La masacre de gente inocente es un asunto muy grave. No es algo que se pueda
olvidar con facilidad. Es nuestro deber atesorar su recuerdo.
MAHATMA GANDHI
Este libro no trata de Gaza. Trata de lo que se le ha hecho a Gaza. Hoy parece estar de moda hablar de la capacidad para actuar de una víctima. Pero hay que ser realista acerca de las limitaciones que las circunstancias objetivas imponen sobre esa capacidad. Frederick Douglass podía afirmar su virilidad devolviendo los golpes a un esclavista que lo había maltratado a conciencia. Nelson Mandela podía conservar su dignidad en la cárcel a pesar de una situación calculada para humillarlo y degradarlo. Aun así, estos eran individuos excepcionales y eran circunstancias excepcionales y, en cualquier caso, incluso si queda absuelto con honores, las decisiones elementales que afectan a la vida cotidiana de un hombre en cautividad y el poder de llevar a cabo dichas decisiones siguen estando fuera de su control. Gaza, como señaló el ex primer ministro británico David Cameron, es una «cárcel al aire libre».[1] A su cargo hay un alcaide israelí. En la imaginación popular, confeccionada por la propaganda estatal y obsequiosamente amplificada por todas las demás autoridades, se diría que Israel está siempre reaccionando y respondiendo al «terrorismo». Pero ni el bloqueo ilegal e inhumano que Israel ha impuesto a Gaza, ni las sangrientas «operaciones» periódicas que Israel ha desatado contra el territorio se deben a los misiles que lanza Hamás. Han sido decisiones políticas israelíes que proceden de los cálculos políticos israelíes, en las cuales las acciones militares de Hamás son un factor con tendencia a cero. De hecho, la mayor parte de las veces, Israel reaccionaba ante la inacción de Hamás: el movimiento islámico se negó a proporcionar la excusa «terrorista» que buscaba Israel para lanzar una operación cuyo predicado era político, no militar (defensa propia). Por supuesto, si Gaza «se limitara a hundirse en el mar» (Premio Nobel de la Paz Isaac Rabin),[2] o si rindiera unilateralmente su destino a los caprichos israelíes, Israel no la martirizaría. Pero, a falta de estas opciones, Gaza tiene tanto margen de maniobra (es decir, tan poco) como cualquier persona encerrada. La idea de que unos petardos lanzados desde un hormiguero pudieran, por sí solos, influir en la política de Estado de una de las potencias militares más impresionantes del mundo es risible, o lo sería si no fuera por la labor del formidable aparato de desinformación de dicha potencia.
Este libro se centra en las políticas del martirio de Gaza. Su dimensión económica ya ha sido diseccionada de manera exhaustiva y competente.[3] Un observador no podría sino sorprenderse ante las resmas de papel que se han gastado en analizar la economía de Gaza y en dictar recetas para dicha economía, a pesar de que esta economía sea más una noción que una realidad. El Banco Mundial informó en 2015-2016 de que Gaza «ahora depende en aproximadamente un 90 por 100 de su PIB de los gastos del Gobierno palestino, las Naciones Unidas y otras remesas externas y proyectos donantes».[4] No me cabe duda de que quienes recopilaron estos informes económicos actuaban impelidos por el deseo de hacer el bien, aunque al final la mayoría de ellos capitularon frente al diktat de Israel.[5] Pero si Gaza sobrevive es gracias a las subvenciones extranjeras, entregadas en sincronía –con una fanfarria sicofántica internacional– con el aflojado ocasional de algún tornillo israelí. De hecho, la paradoja es que, a medida que se redactan más y más informes económicos, el día del completo «desdesarrollo» de Gaza se acerca más y más. Es difícil también resistirse a la idea de que Gaza se habría beneficiado más si todo ese tiempo, energía y gasto invertidos en estos meticulosos informes, repletos de minucias que nublan la mente, se hubieran canalizado simplemente en hacer una piscina, dentro de la cárcel al aire libre, para los niños abandonados de Gaza. Aun así, constituyen un registro imborrable y un testamento del horror que se le ha infligido a Gaza. Son un monumento eterno a los mártires y una acusación eterna contra sus torturadores. Los informes sobre derechos humanos en Gaza, que constituyen el tema principal de este libro, reflejan ese contenido y han sufrido el mismo destino que estos informes económicos. Todos esos informes sobre derechos humanos podrían ahora mismo conformar una biblioteca de tamaño mediano; generalmente han seguido unos criterios de precisión exhaustivos y registran un relato horrendo de sufrimiento y desgracias, por una parte, y de excesos criminales y crueldad, por la otra. Pero, con la excepción de un reducido cuadro de especialistas, han sido en su mayor parte ignorados y, finalmente, la propia comunidad de los derechos humanos ha sucumbido ante el gigante Israel. En cualquier caso, los informes constituyen el recurso esencial para aquellos a quienes les preocupa la verdad y para quienes la verdad es un tesoro. Incluso aunque estén en gran medida infrautilizados, son el arma más potente dentro del arsenal de quienes esperan, contra toda esperanza, movilizar a la opinión pública, de forma que se conserve un mínimo de justicia.
Lo que ha caído sobre Gaza es un desastre de fabricación humana. Por su duración y su crudeza, por su despliegue, no bajo el manto de la guerra ni en la oscuridad de lo remoto, sino a plena luz del día y ante los ojos de todos, por la complicidad de tantos, no solamente por obra, sino también y especialmente por omisión, es un delito claramente malvado. Los lectores juzgarán por sí mismos si esta descripción es ingenua o si los registros documentales la apoyan; si el autor de este libro es partidario de Gaza o si son los hechos quienes le dan la razón; si Gaza plantea un desafío de «narraciones» en conflicto o si plantea el desafío de desentrañar su inocencia de la maraña de mentiras que la ocultan. Sería políticamente prudente explayarse sobre la complejidad de Gaza. Pero también sería una excusa moral. Pues Gaza trata de una Gran Mentira compuesta de mil otras pequeñas mentiras, a veces aparentemente abstrusas y arcanas. El objetivo de este libro es refutar esa Gran Mentira exponiendo todas y cada una de las pequeñas mentiras. No se ha escrito con amor. Por el contrario, ha sido una tarea agotadora, detallada, impulsada por un odio visceral a la falsedad, en especial cuando esta se coloca al servicio del poder y la vida humana paga las consecuencias. Si el diablo está en los detalles, solo se puede luchar contra él y vencerlo con una disección metódica de lógica y pruebas. Solicito por adelantado la indulgencia del lector, pues atravesar este libro exigirá una paciencia infinita.
31 de diciembre de 2016
Ciudad de Nueva York
2018
Publicado por Siglo XXI de España Editores, 2019
[1] «David Cameron Describes Blockaded Gaza as a 'Prison'», BBC, 27 de julio de 2010.
[2] A. Hass, Drinking the Sea at Gaza: Days and Nights in a Land Under Siege, Nueva York, 1999, p. 9.
[3] S. Roy, The Gaza Strip: The Political Economy of De-development, 3.a ed. aumentada, Washington, DC, 2016.
[4] Asamblea General de las Naciones Unidas, «Situation of Human Rights in the Palestinian Territories Occupied since 1967», 19 de octubre de 2016, §46.
[5] Véase la «Conclusión» de este libro.
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