Fotografía de Claudio Bertoni
¿Que cuándo pasé para tu espalda?
Ya no me acuerdo y no me acuerdo de casi nada cronológicamente
estaba yo en tu espalda mis manos en tus nalgas diciéndote
lo inefablemente ricas blandas blancas redonditas e imposibles
de violar exaustivamente que eran cuando pensé la hora era justa
para preguntarte si te importaba o no que untara el copi en cerveza
Y lo pregunté después de haber tomado un trago como algo adicional
cuando el conchito éste lo había guardado calientemente y con
intención para introducir esta nueva fiesta en nuestra unión
No, no me importa
y el temblor de tu voz preludió lo que se nos venía encima
Me lo di vuelta y ardió y lo introduje y raspó empapado y el glande
se inundó de bordes ruditos que aplastaban raspaban y resfregaban
lo que a gritos pedían tus convulsiones fuera raspado y resfregado
hasta el rasmillón, éxito en vista del cual, derramé toda la cerveza
que quedaba –que no era mucha– y me hundí entre tus piernas y
sorbí y chupé y langüeteé y rejurgité entre las nalgas y te lamí
la guatita y te pregunté si te importaba que el cobertor estuviera
empapado con cerveza y dijiste que no al mismo tiempo que lo
echábamos a un lado y yo te lamía los muslos y las rodillas y
parte de las nalgas y sobre todo en las proximidades del tajo
en donde convergían los flujos y yo escupía sin cesar
¿Te importa que traiga otra cerveza?
–pregunté idiota–
y de vuelta me detuve para tomar un trago frente al espejo
del living imaginando que un poco de alcohol demoraría la eclosión
pero entre al tiro a la pieza y allí encima tuyo tomando un trago
te di vuelta media botella en el culo
Casi acabo con el grito que diste
y me fui de fauces contra los domos blancos y húmedos estilando
y la voluptuosa lamida de un trasero resbaloso y brillante
y la criatura que lo revuelve y empina como tú lo empinas
Desde el ombligo y pasando por tu apestosa fauce hasta las caderas
y tu cintura recorría la chupada y tú no habías dicho antes
chupar
ni tanto ni tan calentadoramente chúpame éste
y ahora el otro
el
¿qué quieres que te haga?
lo usabas también ahora
¿sientes como
te cuelgan?
te pregunte,
viéndote colgar,
no las tibias
dulces palomitas
¡pero
las tontas
tetas!
Hiciste un canalcito empujando las mismas con tus antebrazos
apoyada en el respaldo de la cama volviéndolas turgentes y me pedistes:
¿por qué no me la echas por este canalcito?
y el jugo llegó a tu herida
inundándola incendiándola al mismo tiempo que yo y la eclosión
de jugos y mi lengua y mis labios y mi nariz y mis párpados y mis
mejillas y mi barba y mis cejas y mi pelo y mis orejas todo resbalándose
y succionando y sobando tus dos dunitas lujuriosas
Después varias veces y en diversas posiciones te dejé caer malta
y terminamos embetunados de pies a cabeza y la cerveza vuelta seca
hacía duro el roce y rico y me levanté a buscar otra botella y te
pedí así a la pasada que te pusieras una bonita ropa interior
y escogiste los negros de seda con encajes como los negros de seda
con encajes y además con cierre eclair que Marcelo le robó en
Nueva York a la Vicky y te los puse y te lo hice por el lado y por
debajo y te lo saqué y te seguí derramando cerveza y te propuse
una idea que rumiaba desde hacía días y que consistía, a grandes rasgos,
en recorrer tu casa desnudos histéricos de calientes deteniéndonos
en los lugares más peregrinos –la mesa del comedor, el diván, debajo
de la mesita de la cocina, al lado del tocadiscos, sentados en el water
(con la tapa forrada en chiteco, cerrada), tirados en el suelo, en el closet
y etc.–
para follarnos y langüetearnos por toda partes y nos tendimos
en el diván
pero en una pose que te dolían las rodillas así es que nos levantamos y
nos tendimos en la cama de tus padres con mi poste totem rubicundo a
más no poder y orgulloso el muchacho
te pedí hacerlo de todas las maneras
que desearas y tú te sentabas y me preguntabas:
¿cómo quieres que me mueva?
y en una posición dijiste algo que casi me aturde y en lo que no me había
fijado:
estábamos tendidos de espalda tú para un lado y yo para el otro
como si fuéramos lesbianas unidas por mi falo a punto de ser arrancado
de cuajo en esa posición tan forzada pero tú estabas disfrutando demasiado
así es que me aguanté un rato el dolor y temor de tal posibilidad
en lo
que pensaba
cuando me dijiste:
¿sientes cómo se nos tocan las nalgas?
¡Silencio absoluto!
¡El cuadrado del binomio!
¡Y un
dos
tres momia!
Así evitamos apenas
lo que parecía
inevitable.
Hiciste otras poses de lado sentada todo el tiempo y preguntándome
qué ritmos y vaivenes eran los que yo prefería hasta que hiciste
lo que ya era hora que alguno de los dos hiciera y dándome la espalda
y tu domito EMPINADO y tus manos apoyadas en mis rodillas
oscilaste cada vez más rápido cada vez más rápido cada vez más lento
cada vez más lento y jadeaste cada vez más oscura y mariconamente
mientras yo te amasaba las nalgas como si fuera la masa para
el pan para las sopapillas para los picarones y para las empanadas
y las dejé porque supe lisa y llanamente que ya era hora y el semen
las emprendió como un tren subterráneo a través de la uretra y tu
saltaste fuera porque no habías tomado anticonceptivos y yo me tuve
que ir de coitus interruptus
¡ven a mí!
creo que grité ridículamente
con una mano en el culpable impidiendo que cayera demasiado semen
en el cobertor y con la otra mano te tomé del pecho izquierdo y
te traje de espaldas encima mío.
Risas y comentarios
Duchas en el camarín
Y a tomar onces.
71. (Verano)
1986
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Lo del silencio absoluto es cierto. Y lo del 1, 2, 3 momia también. Lo que no es cierto es lo del cuadrado del binomio. Yo nunca he conocido esa ley, como dice Woody Allen: by heart. Pero no importa. Hay otros métodos. En la película checa Trenes rigurosamente vigilados el protagonista es un eyaculador precoz al que un doctor le recomienda pensar en el fútbol. Pero el fútbol, digo yo, tiene un problema: Los goles. ¡¿Qué pasa si uno se imagina un gol?!
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