Versión de Juan Carlos Villavicencio
Lloro por los días de nuestro pueblo que se han ido y me regocijo
recordando sus callejuelas arqueadas y su mañana exuberante,
su atardecer, al que los rebaños de pastores vuelven luego de rezar,
sus techos blancos, a las palomas que sacuden sus plumas,
recordando cómo cae la lluvia, la que deja una canción
que florece en los labios del campo.
Las vírgenes y las flores se reúnen
y los pájaros
y las vacas
y las ovejas
en la tarde en la que celebran las bodas.
Extraño nuestra infancia
la magia de su narrativa es embriagadora
como si hubiera borrado todo lo aburrido
como si no hubiésemos dibujado al viento
robando el verde de los olivos
en el valle que la montaña ha encerrado.
Como si no hubiésemos robado los higos
del jardín de la madre de Khalil
como si no hubiéramos compartido las picaduras
de las abejas que flotan alrededor de la miel
pero vuelves a ser como antes
vuelves a hacerme daño y no puedo soportarlo más;
me reprochas por estar en Jerusalén
ni mi amor se salvará ni sanará mi herida
dices que voy a morir
con una lentitud sobrenatural
y es que voy a morir
sin patria, sin dinero, sin ideales
olvidaste que soy el tiempo que llega en su lentitud.
Soy una lámpara
en el golfo de tus tanques de petróleo en los que seguiré ardiendo.
Soy una raíz que resuena desde el principio en lo más profundo
de esta tierra
desde que la eternidad fue
y desde que su carne fue mi carne
bajo la sombra de los olivos de Galilea; me interesó coquetear
y conservo en mis venas las palabras que fueron dichas por los besos,
llevo en mis células a los que fueron asesinados por amor
y que con su polvo y sangre nos dieron forma,
a quienes luego arrestaron
y a los que fueron crucificados pero no se arrepintieron
ni se apartaron de la justicia;
y a los que fueron aislados
y nunca se cansaron del tormento de sus prisiones
pues su amor nunca fue aburrido;
a aquellos que conectaron
la conciencia de sus almas
pero no alcanzaron el amor.
Guardo en mis venas a aquellos cuyos ojos tienen esperanza
cuyas armas son piedras
libros
y ese amor que guardaban en secreto.
Palestina carga sus penas en cada lección
ya sea que respondan o pregunten.
Y es que el amor por la tierra es un Evangelio
y también un Corán si te preocupa la discusión.
Te leí y me emocioné:
soy como un poeta
y tus versos
en tu carta favorita
esa que la vergüenza envolvió
en la que las letras me humillan
y persiguen.
Las frases adornan mi partida
como si no fuera suficiente que te hayas ido
y me tientes a venir por ti.
Como una luna llena
te agradezco, amigo de mi infancia.
Nuestros caminos se diferenciaron:
mi sangre es el pulso de la tierra.
¿Cómo puedo traicionar el flujo de mi sangre y partir?
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