejo inmediatamente.
El Rey así lo hizo, esperando escuchar algo extraordinario.
El sufí le dijo:
-Este es mi consejo: nunca comiences nada sin que antes hayas reflexionado cuál será el final de ello.
Ante estas palabras, los nobles y todos los presentes estallaron en carcajadas, diciendo que el Abdal había sido listo al pedir el dinero por adelantado. Pero el Rey dijo:
-No tienen motivo para reírse del buen consejo que este Abdal me ha dado. Nadie ignora que deberíamos reflexionar antes de hacer cualquier cosa. Sin embargo, diariamente somos culpables de no recordarlo y las consecuencias son nefastas. Aprecio mucho este consejo del derviche.
Así, el Rey decidió recordar siempre el consejo y ordenó que fuese escrito en las paredes con letras de oro, e incluso grabadas en su vajilla de plata.
Poco después, un intrigante concibió la idea de matar al Rey. Sobornó al cirujano real con la promesa de nombrarlo primer ministro si clavaba una lanceta envenenada en el brazo del Rey. Cuando llegó el momento de extraer sangre al Rey, se colocó una jofaina para recoger la sangre. De repente, el cirujano vio las palabras grabadas allí: “Nunca comiences nada sin que antes hayas reflexionado cuál será el final de ello”. Fue entonces cuando el cirujano se dio cuenta de que, si el intrigante se convertía en rey, lo primero que haría sería ejecutarlo, y así no necesitaría cumplir su compromiso. El Rey, viendo que el cirujano estaba temblando, le preguntó que le ocurría, y éste le confesó la verdad inmediatamente.
El autor de la intriga fue capturado; el Rey reunió a todas las personas que habían estado presentes cuando el Abdal le dio el consejo, y les dijo:
-¿Todavía se ríen del derviche?



 

jueves, noviembre 09, 2006

"Primeramente", de Paul Éluard

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Fragmento IV



Te lo dije para las nubes
Te lo dije para el árbol del mar
Para cada ola para los pájaros entre las hojas
Para los guijarros del ruido
Para las manos familiares
Para el ojo que se vuele rostro o paisaje
Y el sueño le devuelve el cielo de su color
Para toda la noche bebida
Para la reja de los caminos
Para la ventana abierta para una frente despejada
Te lo dije para tus pensamientos para tus palabras
Toda caricia toda confianza se sobreviven.






en El amor la poesía, 1929













Premièrement

Je te l'ai dit pour les nuages/ Je te l'ai dit pour l'arbre de la mer/ Pour chaque vague pour les oiseaux dans les feuilles/ Pour les cailloux du bruit/ Pour les mains familières/ Pour l'oeil qui devient visage ou paysage/ Et le sommeil lui rend le ciel de sa couleur/ Pour toute la nuit bue/ Pour la grille des routes/ Pour la fenêtre ouverte pour un front découvert/ Je te l'ai dit pour tes pensées pour tes paroles/ Toute caresse toute confiance se survivent.//










miércoles, noviembre 08, 2006

“La mujer griega”, de Friedrich Nietzsche

1871



Así como Platón nos hizo patente la finalidad del Estado despojándola de todos sus velos y nubes, comprendió también con la misma visión profunda la situación de la mujer helénica respecto del Estado; en ambos casos consideró todo lo que alrededor de él se movía como copia de las ideas eternas a cuya comprensión había llegado y ante las cuales la realidad sólo era para él una imagen oscurecida, un espejo empañado. Quien, siguiendo la preocupación general, considera la posición de la mujer en Grecia como poco digna y contraria a las leyes de la humanidad, habrá de reprochar a Platón este mismo concepto; pues no hace sino justificar lógicamente lo que ya existía en la práctica. Por consiguiente, aquí hemos de repetir nuestra pregunta: la condición de la mujer griega ¿no guardaba una relación necesaria con el ideal del pueblo griego?

