Versión de Juan Carlos Villavicencio
Por la mañana y la noche veo fría la montaña
y luego estoy solo, un huésped desatendido.
Sin conocer el camino donde crecen los pinos,
Sólo sigo las huellas de los ciervos y sus hembras.
En la montaña vacía no se ve a nadie.
Sólo se oye el sonido de algunas voces.
La luz entra deslumbrando la profunda arboleda
Y vuelve el musgo a brillar muy verde.
C. 700-761
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