lunes, enero 16, 2023

«El Zafiro», de Marina Arrate Palma





Quizás, de todas las piedras preciosas, sea el zafiro, la más elegante.

¿Será por las reminiscencias de la palabra zafiro? Porque por ejemplo, ¿recuerda a zafio, a ira, a faz, a quien ora o zafa, o airado levanta la faz 
al todopoderoso y clama venganza o justicia?

Pero eso no es elegante. Tampoco lo contrario pertenece a la elegancia. Abusar de los desprotegidos equivale a la ruindad. A lo zafio. Zafio recuerda a zafiro.

¿Será que tras cada piedra preciosa, oro, plata, malaquita, hay una historia ruin, ejecutada por rufianes que remiten a lo zafio?

Ayer, hubiera querido adornarme con zafiros.

Con zafiros azules de las huestes de Sri Lanka o de Birmania.





Quería conjurar el odio que me atenaza las entrañas. Quería revestirme de un lujo insensato y paradójico. Quería cubrirme con la palabra zafiro.

Yo deseaba una intriga nocturna y pétrea, bajo el halo de la luna. Un zafiro azul bajo una luna de plata.

Llueve ahora sobre Arizona, una lluvia gris, sedosa, marchita, y sin sentido. ¿Habrá arena en Arizona? Hay mucha arena en la palabra Arizona.

Ah, cuánto habría dado por una ráfaga de zafiros azules que cruzaran la noche, toda ella de sombra y de murmullos: esa lenta, tenaz y atroz caligrafía.

No daré explicaciones.

Amo la palabra zafiro, la palabra ráfaga y faz, y la palabra Arizona.







                         Mientras, alguien engaña a la muchedumbre.







en Elogio del odio, Editorial Garceta, 2021





















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