Bajo este cielo extraño hundido en el silencio
corto la oscuridad con turbia pincelada.
Un inmenso arenal me circunda, se extiende
sobre el hueco del mundo, llena todo de ausencia.
Erguido entre el dolor me mezclo con el polvo
en marcha circular, siempre en sentido opuesto.
El tiempo no es el tiempo, pero de golpe pasa.
Tensa de incertidumbre la palma de mi mano,
raigambre membranosa, se alarga sordamente.
Un raudo, casi helado ardor asciende, estalla.
Violento es el tumulto terrestre de la angustia.
Tanta boca, piedra, uña. Tanto ojo, vidrio, pelo.
Cada estremecimiento es un corte insondable.
Cada paso me envisca incrustado de culpa.
Materia abominada. Substancia crepitante.
Desde otra oscuridad, en la memoria, un rostro
grita inerme. ¿Es su nombre el nombre de mi herida?
En vano corto el muro de carne de esta sombra.
Es todo desamparo, dolor que nunca acaba.
en El abismo del hombre, 2020
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