Traducción de Amaya Lacasa y Ramón Buenaventura
En ese tiempo, en tierra de dentistas
(sus hijas encargan la ropa en Londres
y en sus anuncios las tenazas exhiben
Muelas del Juicio anónimas, abstractas),
yo, que en la boca ocultaba ruinas
más derrumbadas que cualquier Partenón,
espía, delator o quintacolumnista
de una civilización putrefacta
(haciéndome pasar por profesor de letras)
vivía en un college junto al lago
más famoso. Mi función estribaba
en torturar a zánganos locales.
Todo lo que por aquel entonces escribí
termina inevitablemente en puntos
suspensivos. Me metía en la cama sin desnudarme.
Si de noche veía una estrella en el techo,
ésta, según las leyes de la combustión,
me resbalaba por la mejilla hasta caer en la almohada
sin darme tiempo a pensar un deseo.
1972
en A part of Speech, 1980
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