Transparente, cristalina y frágil,
como el ligero sueño de los leñadores,
serena, propicia, presagiando el porvenir,
la llovizna de la mañana no oculta
en la ladera a estos tres cipreses.
Sus particulares siluetas contradicen su semejanza
y su resplandor lo confirma.
Dije:
no me atrevería a seguir buscándolos
hay una belleza que nos quita la osadía
hay tiempos en los que el valor se desvanece.
Las nubes al rodar con rapidez en lo alto
cambian la forma de los cipreses.
Los pájaros que vuelan hacia otros cielos
cambian la manera de resonar de los árboles.
La línea de mosaicos tras ellos
fija el verde de los cipreses
y hay árboles cuyo único fruto es verdor.
Ayer, en mi repentina alegría,
vi la inmortalidad de esos árboles.
Hoy, en mi repentino dolor,
vi el hacha.
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