martes, marzo 14, 2023

«Adiós libros míos», de Kenzaburō Ōe

Fragmento



(1935-2023)



Ante la indiferencia de Vladimir, Shinshin se dirigió entonces a Kogito:

—Hemos discutido este punto varias veces. Mishima expuso su alegato a los soldados de las Fuerzas de Autodefensa para incitarlos a un golpe de Estado, aunque seguramente no era tan optimista como para suponer que toda la tropa lo apoyaría de inmediato. Pero a la vez, Mishima no descartaría por completo la posibilidad de que su discurso produjera el impacto suficiente en las Fuerzas de Autodefensa como para empujarlas hacia el golpe de Estado. Es de dominio público que Mishima era un hombre astuto y muy listo.

—Pero en el caso de que hubiera llegado a propiciar el golpe de Estado, Mishima habría continuado su vida como líder del grupo subversivo... Y por el momento no habría necesitado ninguna frase para rematar su vida.

—... A ver, ¿a qué viene tu pregunta entonces? —Kogito se dirigió a Vladimir, que mantenía su postura.

—Que si Mishima planeó en serio el golpe de Estado de las Fuerzas de Autodefensa quiere decir que acaso lo consideraba de verdad como un complot factible.

»¿Qué pretendía Mishima al encabezar el movimiento de Los escuderos? Con el apoyo de aquel grupo podría propiciar en un futuro cercano un ambiente subversivo entre los soldados de las Fuerzas de Autodefensa, pero al fin y al cabo no le quedaría más remedio que realizar el seppuku, puesto que jamás llegaría a convencerlos del todo. Me parece patológico que una persona articule todas esas ideas para rumiar en secreto la última frase de su vida...

—O sea que tú no crees en la leyenda de Mishima.

—Tal como usted ha comentado acerca de la forma de construcción de una novela, yo creo que al principio Mishima sólo tenía en mente la fundación de un grupo paramilitar llamado Los escuderos y algunas actividades relacionadas con el mismo. Al estar en contacto con las Fuerzas de Autodefensa, a través del entrenamiento de los miembros del grupo, se acercó a los mandos superiores, aprovechando los privilegios de ser un escritor de prestigio, ex alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad de Tokio. A medida que se intensificaba la violencia callejera del movimiento estudiantil, con la intención de renovar el Tratado de Seguridad del 70, Mishima se implicaba cada vez más.

»Al considerar el hecho de que algunos mandos de las Fuerzas de Autodefensa simpatizaban con él, hasta el punto de haber colaborado en las actividades del grupo, la idea del golpe de Estado encabezado por Los escuderos no era del todo un disparate. He leído las memorias de uno de los oficiales, donde dice que, en realidad, trataba a Mishima pensando cómo haría para “retirarse” del compromiso. No obstante, para Mishima no había marcha atrás. Es posible que se le ocurriera la “última frase” durante esa etapa.

»Los jóvenes escuderos, a quienes Mishima instigaba sin cesar con su filosofía, se radicalizaban cada vez más. Por su parte, Mishima, un escritor sagaz como dice el señor Shigeru, sabía que un golpe en solitario de Los escuderos estaba destinado al fracaso. En consecuencia, decidió abusar de la confianza de los mandos que simpatizaban con él para coger a uno de ellos como rehén y lanzar luego un discurso con el fin de provocar el golpe de Estado, todo como última opción cuando ya no le quedara más remedio que recurrir al seppuku.

»Con el grupo de Los escuderos puesto en marcha, a un novelista no le resultaría complicado elaborar la escena de su propio final, ¿no le parece? Al sacrificarse mediante el seppuku, el pueblo japonés se convencería unánimemente de que aquél había sido un acto “serio”. Dice el señor Shigeru que la idea del suicidio en compañía de jóvenes bellos tiene su origen en la propia estética de Mishima.

—Entonces, Vladimir, por lo que estoy escuchando, tu opinión no difiere de la que manifiestan los japoneses críticos, como el señor Choko, con relación a Mishima.

—No, por favor, Shinshin, tú ya sabes lo que voy a opinar de ahora en adelante.

Vladimir se exaltó por un momento, pero luego se calmó, y continuó hablando con serenidad:

—Mire, señor Choko, sospecho que Mishima guardaba otro as en la manga para prolongar su historia personal quién sabe hasta cuándo. Es decir, en primer lugar provocar el golpe de Estado por parte de las Fuerzas de Autodefensa, bajo la iniciativa de Los escuderos y, al fracasar éste, no renunciar a su complot: al contrario, sacar provecho de la represión gubernamental, originada en aquel fracaso.

»Sé que ese plan, de haber sido puesto en práctica, habría desencadenado las mismas risas y burlas entre los soldados de las Fuerzas de Autodefensa. Pero ¿qué habría sucedido si Mishima se hubiera encerrado con el comandante esposado como rehén, hasta que lo hubieran detenido al cabo de una larga lucha con los soldados que intentaban rescatar a su superior? ¿No cree que habría habido mucha gente que hubiera apreciado la seriedad de su acción y la validez de su filosofía?

»Por otro lado, los medios de comunicación hubieran divulgado a los cuatro vientos las declaraciones de criminal confeso de Mishima en los tribunales, y luego, cuando ya le hubieran impuesto una condena definitiva, se hubieran ocupado de su existencia carcelaria. De ahí sólo le restaría un paso para ganarse una firme reputación como líder político, ¿no le parece? Una vez cumplida la condena, Mishima, algo canoso pero musculoso gracias al continuo ejercicio físico que habría intensificado en prisión, se integraría de nuevo sin dificultad en la sociedad japonesa.

»¿Qué habría sido de Japón si Mishima hubiera regresado en pleno auge de la economía de burbuja para recomponer el grupo de Los escuderos? ¿Se imagina lo que habría sucedido si hubiera explotado la burbuja justo cuando los nuevos escuderos hubieran tenido una influencia determinante? ¿Las Fuerzas de Autodefensa hubieran sido capaces de ignorar un segundo plan de golpe de Estado en esas circunstancias?

Antes de que Kogito comenzara a formular su respuesta, intervino Shigeru:

—Al respecto, te aclaro lo siguiente, Vladimir: bien muerto hace tiempo, Mishima no era nadie para elaborar un plan tan realista y ponerlo en práctica. De modo que no te queda más remedio que matizar tu polémica Mishima a un nivel más general, ¿no crees? De esa forma tendrá algún sentido para ti. ¿No te ha parecido interesante su argumento, Kogy?

—A lo mejor sí vale la pena profundizar en la polémica Mishima, con tal de que tomemos distancia con su escandalosa muerte.

Vladimir estaba visiblemente exaltado. Sus pupilas azulinas, las cejas negras y espesas, las mejillas sonrojadas, con un tono verdoso por mal afeitadas, los labios carnosos y brillantes, cubiertos de saliva... A su lado, Shinshin, que había enmudecido desde hacía un buen rato, mostraba una incipiente sonrisa cínica e indiferente en su rostro pequeño, blanco como empolvado y con manchas rojo sangre.

Ahora que la discusión había cesado, Shigeru inclinaba el par de botellas de vino para revisar su contenido, antes de servirse lo poco que quedaba en una de ellas, y luego fijó su mirada en la copa. Al cerciorarse de que flotaban algunos sedimentos de corcho, hizo un ademán de pedir otra botella a Shinshin, que desaprobó la propuesta con un movimiento de cabeza.





2005


















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