Porque, en efecto, hay una fase en la concepción platónica de la mujer que está en abierta oposición con las costumbres helénicas. Platón concede a la mujer una completa participación en los derechos, en los conocimientos y deberes de los hombres, y considera a la mujer como un sexo menos fuerte que no puede ir tan lejos como el hombre, pero sin que esta debilidad la pueda privar de tales derechos. A esta extraña concepción no damos nosotros más valor que a la expulsión del artista del Estado ideal; son ligeras correcciones, pequeñas derivaciones de aquella mano, por otro lado, tan firme, y de aquella mirada tan serena, que se turban al recuerdo del venerado maestro; en tal estado de ánimo acentúa las paradojas de aquél y se complace, en homenaje a su afecto, en exagerar su doctrina hasta la temeridad.

Pero lo más incitante que Platón, como griego, pudo decir sobre la mujer, fue la escandalosa afirmación de que en el Estado perfecto la familia debe desaparecer, Prescindamos ahora de que para que esta medida se llevara a cabo pidió la supresión del matrimonio, sustituyéndolo por la unión, acordada por el Estado y con fines propiamente estatales, de los hombres más valientes con las más nobles mujeres, para la obtención de una hermosa prole. Pero al decir esto no hacía sino expresar de la manera más evidente, sí, demasiado evidente, con una evidencia ofensiva, una regla de conducta adoptada por el pueblo heleno para la génesis del genio. En las costumbres mismas del pueblo griego el derecho de la familia al hombre y al niño estaba extraordinariamente limitado: el hombre vivía en el Estado, el niño crecía para el Estado y de la mano del Estado. La voluntad griega cuidó de que las necesidades del culto se practicaran en un estrecho círculo. El individuo lo recibía todo del Estado, para luego devolvérselo. La mujer significaba, según esto, para el Estado lo que el sueño para el hombre. El sueño tiene la virtud saludable de reconstituir el desgaste producido por la vigilia, es la quietud bienhechora en que termina todo exceso, la eterna compensación que viene a regular toda demasía. En él sueña la generación futura. La mujer está más estrechamente emparentada que el hombre con la naturaleza, y permanece igual a ella en todo lo esencial. La cultura es para ella siempre algo exterior que no toca nunca al germen eternamente fiel de la naturaleza, por lo que la cultura de la mujer era para el ateniense algo indiferente, cuando no algo ridículo. El que considere esta concepción de los griegos respecto de la mujer como algo indigno y cruel no debe tomar como punto de comparación a nuestras ilustradas mujeres modernas, pues contra ellas bastaría recordar a las mujeres olímpicas, o a Penélope, Antígona o Electra. Ciertamente que éstas son figuras ideales, ¿pero quién podría hallar en el mundo moderno tales ideales? Hay que tener también en cuenta ¡qué hijos dieron a luz estas mujeres y qué mujeres debieron haber sido ellas para dar a luz tales hijos! La mujer griega, como madre, debía vivir en la oscuridad, porque las necesidades políticas juntamente con los más altos fines del Estado así lo exigían. Debía vegetar como una planta, en un circulo reducido, como símbolo de la sabiduría epicúrea. En los tiempos modernos, y como consecuencia de la pérdida total del instituto del Estado, la mujer debía ser requerida de nuevo como auxiliar. Su obra es la familia como expediente para el Estado, y en este sentido también el fin artístico del Estado había de rebajarse al de un arte doméstico. De aquí también que nuestras artes hayan concebido la pasión amorosa como el único campo completamente accesible a la mujer. Y por esto mismo considera la educación doméstica como la única natural, y la del Estado como un ataque a sus derechos, que soporta a regañadientes; y todo esto con razón tratándose del Estado moderno.

