miércoles, enero 25, 2023

«Sopa de ciruela», de Katherine Mansfield

Traducción de Eleonora González Capria




TRES FRAGMENTOS



[EL ÁNGEL DE LA MISERICORDIA]

Mayo [de 1919]. El día que la mucama tuvo que marcharse porque su esposo «no quería que trabajara más» y, para consolidar su autoridad, le había pegado tan fuerte en el cuello que la mujer tenía un moretón inflamado bajo la oreja, la cocinera se convirtió en una especie de criatura infalible, un ángel de la misericordia. Nada era demasiado para ella. Las escaleras eran rayos de luz que subía flotando. Empezó a usar su cofia de otra forma: le daba el aire de una enfermera de hospital. Su voz cambió. Sugirió budines como si se tratase de compresas; merlanes, porque eran de lo más «delicado e inofensivo». ¡Confíe en mí! ¡Apóyese en mí! ¡No hay nada que yo no pueda hacer! Esa era su actitud. Cada vez que se iba, lo hacía por misteriosas razones: para estirar el cuerpo una y otra vez, para mover la mano entumecida, para tapar con el volado de papel la ominosa mancha que había aparecido.





LEVES AMORES

No consigo olvidar el Thistle Hotel. No consigo olvidarme de esa extraña noche de invierno.

La había invitado a cenar y a la ópera. Mi habitación estaba frente a la suya. Me respondió que vendría, pero… ¿podía ayudarla a ponerse el corsé? Tenía ganchos en la espalda. De acuerdo.

Aún era de día cuando llamé a la puerta y pasé. Se estaba aseando con el corsé y la enagua de seda puestos, pasándose la esponja por la cara & el cuello. Dijo que ya estaba lista, que podía sentarme en la cama mientras la esperaba. Entonces, recorrí la lúgubre habitación con la mirada. Su única ventana estaba sucia y daba a la calle. Desde ahí, se veía el ventanal de la lavandería de enfrente, trabado y cubierto de polvo. En la habitación había unos pocos muebles: una cama baja con un cortinado espantoso de fondo amarillo y decorado con vides, una silla, un ropero del que colgaba un espejo roto y un lavatorio. Pero era el empapelado lo que me hacía realmente mal. Caía en jirones de la pared. En las zonas menos descoloridas & gastadas alcancé a distinguir rosas, con pimpollos & flores, y en el friso un clásico estampado de pájaros, de qué tipo solo Dios sabe.

Y ahí vivía ella. La observé con curiosidad. Se estaba poniendo un par de medias finas y largas, & soltando insultos porque no encontraba las ligas. Y en mi interior tuve la certeza de que nada bello podría suceder en ese cuarto, y sentí desprecio por ella, un poco de tolerancia y un poquito de pena.

Sobre todos los objetos se posaba una sombría luz gris que parecía acentuar la vulgaridad de su ropa, lo patético de su vida. También ella parecía sombría y gris y cansada. Y me senté sobre la cama, y pensé: «Vamos, Vejez. Ya olvidé lo que era la pasión. La hermosa, dorada procesión de la Juventud ya me dejó atrás. Ahora veo pasar la vida desde el vestuario del teatro».

Entonces, cenamos por ahí & fuimos a la ópera. Era tarde cuando salimos a la concurrida calle nocturna, era tarde y hacía frío. Ella se levantó la larga falda. Volvimos en silencio al Thistle Hotel por el blanco sendero bordeado de hermosas lilas doradas y subimos los escalones sombreados de amatista.

¿Estaba muerta la Juventud? ¿Estaba muerta la Juventud?

Mientras caminábamos por el pasillo hasta su habitación me dijo que se alegraba de que fuera de noche. No le pregunté por qué. Yo también me alegraba. Parecía un secreto de dos. Entonces, entré a su habitación para desabrochar esos fatigosos ganchos. Encendió la velita de un velador esmaltado. La luz llenó la habitación de oscuridad. Como una niña somnolienta, se sacó el vestido & después, de pronto, se dio vuelta & me rodeó el cuello con los brazos. Y en medio de la noche todos los pájaros del friso abombado se echaron a cantar. Y todas las rosas del empapelado roto dieron flor. Sí, hasta las verdes vides del cortinado formaron coronas y guirnaldas inesperadas, nos estrecharon en un abrazo frondoso, nos envolvieron con la fuerza de mil zarcillos.

Y la Juventud no estaba muerta.





OCTUBRE DE 1907

Estoy llena de ideas esta noche. Ahora deben germinar a como dé lugar. Ya vi lo suficiente para colmar la imaginación. Me gustaría escribir algo muy hermoso, y al mismo tiempo moderno, y al mismo tiempo juvenil & repleto de verano… Voy a probar. Ahora debería ser capaz, pero no me siento para nada segura.

Por favor, quiero escribir algo realmente bueno, esbozar una idea & pulirla. Acá hay silencio, paz y esplendor, arbustos y pájaros. A la distancia oigo a los constructores trabajando en la obra de una casa, y el ruido me vuelve medio loca. Por favor, que sea un poema. Bueno, acá va. Desbordo de ideas. Agarra esa pluma con más fuerza, mi querida Kathie. Así es, y me saldrá bien.

Los rayos del sol vienen y van ahora: me alegro, será una tarde preciosa. Pero, por favor, quiero escribir.




Sopa de ciruela fue publicado por Eterna Cadencia, 
Buenos Aires, en junio del 2022

























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