Desde su nave de harapos
fue descendiendo
Dimitriv,
hambriento,
anémico descendió
desde los cielos,
cuesta abajo,
con sus pupilas
presagiadas de estrellas,
con sus cabellos
regados de aerolitos,
Dimitriv
el mujik
descendió
escoltado
de ángeles y querubines,
trémulo cruzó el espacio
en su chatarra apestosa,
atravesado de pesadillas
descendió
atormentado,
alucinado
a la deriva
de las ideologías,
sentía que el hálito
del mismísimo
DIOS
trazaba su inexorable sino,
su ruta de santo varón,
soñaba la Plaza Roja
un domingo de ramos,
soñaba globos y niños,
soñaba un pubis glorioso,
soñaba unos labios frescos,
soñaba bosques,
mariposas,
soñaba un Pope
de luengas barbas
tañendo campanas
simples
alegres
como una roja manzana
ya fuera
de temporada.
en El Cielo a Pedazos, 1995
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