La esencia de la mujer sigue siendo la misma, pero su poder es diferente según la posición del Estado con respecto a ella. Tiene ciertamente el don de compensar en cierto modo las lagunas del Estado, siempre fiel a su condición, que he comparado con el sueño. En la antigüedad helénica aceptaron la posición que les indicaba la suprema voluntad del Estado, y, sin embargo, gozaron de una soberanía de que no han vuelto a gozar. Las diosas de la mitología griega son su imagen reflejada: la Pitonisa y la Sibila, así como la socrática Diotima, son sacerdotisas por cuya boca habla la sabiduría divina. Ahora se comprende que la altiva resignación de las espartanas ante la noticia del hijo muerto en la guerra no es ninguna fábula. La mujer se sentía en su puesto con relación al Estado; por eso mostraba una dignidad que no ha vuelto a sentir. Platón, que al suprimir la familia y el matrimonio acentuaba aun más aquella posición de la mujer, siente tanto respeto ante ellas, que se vio seducido de extraño modo a devolverles el rango que les correspondía por una ulterior declaración de la igualdad de posición con respecto al hombre. ¡El más alto triunfo de la mujer antigua, haber seducido a los sabios!

Mientras el Estado permanece aún en un período embrionario, prepondera la mujer como madre y determina el grado y la índole de la cultura, de igual manera que está destinada a completar el Estado destruido. Lo que Tácito dice de las mujeres alemanas: inesse quin etiam sanctum aliquid et providum putant nec aut consilia earum aspernantur aut responsa neglegunt, se puede aplicar en general a todos los pueblos que no han llegado a constituir Estado. En tales estados se siente más ahincadamente lo que se vuelve a sentir en todas las épocas: el instinto invencible de la mujer como protectora de las futuras generaciones, porque en ellas la naturaleza nos habla de sus cuidados para la conservación de la especie. La intensidad de esta fuerza intuitiva estará determinada por la mayor o menor consolidación del Estado: en los momentos de desorganización y de arbitrariedad, en que el capricho o la pasión del hombre individual arrastra a tribus enteras, la mujer se levanta repentinamente como profetisa admonitora. Pero también en Grecia hubo siempre el temor de que el instinto político terriblemente exacerbado pulverizara los pequeños Estados antes de que éstos hubieran conseguido sus fines. En este caso la voluntad helénica forjaba siempre nuevos instrumentos para predicar la llaneza, la cordura, la moderación; pero sobre todo la Pitia fue la que encarnó como ninguna aquel poder de la mujer para equilibrar el Estado. Del hecho de que Grecia, a pesar de estar tan disgregada en pequeñas estirpes y comunidades estatales, era en el fondo una, y en su desdoblamiento no hacía sino resolver sus propios problemas, es la mejor prenda aquel maravilloso fenómeno de la Pitonisa y el oráculo de Delfos; pues siempre, mientras el genio griego elaboró sus obras de arte, habló por una boca y como una Pitonisa.

Y aquí no podemos callar nuestro presentimiento de que la individuación es para la Voluntad una gran necesidad, y que ésta, para realizar cada individuo, necesita una escala infinita de individuos. Es verdad que sentimos el vértigo ante la conjetura de si la Voluntad, para convertirse en arte, se ha vaciado en estos mundos, estrellas, cuerpos y átomos; pero en todo caso debemos ver claramente que el arte es necesario, no para los individuos, sino para la Voluntad misma, sublime perspectiva sobre la cual ya nos será permitido en otra ocasión arrojar una mirada desde otro punto de vista.





Fotografía: Isadora Duncan en el Partenón, Atenas, 1921. Por Edward Steicher
 


martes, noviembre 07, 2006

"Canto de las estrellas", de Víctor Jara - M. 'Chaparrito' Chaparro



No me alcanza la razón
ni el amor, ni la palabra,
mis manos que ahora labran
en este instrumento un son.
Si no alcanza mi visión
y nunca me ha de alcanzar
pa' poder interpretar
el pensar de Víctor Jara,
quien dijera en su plegaria
yo no canto por cantar.

Cómo se escuchan tus sones
con tonos de consecuencia,
de verdad y de paciencia
de pensar sin más presiones,
'no canto por ilusiones'
dijo delante de Dios,
'ni canto porque entre dos
sea el camino menos largo,
no canto ni por encargo
ni por tener buena voz'.

