Fragmento
—¡Sopa de kapo, espesa sopa de kapo!
—Schöne Suppe, schöne Suppe! ¡Bonita sopa, bonita sopa!
Los vendedores alaban descaradamente sus mercancías. Los interesados se levantan a duras penas y hunden sus oxidadas cucharas de hierro en la «espesa sopa de kapo». Así determinan la cantidad de materia sólida que contiene. A continuación, comienza el desesperado regateo. Los que no entienden la lengua del otro, se comunican por gestos. El vendedor de pan pasa una uña por el mendrugo para mostrar el tamaño del trozo que está dispuesto a vender. El vendedor de sopa indica un pedazo unos milímetros más grande. Comprador y vendedor ululan en sus respectivas lenguas maternas y no paran de lanzar juramentos.
Los mirones observan la batalla rascándose entre serios y pensativos. Ellos también hunden la cuchara en la apetecida sopa: alaban, denigran, aconsejan.
Todo esto es un atormentador tira y afloja. En su día, incluso la comida que le daban a sus perros era mejor, y ahora esa misma gente, abandonándose a sí misma y centrando sus deseos en un único punto, ya no quiere otra cosa que menos piojos, menos golpes y más bazofia.
Esto también es el resultado de los experimentos de la barbarie científica. Cientos de miles de personas puestas a cuatro patas ya ni se afanan por vencer al animal en su interior.
2024
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