Me voy desconociendo. Ya no arguyo
con la querella ni hablo al arrebol;
pero en la oliva a madurar confluyo
y en el lagarto me caliento al sol.
Duermo en la selva. Me aletargo o fluyo,
y agua azorada o lerdo caracol,
húmedo aún de Dios reconstituyo
-barro que funde sueños- mi crisol.
¡Haz como yo! En tus júbilos y duelos
sé el aire absorto, pero sé el latido
que se renueva y siembra sus desvelos.
Y como el astro insomne sumergido,
si te traga la tierra, de los cielos
has de seguir latiendo suspendido.
en La pequeña lumbre, 1945
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