Cantó porque el sentimiento,
cantó porque la amistad,
cantó por la realidad,
cantó por el sufrimiento,
cantó porque su talento
en la música desgarra
cantó porque las amarras
se soltarán de la gente,
se le oyó decir ausente
cantó porque la guitarra.

Tu vida encaminada
por un ideal diferente,
por estar entre la gente,
a la muerte fue llevada.
Y no puedo ser librada
de la fuerza y la opresión,
que apretado el corazón
tu canto hoy día se aferra,
porqué cantarle a la tierra
tiene sentido y razón.

Yo no canto por cantar
ni por tener buena voz,
canto porque la guitarra
tiene sentido y razón.




Música de José Seves y arreglos de Inti Illimani. Décimas de pie forzado, improvisadas por el poeta popular de Codehua, (basada en cuarteta del 'Manifiesto' de Víctor Jara), don M. 'Chaparrito' Chaparro, durante la vigilia de purificación del Estadio Chile (Ex-campo de concentración).



Versión de estudio de Inti-Illimani

Versión en vivo de Inti-Illimani





lunes, noviembre 06, 2006

"El grito", de Gabriela Mistral




América, América! ¡Todo por ella; porque nos vendrá de ella desdicha o bien!

Somos aún México, Venezuela, Chile, el azteca-español, el quechua-español, el araucano-español; pero seremos mañana, cuando la desgracia nos haga crujir entre su dura quijada, un solo dolor y no más que un anhelo.

Maestro: enseña en tu clase el sueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en el alma de tus discípulos con agudo garfio de convencimiento. Divulga la América, su Bello, su Sarmiento, su Lastarria, su Martí. No seas un ebrio de Europa, un embriagado de lo lejano, por lejano extraño, y además caduco, de hermosa caduquez fatal. Describe tu América. Haz amar la luminosa meseta mexicana, la verde estepa de Venezuela, la negra selva austral. Dilo todo de tu América; di cómo se canta en la pampa argentina, cómo se arranca la perla en el Caribe, cómo se puebla de blancos la Patagonia.

Periodista: Ten la justicia para tu América total. No desprestigies a Nicaragua, para exaltar a Cuba; ni a Cuba para exaltar la Argentina. Piensa en que llegará la hora en que seamos uno, y entonces tu siembra de desprecio o de sarcasmo te morderá en carne propia.

Artista: Muestra en tu obra la capacidad de finura, la capacidad de sutileza, de exquisitez y hondura a la par, que tenemos. Exprime a tu Lugones, a tu Valencia, a tu Darío y a tu Nervo. Cree en nuestra sensibilidad que puede vibrar como la otra, manar como la otra la gota cristalina y breve de la obra perfecta.

Industrial: Ayúdanos tú a vencer, o siquiera a detener la invasión que llaman inofensiva y que es fatal, de la América rubia que quiere vendérnoslo todo, poblarnos los campos y las ciudades de sus maquinarias, sus telas, hasta de lo que tenemos y no sabemos explotar. Instruye a tu obrero, instruye a tus químicos y a tus ingenieros.

¿Odio al yankee? ¡No! Nos está venciendo, nos está arrollando por culpa nuestra, por nuestra languidez tórrida, por nuestro fatalismo indio. Nos está disgregando por obra de algunas de sus virtudes y de todos nuestros vicios raciales. ¿Por qué le odiaríamos? Que odiemos lo que en nosotros nos hace vulnerables a su clavo de acero y de oro: a su voluntad y a su opulencia.

Dirijamos toda la actividad como una flecha hacia este futuro ineludible: la América Española una, unificada por dos cosas estupendas: la lengua que le dio Dios y el Dolor que da el Norte. Nosotros ensoberbecimos a ese Norte con nuestra inercia; nosotros estamos creando, con nuestra pereza, su opulencia; nosotros le estamos haciendo aparecer, con nuestros odios mezquinos, sereno y hasta justo.

