Hay un país donde florece tu alegría,
donde la sombra de las grandes palmeras
recorta estrellas en el bochorno vespertino
para velar el sueño
a los viejos piratas de las islas.
Desde sus playas, como tigres reales,
los días ágiles
saltan el arco de las noches,
y entre sus garras ensangrentadas de recuerdos
hacen rodar las constelaciones.
Allí florece tu alegría,
viendo el desfile de los sátrapas hieráticos
y de los cazadores de jaguares
mientras junto a tus pies el mar latino
entrechoca collares de naufragios.
Y hace ya mucho tiempo...
Hacia el país sonoro de tu risa,
hacia el país lejano,
yo voy guiando mi corazón envejecido
en el largo crucero de los años.
¡Cuántas tripulaciones cayeron en el viaje!
Trágicos timoneles, gavieros taciturnos,
entre las tempestades de mi espejo
ruedan vuestras cabezas
con los labios clavados
por el último juramento.
Sin embargo persisto.
Navego hacia el país de tu alegría,
voy hacia ti. Mis marineros han muerto.
¡Pero no importa nada!
¡No importa nada que me muera yo mismo!
Hace ya mucho que he visto mi propio fantasma.
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