Un tal Quevedo usaba el soneto
para platonizar su mal de amores
sonsoneteando de uno y mil colores
a la llamada Lésida; respeto
toda mala costumbre, era un terceto
de dos figuras: la que urdía flores
y la que compartía esos ardores
pero con otro a quien guardó en secreto
supongo, el vate o el terceto no era
nadie sino quizá la razón misma
de esa escritura que lo exasperaba,
de la palabra -nunca verdadera-
su sincera impotencia que le asigna
fatalidad de un nombre hecho de nada.
en El soneto chileno, 2013
Selección y notas de Juan Cristóbal Romero
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