Discutimos incansablemente, mientras él hace, ejecuta; nos despedazamos, mientras él se oprime, como una carne joven, se hace duro y formidable, suelda de vínculos sus estados de mar a mar; hablamos, alegamos, mientras él siembra, funde, asierra, labra, multiplica, forja; crea con fuego, tierra, aire, agua; crea minuto a minuto, educa en su propia fe y se hace por esa fe divino e invencible.

¡América y sólo América! ¡Qué embriaguez semejante futuro, qué hermosura, qué reinado vasto para la libertad y las excelencias mayores!





1922. Santiago de Chile
 

domingo, noviembre 05, 2006

«Y la muerte no tendrá dominio», de Dylan Thomas

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Y la muerte no tendrá dominio.
Los desnudos muertos serán uno
con el hombre en el viento y la luna del poniente;
cuando sus huesos sean descarnados y los descarnados huesos
            se consuman,
en el codo y el pie tendrán estrellas;
aunque se vuelvan locos estarán cuerdos,
aunque se hundan en los mares se volverán a levantar;
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor,
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Los que yacen hace tiempo en los recodos bajo el mar
no morirán ahí en vano;
retorcidos en los potros de tormento cuando cedan los tendones,
atados a una rueda de tortura, aun así no serán despedazados;
la fe en sus manos se partirá en dos
y los males los atravesarán como unicornios;
cuando todos los cabos estén rotos, ellos no se partirán;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
No pueden gritar más en sus oídos las gaviotas
ni romper ruidosas las olas en la playa;
donde surgió una flor, otra no podrá
alzar su cabeza a los golpes de la lluvia;
aunque estén locos y muertos como clavos,
sus cabezas se hundirán entre margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol se hunda,
y la muerte no tendrá dominio.



1933















And death shall have no dominion 

And death shall have no dominion. / Dead men naked they shall be one / With the man in the wind and the west moon; / When their bones are picked clean and the clean bones gone, / They shall have stars at elbow and foot; / Though they go mad they shall be sane, / Though they sink through the sea they shall rise again; / Though lovers be lost love shall not; / And death shall have no dominion. // And death shall have no dominion. / Under the windings of the sea / They lying long shall not die windily; / Twisting on racks when sinews give way, / Strapped to a wheel, yet they shall not break; / Faith in their hands shall snap in two, / And the unicorn evils run them through; / Split all ends up they shan't crack; / And death shall have no dominion. // And death shall have no dominion. / No more may gulls cry at their ears / Or waves break loud on the seashores; / Where blew a flower may a flower no more / Lift its head to the blows of the rain; / Though they be mad and dead as nails, / Heads of the characters hammer through daisies; / Break in the sun till the sun breaks down, / And death shall have no dominion.



















sábado, noviembre 04, 2006

“Bartleby y Compañía”, de Enrique Vila-Matas

Parte 21




Hemos aprendido a respetar a los embaucadores. En su nota para un prefacio no escrito para Las flores del mal, Baudelaire aconsejaba al artista que no revelara sus secretos más íntimos, y así revelaba el suyo propio: “¿Acaso mostramos a un público a veces aturdido, otras indiferente, el funcionamiento de nuestros artificios? ¿Explicamos todas esas revisiones y variaciones improvisadas, hasta el modo en que nuestros impulsos más sinceros se mezclan con trucos y con el charlatanismo indispensable para la amalgama de la obra?”.

En este pasaje, el charlatanismo se convierte casi en sinónimo de “imaginación”. La mejor novela que se ha escrito sobre charlatanismo y que retrata a un estafador -El estafador y sus máscaras (The Confidence Man, 1857)- es obra de Hermán Melville, el gran pulmón, desde que creara a Bartleby, del intrincado laberinto del No.

