lunes, marzo 24, 2025

«La próxima vez que te vea, te mato», de Paulina Flores

Fragmento




Merecido me tenía el asiento libre después de tanta faena. No daba para predestinación, pero el Azar al menos le dio un like a mi historia. Angustiada iba a seguir hasta transportándome en Uber Helicóptero, era el delineador de ojos quien agradecía una mayor estabilidad. Estaba por aplicarlo en el párpado móvil cuando noté miradas incómodas de los pasajeros en mi dirección. Algunos incluso con rechazo, otros lanzando ojeadas rápidas antes de zambullirse en sus pantallas.

No sentí escalofríos, porque tenía la piel erizada desde antes de salir del edificio. Tampoco es que fuera desagradable: el cosquilleo se parece a la electricidad y a mí siempre me han gustado los rayos de las tormentas. Los rayos destruyen, pero no son ilegales. O nadie los denuncia por intento de homicidio. Al contrario, a veces hasta piden por ellos, «¡que me parta un rayo!», desean.

Un pasajero meneó la cabeza, mi paranoia aumentó. A punto estuve de levantarme para escapar, cuando me di cuenta de que las miradas iban dirigidas al señor que iba a mi lado.

Debía de tener más de setenta años, vestía un traje azul y lloraba a moco tendido.

Estaba tan abstraída en mis miserias que cuando me senté ni siquiera reparé en él. Solo ahora pude escuchar su llanto, que de verdad era estruendoso, y notar sus mocos desbordando el pañuelo de tela, a punto de caer en mi pierna.

Era algo realmente duro de oír y ver, pero fue bueno presenciar el sufrimiento expuesto con claridad. Que alguien llorara con tal congoja y delante de tanta gente desahogó un poquito el vertedero cínico de mi corazón.

También me impresionó que nadie se preocupara por él. Al hacer contacto visual con la pasajera de enfrente, puso los ojos en blanco. «Está borracho», me transmitió su gesto. Tal vez la mayoría de los pasajeros se contentaban con el mismo pretexto, ¿o era suspicacia mía y para sacarme la culpa la proyectaba en los otros? Como fuera, todos le hacían el vacío, no es que yo tuviera la suerte de encontrar un asiento libre. Mi clásico. Guardé la bolsita del maquillaje y medité qué hacer.

Ahí me di cuenta de que en realidad era más difícil de lo que suponía. Y que quizás por eso nadie daba el primer paso.



Publicado por Anagrama, 2025










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