Corría y corría por los campos, saltaba
con ágiles pies los arroyos, se trepaba en los árboles
hasta la copa y descendía raudo hasta la tierra.
Corría de la mañana a la noche,
con la picana al hombro, la leña en los brazos,
empujando con los bueyes el arado.
Se le veía en lo profundo, enhiesto,
tan joven, tan espléndido.
Pero ¡ay! no llegó a saberlo acaso:
su última carrera fue también la primera.
Corría y corría, jadeaba, resoplaba
como un caballo. Bajó velozmente el cerro,
toda la noche fue su carrera hasta el alba.
De pronto se detuvo, cayó exhausto, vomitando sangre.
Se detuvieron los árboles, los relojes,
callaron las campanas, el agua de los ríos
dejó de cantar para verle su hora.
Y entonces sólo fue real
el inmenso paisaje que llovía.
en Noche de agua, 1986
No hay comentarios.:
Publicar un comentario