Melville, en The Confidence Man, transmite una clara admiración hacia el ser humano que puede metamorfosearse en múltiples identidades. El extranjero en el barco fluvial de Melville ejecuta una broma maravillosamente duchampiana sobre sí mismo (Duchamp era bromista y amante de la pura fantasía verbal, entre otras cosas porque no creía precisamente demasiado en las palabras, adoraba por encima de todo a Jarry, el fundador de la Patafísica, y al gran Raymond Roussel), una broma que gasta a los pasajeros y al lector al pegar “un cartel junto al despacho del capitán ofreciendo una recompensa por la captura de un misterioso impostor, supuestamente recién llegado del Este; un genio original en su vocación, se diría, si bien no estaba claro en qué consistía su originalidad”.

Nadie atrapa al extraño impostor de Melville, como nadie consiguió atrapar nunca a Duchamp, el hombre que no confiaba en las palabras: “Las palabras no tienen absolutamente ninguna posibilidad de expresar nada. En cuanto empezamos a verter nuestros pensamientos en palabras y frases todo se va al garete”. Nadie atrapó nunca al embaucador de Duchamp, cuya fría hazaña reside, más allá de sus obras de arte y de no-arte, en haber ganado la apuesta de que podía embaucar al mundo del arte para que le honrara sobre la base de credenciales falsas. Eso tiene un gran mérito. Duchamp decidió hacer una apuesta consigo mismo sobre la cultura artística e intelectual a la cual pertenecía. Apostó este gran artista del No a que podía ganar la partida sin hacer prácticamente nada, con sólo quedarse sentado. Y ganó la apuesta. Se rió de todos esos estafadores inferiores a los que tan acostumbrados estamos últimamente, de todos esos pequeños estafadores que buscan su recompensa no en la risa y el juego del No sino en el dinero, el sexo, el poder o la fama convencional.

Con esa risa subió Duchamp a escena al final de su vida para recibir los aplausos de un público que admiraba su gran capacidad para, con la ley del mínimo esfuerzo, embaucar al mundo del arte. Subió a escena y el hombre del Desnudo bajando una escalera no tuvo que mirar los escalones. Por un largo y cuidadoso cálculo, el gran estafador sabía exactamente dónde estaban esos escalones. Lo había planeado todo desde el principio, como el gran genio del No que fue.





viernes, noviembre 03, 2006

"Ejecuciones y represión. Un punto de vista de clase" (Tercera parte final), de Alan Woods y Roberto Sarti



La necesidad de una política internacionalista

Sin embargo, debemos señalar lo siguiente: el mayor peligro de la revolución cubana no procede de un puñado de gusanos y criminales, sino desde dentro del régimen. Mientras Castro viva, los elementos pro-burgueses estarán controlados. Pero como ocurrió en la URSS un sector importante de la burocracia está dispuesta a pasarse al capitalismo y saquear el estado en su propio interés, y eso ocurrirá en Cuba cuando Castro desaparezca. Éste es el mayor peligro para la revolución.

En la línea de la actitud agresiva de EEUU hacia el resto del mundo, Bush ha reiterado la política de línea dura hacia Cuba. Ha hecho planes para incrementar la ayuda del gobierno estadounidense a los "disidentes" cubanos y ha puesto a Cuba en la lista de "Estados sospechosos". La victoria del imperialismo y la "economía de mercado" supondrá la destrucción completa de todas las conquistas sociales de la revolución.

¿Cómo se puede derrotar esta amenaza? Hay una forma, y es la única: introduciendo un régimen de democracia obrera en la línea de la Rusia soviética antes del ascenso de Stalin. León Trotsky señaló hace mucho tiempo que el "socialismo necesita la democracia como el cuerpo humano necesita el oxígeno". No hablamos de una democracia burguesa formal, sino de una verdadera democracia donde la clase obrera se organice en soviets y se base en las cuatro condiciones de Lenin:

1) Elecciones libres y democráticas con derecho a revocación inmediata de los cargos elegidos.

2) Ningún funcionario puede recibir un salario superior al de un trabajador cualificado.

3) No al ejército permanente sino el pueblo en armas.

4) Poco a poco, todos deben participar en todas las tareas de la administración: cuando todo el mundo es un burócrata entonces nadie es un burócrata.

