El cabello y las penas aparecen ligados:
con una sola angustia blanquean los cabellos.
Pero si no podemos tanto tiempo sufrirla,
cuando la pena cede, los cabellos renuevan.
Si los entepasados no inventaran las armas
el mundo viviría sin guerras ni combates.
Si los antepasados no inventaran la gloria,
los caminos del hombre correrían sin vicio.
Si la vida está llena de esfuerzos peligrosos,
es del cielo la culpa que nazcan los peligros.
Si el río en su corriente arrastra turbia el agua,
es el cielo quien da al agua su impureza.
Mas si de día en día más caballos galopan,
si los carros de guerra aumentan día a día,
ninguna de esas cosas depende de los cielos.
¿A qué tanta invención? ¿A qué tanta inquietud?
en Poesía china (Antología), 1960
Edición y traducción de Rafael Alberti y María Teresa León
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