viernes, abril 12, 2024

«Recuperar Jerusalén», de George Abraham

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Déjenme ser
    breve: al final de esto,
a alguien van a maldecir & le rezo a cualquiera

menos a Él. Déjenme comenzar
    de nuevo: la noche fue hermosa pero no
romántica. Claro,

había humo & luz de lu
    -na. Desde este ángulo,
casi se podría confundir la ciudad

con Estados Unidos. Éramos siete, todos nacimos
    de este país antes de que existiera
este país. Era nuestro

como un gato callejero es criado
    por el aire. Aún así, llamamos a esto
recobrar. Una 

recuperación: las cámaras de lectura de carteles en uso
    afuera de una joyería sin luz,
las palmeras bailando

como si pudieran pertenecer aquí – ciudad de gravilla
    garganta & grito de templo – de frente
bendito con oro & historias

concurridas – ¿cuántas aguas
    te ungieron y reclamaron
tu herencia? ¿cuántas manos

te quitaron lo santuario por derecho de 
    nacimiento & con-
-quista? Un nombre, por santo que sea,
 
puede ser una historia de una distancia 
    inimaginable. Sólo pudimos salir de ti
a través de la boca por la que entramos

&, ahí, Lo vimos por primera vez:
    una sombra plegada en una sombra
hablando árabe en voz baja & apresurada

& por primera vez esa noche,
    un familiar que yo podría pero no podría haber 
conocido: un niño con lengua iluminada por la luna

prometiendo a su madre que regresará
    con cada respiro – mirando
a la vuelta de la esquina: un soldado, su

pistola, esa pequeñez pre
    -cisa – no podía dejar de verlo a él
o a Él, no podía deshacer esa sonrisa

de su rostro asintiendo, nuestras bocas
    lindas con el inglés – hizo que uno de nosotros
se detuviera. Sólo buscó

a uno de nosotros. & ahí me acordé
    de mi madre, rogando a Dios que nos
cuidara en Jerusalén, donde,

a los cuatro años, un soldado le puso una pistola
    en la cabeza & tal vez fue o no fue
en este lugar exacto, & tal vez ella rezó

por el hijo equivocado pero en ese momento
    recé. & no había más dios
que el espacio entre nosotros – cómo la distancia 
 
entre mi santo & Su
    santo podía resucitar a un señor
destrozado con mi aliento – & ahí comencé

a comprender cómo mi madre pudo
    abandonar su derecho de nacimiento –
&, supongo, cómo lo logró.

Viva, dependiendo de tu marco
    de referencia. & nosotros también. & por
algo de magia, también lo hizo ese Niño, atrapado

con el Aliento del Dios equivocado 
    en Su ciudad santa. Perdónenme.
Estoy tratando de entender qué hace

que la existencia de uno, en un lugar fijo, sea un acto
    radical – incluso divino – y qué hace
que la existencia de otro, cerca de un específico cuerpo 

de agua, sea violencia pura. Perdónenme. Escribí esto
    en un aeropuerto de Estados Unidos
& su magia se me escapó.















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