A pesar de todo, la aplastante mayoría de las masas cubanas todavía apoyan la revolución. Sólo el control democrático y la administración de las masas pueden acabar con las contrarrevolución y la burocracia, que es el suelo sobre el cual puede crecer la contrarrevolución. No debemos olvidar que la mala gestión burocrática y la corrupción del régimen lo que provocó el colapso y la contrarrevolución capitalista en 1991. Nuestra consigna es: "¡Regresar a Lenin!" El verdadero socialismo no puede existir sin garantizar los derechos democráticos básicos, como la libertad de expresión. Los marxistas nunca han defendido que el pilar del socialismo fuera un sistema de partido único monolítico. En Cuba es totalmente posible garantizar la libertad a cualquier grupo o partido que acepte la nacionalización de los medios de producción. Todas estas tendencias deben ser permitidas. Esto no debilitaría la revolución, todo lo contrario, la fortalecería.

Las fuerzas contrarrevolucionarias en Cuba pueden ser derrotadas. Pero esto exigiría la implicación real de los trabajadores en la gestión de la economía y el Estado. Significaría la introducción de una verdadera democracia obrera en las mimas líneas de la que existía en la Unión Soviética en los años inmediatamente posteriores a la revolución de 1917. Implicaría la profundización de las conquistas sociales de la revolución, con la eliminación de los privilegios y la burocracia.

Las masas no han olvidado las conquistas de la revolución. Sólo basta con mirar al resto de América Latina y el Caribe para ver qué significaría regresar al capitalismo para la clase obrera cubana. La perspectiva de regresar a una situación donde Cuba sea en la práctica una colonia estadounidense debe ser bastante sombría para los cubanos. Significaría regresar las injusticias del pasado.

En última instancia, la única de forma de combatir exitosamente esta ofensiva contrarrevolucionaria es extendiendo internacionalmente la revolución, empezando en primer lugar con el resto de América Latina. La experiencia histórica de la Unión Soviética demuestra que es imposible construir el socialismo en un solo país. Ahora la situación en América Latina es favorable, como hemos podido ver en los recientes acontecimientos revolucionarios de Venezuela, la victoria de Lula en Brasil, los movimientos revolucionarios en Bolivia, Ecuador, Argentina y Colombia.

Desgraciadamente, en lugar de basarse en la revolución en América Latina, Castro ha recurrido a acuerdos diplomáticos y, en el mejor de los casos, a campañas de presión internacional contra el embargo. Pero esto tiene unos efectos limitados. Probablemente teme provocar a EEUU. Pero esta política sólo consigue los efectos contrarios a los que pretende obtener. Mientras la revolución siga enclaustrada en los estrechos límites nacionales de Cuba corre el riesgo de ser estrangulada. Esto es lo que quiere hacer el imperialismo estadounidense. Y la derrota de la revolución cubana sería un golpe contra la revolución en toda América Latina.

Éste es el único método viable de preservar la revolución cubana e impulsarla hacia delante. Parece que Castro mira hacia el modelo chino. Le gustaría crear una nueva clase de "economía mixta". Pero ningún sistema puede sobrevivir a medio camino, entre el capitalismo y la economía planificada. Tarde o temprano uno de los dos se impondrá sobre el otro.

Un régimen capitalista en Cuba tendría la cara de una dictadura despiadada bajo el yugo del imperialismo estadounidense. Hay que resistirse a toda costa.

Lo que está preparando para Cuba el imperialismo estadounidense, si consigue poner las manos en la isla, es la barbarie. Lo que han hecho los ejércitos británico y estadounidense en Iraq es una muestra de lo que pasará en el futuro en todos aquellos países que caigan bajo su dominio. Cuba no puede sobrevivir sin una revolución en América Latina. No hay otra alternativa, a largo plazo, o se establece en Cuba un verdadero estado obrero, como un paso adelante hacia una Federación Socialista de América, o se producirá una contrarrevolución capitalista con todo lo que esto significaría para la clase obrera cubana.

16-05-2003